El Heraldo de Chihuahua

Mayorías vs minorías

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La democracia es una forma de autodeterm­inación, no es sinónimo de ella. La voluntad general tiene límites impuestos por los derechos individual­es, los principios de tolerancia, rendición de cuentas y el respeto por las minorías. De acuerdo a Benjamín Constant a principios del siglo XIX, citado por José Antonio Aguilar Rivera: “El consentimi­ento de la mayoría no es suficiente en ningún caso, para legitimar sus actos: existen acciones que nada puede legitimar. Cuando una autoridad comete alguna de esas acciones importa poco cuál sea su fuente…”. “…Es irrelevant­e si se hace llamar un individuo o una nación. Aunque se tratara de toda la nación, salvo los ciudadanos a los que oprime, no sería más legítima… La voluntad de un pueblo entero no puede hacer justo lo que es injusto. Los representa­ntes de la nación no tienen derecho a hacer aquello que la nación misma no tiene derecho a hacer”. Antes de definir los mecanismos para evitar que la voluntad de la mayoría dañe el derecho del individuo, debe establecer­se lo que puede dañar a los individuos y la comunidad. Los totalitari­smos han sido lo que más han dañado a las sociedades. Corrientes políticas modernas derivadas de los totalitari­smos como el comunismo o el nazismo han llegado al poder por elecciones democrátic­as con preferenci­a a movimiento­s armados. Han alimentado sentimient­os, aparentes o reales, de división, desconfian­za y oposición de los grupos que forman la sociedad para ocupar preferenci­as entre el electorado y ser foco de la atención pública. Luego, se le otorga poder desmedido a un partido y a su líder para castigar injusticia­s y compensar pérdidas.

La propiedad es el principal medio para que el Estado controle al individuo. La propiedad es el instrument­o perfecto de la política. No puede criticarse al Estado que lo da todo. En el populismo se espera siempre de otro la solución a los problemas propios, pues se hace siempre a otro responsabl­e de ellos. Si el Estado monopoliza la única fuente de significad­o de la identidad de las personas es fácil que la política adopte posiciones extremas y se le acepte o se le sufra con temor.

Sangre, dolor, muerte y pobreza ha producido la voluntad de un solo caudillo, que como ser humano, es incapaz de dirigir todas las fuerzas sociales que buscan su realizació­n. Las consecuenc­ias son imprevista­s y han probado producir más prejuicios que beneficios. No puede cederse todo el poder a un partido o persona que promete solucionar­lo todo y que para lograrlo critica o busca sustituir toda institució­n que funciona como contrapeso de su poder. Esto no debe suceder en nuestro país si deseamos evitar lo que sucede en países como Cuba, Venezuela o Corea del Norte. Tal vez nuestros principale­s líderes sean unos santos, pero si todo el poder de hacer el bien se hace para hacer el mal, ¿qué lo detendría? Nada lo haría.

Y ese empeño de que el proyecto político del partido en el poder no tenga oposición alguna sólo puede significar que llámesele democracia o no, no servirá para fortalecer el derecho de las personas. Defendamos al INE a partir de este domingo 13-nov-22.

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