El Heraldo de Chihuahua

Que el presidente Andrés

- Administra­dora. Docente laecita@gmail.com

Manuel López Obrador está muy contento, feliz y agradecido con la muchedumbr­e que asistió a la llamada “marcha del pueblo”.

Y cómo no lo va a estar, si la muchedumbr­e es lo suyo, o como mejor lo diría Charles Baudelaire: la multitud es su medio, al igual que el aire es el del pájaro o el agua el del pez. Su pasión y su profesión es desposarse con la muchedumbr­e.

Sí, López Obrador ama a las multitudes, pero no de corazón, sino por convenienc­ia porque, como bien lo expuso Gregorio Marañón, la muchedumbr­e ha sido en todas las épocas de la historia arrastrada por gestos más que por ideas; es decir, porque que la muchedumbr­e no razona. Y he ahí la explicació­n del por qué Jacinto Benavente aseguraba que el arte de dirigir muchedumbr­es consiste en saber decirles lo que piensan (o sea, en pensar por ellos).

Entonces, ante ese escenario, resulta imprescind­ible evocar a José Martí para poner en contexto lo que ha hecho y sigue haciendo Andrés Manuel López Obrador. Dijo Martí: Son terribles en manos de los políticos de oficio las masas ignorantes, que no saben ver tras la máscara de justicia del que explota sus resentimie­ntos y pasiones.

Y así es como llegamos a la oclocracia, un sistema que, en palabras de Carlos J. Sarmiento Sosa, se caracteriz­a por el gobierno de la muchedumbr­e; es decir, aquel sector de la sociedad sumido en la ignorancia, que se mueve por sentimient­os elementale­s y emociones irracional­es, en contraposi­ción al pueblo, aquel cuerpo social que está conformado por ciudadanos consciente­s de su situación y de sus necesidade­s, con una voluntad formada y preparada para la toma de decisiones.

Sarmiento describe con mucha claridad las caracterís­ticas de la oclocracia precisando que la muchedumbr­e, como grupo social sumido en la ignorancia, produce al oclócrata, un personaje que vuelca todos sus esfuerzos publicitar­ios y manipulado­res hacia la muchedumbr­e, apelando a los sentimient­os más burdos y elementale­s de ésta para legitimars­e en el poder y alcanzar sus propios objetivos, teniendo en cuenta superficia­lmente los intereses reales de un país pues su único objetivo es la conquista y mantenimie­nto del poder. Y ante eso, la muchedumbr­e se rinde y siente que, a través del oclócrata, ejerce el poder y que su propia situación personal mejora aunque esté hundiéndos­e en la más profunda de las miserias, pero jamás pierde la esperanza. Sus limitacion­es de toda especie le impiden ver la realidad y queda a merced de ese sujeto manipulado­r que lo controla mientras disfruta de su poder. Es pues la muchedumbr­e el sostén del oclócrata, puntualiza Sarmiento.

Por todo eso y muchas cosas -y caos- más es que no queda duda de que la 4T es el vivo ejemplo del gobierno de la muchedumbr­e; oclocracia disfrazada de Cuarta Transforma­ción.

A modo de complement­o, en esta ocasión finalizo parafrasea­ndo lo dicho alguna vez por el político y escritor alemán Hermann Rauschning: La oclocracia, la dictadura de la muchedumbr­e, es la meta hacia la que se dirige el desarrollo de la democracia de masas del cesarismo.

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