Alguien pudiera decir
“tengo felicidad”, pero la expresión común es “soy (o estoy) feliz”. El sentido común expresa de tal manera la naturaleza de la felicidad, que no es de orden de la tenencia o la posesión, sino del ser. La felicidad es un modo del ser.
Lo anterior significa que, al hablar sobre la felicidad, hay que procurar la distinción entre el ser y el tener; hay que definir en cuál de los dos campos se encuentra nuestro tema. Para proclamarme feliz, ¿debo tener o debo ser? ¿Es la felicidad una parte de nuestro ser o uno de sus tantos accesorios? Los diccionarios de español nos advierten, generalmente, que la felicidad es, sobre todo, un estado de ánimo -sea emoción o sentimientoque surge cuando el individuo alcanza una meta o logra una realización que le reporta bienestar o satisfacción.
Por cierto, hay también en los diccionarios más comunes, definiciones que no nos dicen nada sobre la felicidad, como aquella que reza: “Es el estado emocional de una persona feliz”, algo así como “la locura es la forma de ser del loco”. Nada sacamos de esto.
Los filósofos -personas que han hecho de la felicidad un objeto casi exclusivo de su reflexión- no tardan en exponer lo que sus profundas y concisas reflexiones les proveen para abordar este tema. Ahora expongo unos cuantos ejemplos. Según Aristóteles, la felicidad es la autorrealización (que se logra con la virtud), mientras que Manuel Kant afirmó categóricamente que la libertad es un deber. Friederich Nietzsche, por su parte, sostenía que la felicidad es un estado de voluntad como efecto de la actividad. Bertrand Russell cree en la felicidad como una conquista. Jean Paul Sartre señalaría que la felicidad consiste en
querer lo que uno hace. José Ortega y Gasset defendía que la felicidad es la intersección entre tu proyecto de vida y lo que realmente haces. Estas ideas que sobre la felicidad han tenido los filósofos son una pequeña muestra de la diversidad en sus definiciones, pero al final de cuentas queda algo en común que por su obviedad no debiéramos ni mencionarlo: la felicidad es parte del ser de las personas, está en la constitución del sujeto mismo, en su vida.
La autorrealización, el deber, la voluntad, la conquista, el querer lo que se hace, son dependientes del ser humano. Los filósofos están hablando, al final de cuentas, de algo que forma parte de un ser, de algo que es. La dimensión en la que se halla la felicidad es la del ser.
Quizás se pudiera caer en la confusión de que la felicidad es una tenencia porque se habla de ella como propiedad de una persona, pero aquí el término “propiedad” tiene el sentido de que forma parte de una integridad de un ser, no como una posesión de algo externo al ser mismo. Quizás no nos equivoquemos al sostener que somos felicidad, siempre y cuando decidamos ser felicidad. La felicidad no se tiene, sino que es vida, la vida que se es.
Nadie nos la puede quitar, nadie nos la puede dar, porque es nuestro ser. Aquí no hay derechos de tenencia.
Sean felices, tengan lo que tengan.