A partir de un
estudio realizado en una de las universidades de nuestro país vecino, sobre el sentimiento de alegría y las experiencias intrínsecamente gratificantes, hacia los que conocemos como momentos felices, estos estados del ser humano cuentan con ciertas características.
Existe mucha evidencia de que personas han llegado al final de su vida sintiéndose solas o aburridas, aunque hayan acumulado mucho dinero o hayan convertido su vida en una fiesta continua. Esto nos invita a preguntarnos si el ser humano se encuentra “siempre” insatisfecho o nuestra naturaleza nos tiende a desear más de lo que podemos obtener, o simplemente estamos buscando la felicidad en el lugar equivocado. Así, una vez que se satisfacen las necesidades básicas, las expectativas crecen y surgen nuevas necesidades. El concepto de mejorar la calidad de vida no tiene límites y así podemos ver el surgimiento continuo de productos, esquemas, poderes, etc. que se suman a nuestras vidas día a día para, en teoría, para mejorar nuestra vida.
Quien se obsesiona por la consecución de todo lo que puede ser mejor sacrifica su presente en beneficio de un futuro hipotético que siempre estará un paso más adelante.
Del estudio se destacan ciertas características que contribuyeron a “disfrutar” de experiencias vividas, del fluir de la vida; 1Desafíos que requieren habilidades. Según los testimonios recogidos, el disfrute en una actividad llega a su punto máximo cuando los desafíos están en justo equilibrio con las habilidades personales. Cuando un tenista hábil se enfrenta con uno menos diestro, el primero se aburrirá, mientras que el segundo se sentirá ansioso y frustrado. El disfrute sólo aparece cuando se logra el punto medio entre el aburrimiento y la inquietud. Esto explica por qué las actividades de flujo conducen al crecimiento y al descubrimiento; nadie puede disfrutar haciendo lo mismo durante mucho tiempo. 2- Concentración y enfoque. Cierto jugador de ajedrez afirmaba que cuando se juega una partida en un torneo “el techo podría caerse y, si no le cayese justo encima, usted no se daría ni cuenta”. 3- Metas claras. Aunque el tiempo que duran las distintas actividades placenteras es muy variable, y mientras que unas culminan en pocos segundos otras pueden alargarse días enteros, en todas ellas la persona es consciente de las metas o propósitos finales. 4- Directa e inmediata retroalimentación. Muchos cirujanos afirman que una de las razones por las que les apasiona su trabajo es el hecho de que, al realizar una operación, pueden saber directamente si lo están haciendo bien o no. 5- No hay espacio para otras informaciones. Cierto escalador definía este hecho muy atinadamente con la siguiente descripción de sus ascensos en la roca: “Todo lo que puedo recordar son los últimos treinta segundos, y todo lo que puedo pensar hacia el futuro se concentra en los próximos cinco minutos”. 6- Un sentimiento de control personal sobre la situación o actividad. Según los testimonios directos, el disfrute de las actividades de riesgo como el alpinismo o el buceo a gran profundidad, no deriva del peligro en sí mismo, sino de la capacidad para minimizarlo. 7- Pérdida del sentimiento de autoconciencia. Cuando se experimenta la sensación de flujo, desaparece de la conciencia algo a lo que comúnmente dedicamos mucha atención: la propia personalidad. 8- Distorsión del sentido del tiempo. Durante el disfrute de la experiencia, la dimensión objetiva del mundo externo se vuelve irrelevante, y la percepción subjetiva de la experiencia temporal se ve alterada.
El disfrute depende, pues, de la capacidad de cada uno para sentirlo, e implica forjarse una personalidad, aprendiendo a controlar la conciencia, a reconocer oportunidades para la acción, a mejorar las habilidades y a fijarse metas alcanzables. Quienes lo logran, tienen todo el potencial para vivir una vida llena de riqueza, intensidad y significado. Vamos tras ese fluir de la vida. (ideas tomadas del libro "Fluir")