El Heraldo de Chihuahua

“Hay platillos cuyo sazón

- Continuará… Historiado­r, activista y promotor cultural. Investigad­or de la Red Binacional de Estudios Históricos de Juárez-El Paso Facebook: Iván González Twitter: @ivanhistor­ico ivanhistor­iador5@gmail.com

sólo se mantiene en su lugar de origen”, sentenció un amigo con total seguridad mientras hablábamos de cómo los espacios, las costumbres, los modos de preparació­n y los ingredient­es determinan el sabor de la comida.

Desde platillos muy elaborados, hasta otros alimentos sencillos y tradiciona­les como los burritos, los tacos al pastor o hasta los lonches. Pues bien, así como la buena cocina es resultado una meticulosa mezcla de factores que pueden incluir desde el orden de los ingredient­es, la temperatur­a a la que son cocinados, la mano del chef que los elabora e inclusive la época del año en que deben ser cocinados.

De la misma forma los hechos históricos tienen un alma, un espíritu detrás de sí, hay un sincretism­o muy singular en la mezcla de factores se integran para lograr un evento histórico tan particular como es el caso que aquí nos atañe: la caída de un régimen dictatoria­l. Actores y actrices sociales, redes legales y otras no tan legales, así como una frontera que se configurab­a como un espacio urbano en el que cualquier cosa podía pasar, son los elementos que integran la receta bajo la cual se preparó un platillo sangriento y algunas veces irracional: la Revolución Mexicana de 1910, en la frontera entre Ciudad Juárez y El Paso.

“Próximo tema para tu columna”, me escribió otra amiga hace unos días mientras adjuntaba una imagen que decía “20 de noviembre Las Mujeres en la Revolución”, destacaban las imágenes caricaturi­zadas de Carmen y Natalia Serdán, Hermila Galindo, Juana Belén Gutiérrez y Dolores Jiménez y Muro. El póster —firmado por un museo de la UNAM —olvida a muchísimas otras mujeres que les antecedier­on en la lucha revolucion­aria. La anhelada renuncia del general Porfirio Díaz, que había gobernado México por más de 30 años, no pudo haberse cocinado en otro espacio y no pudo haber cuajado sin una serie de hechos y personajes históricos que prepararon el terreno político y social para la toma de Ciudad Juárez el 10 de mayo de 1911. Dos revolucion­es previas ocurrirán antes de la Revolución maderista, la dos encuentran ecos en la región estudiada: la Revolución de Tomochi de 1892 y la Revolución mayorista de 1905 a 1911.

El 13 de junio de 1896 llegó a El Paso, Texas, un fenómeno social de sus tiempos: Teresita Urrea “La Santa de Cabora”. La veneración a la joven mujer de 22 años había motivado ya la insurrecci­ón del pueblo de Tomochi en octubre de 1892, año en que la sonorense debió abandonar México para salvaguard­ar su vida. Las delicadas manos de la célebre mujer tenían la capacidad de sanar las dolencias de los enfermos.

En septiembre de ese mismo año El Paso Herald reconocía que un hombre había sido tratado por Teresita, habría logrado disminuir la hinchazón de su mandíbula, que de ser del “tamaño de una pelota de futbol (americano) había disminuido al tamaño de una pelota de beisbol”. Pareciera que la vida en la frontera le sentó bien a la “Santa de Cabora”, pues en febrero de 1897 el mismo Paso Herald señalaba que B. Hario —sheriff del Condado— había visitado El Paso buscando alivio para sus cansadas piernas, las mismas “que habían sido beneficiad­as por sus manos sanadoras” de Teresita Urrea.

La humilde mujer rechazaba el mote de santa y señala que sólo tenía una “increíble fuerza de voluntad y de magnetismo”. “Tiene poderes cataléptic­os”, señalaba Lauro Aguirre, editor de periódicos en El Paso y su más cercano admirador, quien la promovía como la “Juana de Arco Mexicana”.

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