Un país que no conoce
su historia está condenado a repetirla. Pero cuando la conoces, te das cuenta que la construcción de instituciones es lo que hace fuerte a una sociedad y la hace avanzar en un sentido justo. Son las instituciones las que hacen que no recaiga el poder en una sola persona o en un solo criterio, y son éstas las que defienden a las personas frente a una determinada situación.
Las diferentes situaciones globales han hecho que los gobiernos sean cada vez más débiles y son las instituciones las que hacen que los estados prevalezcan. Ese es el caso del INE, una institución creada por la exigencia ciudadana de tener certeza en las elecciones en nuestro país. Ojo aquí no es sinónimo de democracia, porque podemos vivir en un estado “democrático” con elecciones ficticias o que son puro atole con el dedo, como es el caso de varios países en el mundo y como fue nuestro caso por casi 70 años de historia. Lo que el INE ha logrado garantizar desde su creación es la certidumbre de que el voto de la gente realmente cuenta. Esa certeza es lo que mantiene firme nuestra democracia.
Existen países como España donde no existe un organismo ciudadano que se encargue de organizar las elecciones, lo sigue llevando el gobierno, y esa podría ser una de las excusas tramposas que se pueden aludir para eliminar el INE como lo pretende la iniciativa actual. Sin embargo, es iluso pensar que con los niveles de corrupción que hay en nuestro país se pueda llegar a pensar en que una elección organizada por el gobierno será bien hecha. Tristemente, todavía es hora de que los gobiernos batallan para hacer bien una carretera, difícilmente tendrán la credibilidad para organizar algo tan delicado como una jornada electoral.
Es importante reconocer que hay muchas cosas que mejorar en el INE y otras que se tienen que eficientar. Se deben buscar opciones modernas de involucramiento ciudadano en las decisiones públicas, esto incluye esquemas de participación ciudadana digital, etc. Pero el mejorar no implica eliminar un instituto. No hay precio para una democracia, pero los costos de no tenerla radican en nuestras libertades.
Me dio mucho gusto ver salir a las calles a millones de personas mexicanas que tal vez hacía mucho no asistían a una protesta. Porque eso hace que la gente despierte y se dé cuenta que sin ellos, sin la participación de la ciudadanía, es muy complicado defender las instituciones que creemos eternas. Pero también, la oposición se da cuenta que hay temas que a nadie le importan y hay otros que con una simple convocatoria, la gente sale a defender lo que realmente consideran importante. Es momento de
presionar a partidos políticos que se han visto endebles ante presiones del gobierno (porque tienen cola que les pisen), que por cuidarse personalmente les termina valiendo el país. Sin el PRI no hay forma de frenar esta propuesta tóxica. Por eso debemos concentrarnos en esos votos que se necesitan para contener esta iniciativa. Concentremos nuestros esfuerzos.