El País Dorado Shusaku Endo
ELEMENTUM
Pocos autores han logrado capturar el dilema de la fe, el creyente y la figura de Jesús como Shusaku Endo. Un escritor católico, de nacionalidad japonesa que logra penetrar en las callosidades del alma humana, revelándonos otra manera de ver algo que para nosotros está tan automatizado como ver el sol.
Endo, ya en su obra más reconocida Shinmoku, traducida al español como Silencio nos había presentado al sacerdote Cristóvão Ferreira como el mentor de los dos protagonistas, también nos lo presenta como un personaje impenetrable y misterioso que ha renunciado a la fe a la que tanto amó y por la que emprendió su viaje misionero al todavía más inaccesible Japón.
La historia se ubica en el Japón del periodo Edo, en mil novecientos treinta y tres en la remota ciudad de Nagasaki. El inquisidor Chikugo Inoue comienza a sospechar que los aldeanos están ocultando al sacerdote y que celebran misas a escondidas. Debido a que es una obra de teatro y no una novela como tal, el escrito se encuentra divido en tres actos, el primero con dos escenas, el segundo con tres y el tercero con cuatro. Endo, como ya mencioné, retoma personajes de Silencio sin que El País Dorado se sienta fuera de lugar, sino que, al unir ambas piezas, la trama y los personajes cobran más profundidad. Los temas que el autor trata con delicadeza son, para empezar, los motivos de Ferreira para abdicar, cambiarse el nombre a Sawano Chuan y escribir el Kengiroku (Desenmascarando la falsa doctrina) en contra de su fe y descubre un poco más de esa conversión que parece, a primera impresión, tan recalcitrante e inesperada, pero que, con esta obra, se vuelve algo comprensible, sin perder el misterio sobre si aquella conversión fue sincera o no.
El País Dorado hace que Silencio se vuelva un texto aún más rico y disfrutable, pero por sí solo, es también una obra conmovedora sobre el espíritu humano, sus creencias, el choque entre dos culturas tan distintas y, el amor al prójimo.