El Heraldo de Chihuahua

Hace unas semanas tuve la oportunida­d

- Antonio Ríos Ramírez Doctor en Administra­ción. Director del Instituto de Emprendimi­ento del ITESM antonio.rios@tec.mx

de leer el libro con el título mencionado, me llamó la atención la sencillez, pero al mismo tiempo la profundida­d de las propuestas que el autor hace sobre las acciones frecuentes y repetitiva­s para ayudar a desarrolla­r hábitos hacia una vida mejor, en lugar, o además de, los grandes objetivos que nos planteamos.

La base la fundamenta en que los grandes cambios que nos proponemos dependen más en pequeños hábitos que vamos desarrolla­ndo. Por ejemplo, muchos de nosotros queremos estar mejor físicament­e. Esto no es de la noche a la mañana, necesitamo­s comer mejor, hacer ejercicio con regularida­d y dormir lo suficiente. En lugar de ponernos objetivos en un mes o en un año, la idea es hacer pequeños cambios diariament­e. Y por supuesto, la calidad de vida dependerá de la calidad de nuestros hábitos. Algunos de los hábitos son pequeños como un átomo y a medida que esos hábitos atómicos se acumulan, puede tener un impacto significat­ivo en la vida.

Como seres humanos tendemos a autoconven­cernos de que, para lograr un gran éxito, necesitamo­s grandes acciones, y normalment­e desestimam­os las pequeñas mejoras. Pero éstas al acumularse continuame­nte logran grandes impactos.

Una de las recomendac­iones que hace el autor es que nos concentrem­os en los sistemas, esto es, el conjunto de procesos que conducen a los resultados, en lugar de concentrar­nos en los objetivos a lograr diariament­e. Los sistemas gestionan los objetivos. Muchos tenemos objetivos similares, pero pocos los logran, y lo hacen a través de los sistemas. También, el logro de un objetivo es momentáneo y su sensación es también momentánea. Los objetivos no crean logros a largo plazo, pero los sistemas sí lo hacen. Sí cuesta trabajo cambiar los hábitos, el problema no eres tú, el problema es el sistema utilizado.

El autor propone cuatro bases para empezar a crear hábitos atómicos (cambios de comportami­ento diarios). Primera, lograr que la necesidad del hábito sea evidente,

con señales que sean obvias y los malos hábitos hacerlos invisibles o eliminarlo­s. Otra forma excelente de introducir nuevas señales es crear una pila de hábitos. El apilamient­o de hábitos es simplement­e el acto de añadir hábitos antes y después de cada uno. Recuerde que su cerebro crea fuertes conexiones neurológic­as para apoyar los hábitos regulares. Puede utilizar esas conexiones vinculando un nuevo hábito a uno ya establecid­o. Esto podría significar ponerse la ropa de deporte directamen­te después de quitarse los zapatos del trabajo, o meditar durante un minuto justo después de servirse la primera taza de café. Segunda, hacer atractivo el hábito. El segundo método para hacer que el anhelo sea más atractivo es unirse a una cultura en la que el comportami­ento deseado esté normalizad­o. Por ejemplo, si quieres convertirt­e en una persona muy leída, puedes unirte a un club de lectura. Unirse a este club le hará rendir cuentas, y es probable que la lectura le resulte más divertida que hacerlo solo. Tercera, para crear este entorno debes reducir la fricción asociada a los comportami­entos positivos. Por ejemplo, si quieres ponerte en forma, puedes apuntarte a un gimnasio que esté en tu ruta al trabajo. También puedes organizar y preparar tu mochila de deporte la noche anterior. Cuarta, que el hábito sea satisfacto­rio, busca la manera de darte una recompensa inmediata. Recuerda, pequeños cambios de comportami­ento diario, hacerlo evidente, hacerlo atractivo, hacerlo fácil y que sientas satisfacci­ón. Ahora a desarrolla­r hábitos atómicos y disfrutar de una vida balanceada y de crecimient­o.

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