Camino Copalita,
una caminata hermosa y desafiante por la sierra de Oaxaca.
En uno de los trayectos más “interesantes” me lastimé la rodilla y las piernas no me dieron para más ese día y terminé trepada en una mula. Los desfiladeros se veían más impresionantes desde la altura de la bestia (así le decían los oaxaqueños), por cierto, quedé impresionada por la agilidad del animal, caminando por veredas muy angostas (50 cms.), subiendo rocas muy altas bordeadas por desfiladeros de miedo. Me tenía que acomodar seguido sobre la montura de madera y en una de esas me volteé de lado con todo y silla y fui a dar al suelo.
En uno de los pueblos las carpas las dispusieron afuera de la iglesia, porque el campamento donde usualmente recibían a los caminantes fue destruido por el huracán Ágata. Ahí vivimos la única noche ruidosa, perros ladrando, gallos cantando y de repente música a todo volumen, pero con el agotamiento dormí aun con ese coro de animales e imprudentes. Una ventaja de esta parada es que pudimos darnos nuestro primer baño del trayecto, con manguera, el segundo en una tinaja del río y el tercero en el último campamento, baños revitalizantes de agua helada.
Las últimas dos caminatas fueron bajando de intensidad, eran largas, pero con menos dificultad. El clima fue cambiando de lo frío en las alturas a lo cálido de la costa, hasta llegar a donde nos subimos a unas balsas en el río Copalita para llegar a Huatulco, este tramo fue corto porque río arriba ya se habían volcado varios botes inflables y no quisieron arriesgarnos. Fue divertido, los guías empezaron una pelea de agua con los remos, nos empapamos y reímos como en esas épocas maravillosas de la infancia que vuelven para recordarnos que aún traemos un niño dentro que anima al espíritu.
Antes de llegar al mar de Huatulco tuvimos que bajarnos de las balsas y caminar en un lodo donde nos hundíamos hasta las rodillas, otro momento de risa y sorpresa. Cuando visualicé las olas quebrar en la costa sentí una satisfacción enorme ¡Ahí estaba la meta! ¡Lo habíamos logrado! Pensé en los tres viajeros que claudicaron en el penúltimo campamento, dos por decisión propia y otro por solidaridad con sus compañeros de viaje, los extrañé en esa explosión de alivio por haber soportado las contrariedades y terminar con el propósito de una experiencia llena de sorpresas y vivencias que quedarán en la memoria de lo mejor vivido, lo inesperado, lo asombroso, lo inolvidable, lo fantástico de combinar la madurez con un juego, con el ánimo de seguir viviendo intensamente el regalo de la existencia. ¡Salud, amigos de aventura, estoy puesta para la próxima!
Desde aquí doy las gracias por la inolvidable convivencia con Jana, Tochi, Gela, Pollo, Maicus, por conocer a Paola, Benjamín, Cristian, Trevor, Meredith, Alex, Arturo, Heidel, Hernán y Fidel, por nuestro guía Emilio y todos los colaboradores de cada pueblo. Y sobre todo le doy gracias a Dios por darme la salud y el entusiasmo para atreverme a vivir eso que no tiene certeza y aviva la curiosidad de explorar, para seguir descubriendo que el espíritu nos eleva tan alto como lo queramos llevar.