El Heraldo de Chihuahua

“Jesús, caminando por la ribera

- Raúl Sánchez Küchle Ingeniero civil. Articulist­a Correo: rasak44@hotmail.com

del mar de Galilea, vio a dos hermanos: Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores. Y les dice: ‘Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres’” (Mt 4,18-19; cf. Mc 1,16-17).

El afán de la inclusión se hace presente por todas partes, hasta en el idioma. Cuando se habla del Hombre (así en general, por eso las mayúsculas) desde siempre se ha entendido que el término incluye a hombres y mujeres. Pues bien, por esa tendencia actual de señalar que las mujeres han sido marginadas y excluidas en muchos ámbitos de la historia y las relaciones sociales –lo cual no podemos negar-, a veces se tergiversa­n las cosas, y, en cuanto al lenguaje, se pretende introducir cambios que caminan no tanto en un acto de justicia, sino en un adaptarse a indicacion­es más ideológica­s que de razón.

Resulta que en una traducción de los textos de una Biblia, los autores –o los editores de la misma, no lo sabemos de cierto- señalan que Jesús expuso a sus futuros discípulos y a Pedro en particular (cf. Lc 5,10) que los haría “pescadores de personas”, queriendo indicar con ello que lo serían tanto de hombres como de mujeres. Pero Cristo no se fijaba en distincion­es y no excluía a nadie.

A través de una historia cercana a 2,000 años se ha entendido sin lugar a dudas que la expresión de Jesús abarca a los miembros de la humanidad que habitan en nuestro planeta, hombres y mujeres. La palabra griega “ánthropos”, que es utilizada desde siempre en la Sagrada Escritura (cf. 1 Co 15,47; Rm 6,6), refiere al ser humano al margen de su sexo (hoy se diría género, también en muchos casos con matiz ideológico).

Ánthropos es un término que está en contraste con Dios, ángeles, animales, plantas, etc. La palabra “persona”, en cambio, puede aplicarse tanto a los hombres como a Dios (el Él hay tres personas distintas) o a los ángeles (cf. Mt 10,32-33; 15,9; Mc 1,17; 7,7; Lc 5,10; Lc 18,27; Jn 10,33; Hch 10,26; 12:22; 1Co 4:9; 13,1; Gál 1,1; 1,11-12; Flp 2,7; 1Ts 2,13; Heb 13,6; 2Pe 2,16, etc.).

Jesús, pues, llamó a sus discípulos de aquel tiempo –y a todos sus seguidores hoy- a ser pescadores (bajo el término griego zogreo, que significa literalmen­te capturar en lugar de matar), no de peces, sino de hombres. En Lc 5,10 pescar hombres se entiende, en forma figurada, devolver la vida a alguien.

“También hoy se dice a la Iglesia y a los sucesores de los apóstoles que se adentren en el mar de la historia y echen las redes, para conquistar a los hombres para el Evangelio, para Dios, para Cristo, para la vida verdadera. (…) La red del Evangelio nos rescata de las aguas de la muerte y nos lleva al resplandor de la luz de Dios, en la vida verdadera” (Benedicto XVI).

No tratemos, pues, de modificar expresione­s del lenguaje que de por sí son inclusivas. ¿Lo ven?

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