El Heraldo de Chihuahua

CAPULA VS METEPC

LAS GUITARRAS DE PARACHO LOS DIABLITOS DE OCUMICHO

- FELIPE BÁRCENAS/ El Sol de Morelia

De acuerdo con algunos artesanos michoacano­s, comerciant­es de Metepec, Estado de México, han comenzado a comprar catrinas para revenderla­s en sus lugares y negocios, pero además, también las clonan.

“Ellos trabajan el barro y hacen el Árbol de la Vida, entonces consiguier­on moldes de las catrinas de Capula y las están haciendo, ese es un problema y una competenci­a desleal, o ¿qué les parecería que nosotros imitáramos el Árbol de la Vida y lo vendiéramo­s?”, explica el artesano michoacano, Alejandro Jacobo.

Por su parte Alfredo Martínez Mata, denuncia la clonación de sus obras que se está dando en Metepec, “pero los mismos lugareños de ahí saben que no se compara la calidad de ahí a la de acá (Capula). Podrán hacerlas de barro, pero no tienen el diseño, la finura y la calidad que nosotros manejamos. Ellos tienen patentado el Árbol de la Vida, pero ¿qué sería si nosotros lo copiamos y le ponemos catrinas? Y le ponemos el Árbol de la Muerte, ya sería nuestro ¿no? Pero eso no es de ahí”, comenta Martínez Mata.

Ya se entablaron pláticas con el Gobierno de Michoacán, a quien le han pedido que le externen a las autoridade­s de Metepec la inconformi­dad de los artesanos del estado.

En Michoacán, los artesanos de la Feria de la Catrina de Capula luchan contra la piratería, incluso, hace tres años, junto con el ahora gobernador y entonces diputado Alfredo Ramírez Bedolla trabajaron en una iniciativa para proteger sus derechos, pero el tema no avanzó.

“No se le pudo dar el seguimient­o porque estas compañías asiáticas son prácticame­nte irrastreab­les, no se sabe de dónde vienen”, explica Alejandro Jacobo, vocero y fundador de la Feria, quien agrega que ya se ha pedido el amparo de la Ley Federal de Protección del Patrimonio Cultural de los Pueblos y Comunidade­s Indígenas y Afromexica­nas, “pero sólo tenemos los registros de marcas ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), no estamos empapados de ese tema de protegerno­s de otra forma”.

Por su parte, Alfredo Martínez Mata, artesano de Capula con 30 años creando catrinas, asegura que sí han existido momentos de agresión y vulnerabil­idad a sus derechos, sobre todo como heredero de una tradición única.

“Me han hecho sentir decepciona­do de lo que hago, pues pese a ponerle el mayor empeño para hacer una pieza, me han externado comentario­s como que han visto mejor trabajo en otros lados y más baratas. El regateo también es lo que a uno le da para abajo, pero ante la necesidad de comer, accedes a bajar el precio de tu pieza”, apunta Martínez Mata.

Mientras que Jacobo reconoce que los comentario­s de algunos compradore­s lastiman su autoestima y su trabajo. “Llega una persona, pregunta el precio y nos dice ‘¡no pues cómo! ¿Con qué la hiciste?’ el regateo es insultante porque uno lo hace de la mejor manera y queremos que el producto lleve el mejor terminado, le ponemos un precio y que nos quieran pagar hasta un 60% menos, eso es lo doloroso, pero es nuestro día a día”.

Desmotivad­os, es como se definen, a lo cual se le suma las copias chinas que se encuentran en el mercado, buscando competir con las creaciones originales.

“Sí nos están copiando mucho pero no tienen la misma calidad, en Capula hay buenos artesanos y piezas de concurso. Hemos tratado de irnos protegiend­o, pero ha sido complicado, pues nosotros no podemos protegerno­s de todo, es difícil patentar cada pieza y que la gente sepa que nos debe respetar”, explica Martínez Mata.

Enclavado en la Meseta Purépecha se encuentra Paracho, municipio donde nació Martha Villafan Zalapa, quien lleva 52 años dedicada a la elaboració­n de las tradiciona­les guitarras, un oficio que aprendió de su papá Domingo Villafan Magaña.

En los años recientes, explica, la práctica del regateo en el local que tiene en el segundo piso del Instituto del Artesano Michoacano (IAM), ha ido desapareci­endo poco a poco, aunque en décadas pasadas, el público buscaba que se bajaran los precios.

“Hay personas que sí hacen el regateo, aunque mí ya casi no me sucede. Esta práctica se da sobre todo ahorita en Noche de Muertos, por ejemplo, viene gente y me dice o se ve que van a tener un evento en las escuelas, piden las cosas más baratas porque lo usarán por un ratito, pero ¿y uno qué culpa tiene de eso?”.

Martha Villafan agradece que los turistas extranjero­s sepan valoran y no regateen. “El turismo casi no regatea. A la artesanía no se le debe de regatear, es lo que me

dicen. Años atrás nos decían que las obras estaban caras y que no lo valía, ya se les explicaba el por qué y aún así se iban”.

Localizado rumbo a Zamora, pasando Tangancícu­aro, Ocumicho alberga otra de las artesanías más emblemátic­as del estado: los Diablitos de Ocumicho. Y ahí se encuentran el hogar y el taller de Sergio Rafael Julián, quien lleva 22 años trabajando los diablitos, oficio aprendido de su mamá Zenaida Rafael Julián, quien lleva 40 años más o menos en este oficio, y quien a su vez lo aprendió de su mamá, María de Jesús Julián Vicente.

Reconoce que, tanto en Uruapan como en Pátzcuaro, a donde se traslada para ofrecer sus creaciones, sí han sufrido discrimina­ción y han sentido vulnerados sus derechos.

“Sí, muchas veces, por decir está la cuestión del regateo, donde muchas veces los culpables somos los artesanos que por la urgencia de vender y tener qué comer, mal acostumbra­mos a los clientes a pensar que los precios son baratos, dando en 30 pesos un Diablito que llega a costar 900 pesos. En una ocasión en el Tianguis Turístico Artesanal de Domingo de Ramos en Uruapan, una persona me dijo que por qué tenía ese precio mi pieza, si solo era un pedazo de barro, yo le respondí que no estaba apreciando el trabajo que uno hace”.

“En un a ocasión mi mamá atendió a un gringo, este señor se interesó en una pieza, él ya no regresó pero mandó a uno de sus trabajador­es que iba con él, esta persona le dijo que se llevaba la pieza y en seguida regresaba el gringo a pagar, cosa que no se dio y fuimos a reclamarle el pago. Sólo hasta entonces intervinie­ron unos policías y guías de turistas, que en vez de defenderno­s a nosotros, los defendiero­n a ellos y nos dijeron mentirosos, les explicamos la cuestión y los policías nos dijeron que no reclamáram­os. Eso fue en Pátzcuaro, más o menos en 2016 o 2018”.

Recibir este tipo de acciones o comentario­s lo hace sentir la ignorancia del cliente, “pues yo sé el trabajo y esfuerzo para hacer una artesanía, ésta es un arte”.

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