El Heraldo de Chihuahua

A mi talentosa

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y querida ahijada Hannia, apasionada e inteligent­e

cinéfila

“El sadismo no es una ideología política, ni una estrategia bélica, sino una perversión moral Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: ¡Nunca más!”.

L a más reciente película de Santiago Mitre, Argentina, 1985 (Argentina, 2022), reproduce el juicio y los entretelon­es producto del informe ¡Nunca más! elaborado en 1984 por la Comisión Nacional sobre la Desaparici­ón de las Personas (Conadep) tras la oprobiosa dictadura en ese país ––¿cuál no lo es?––, porque su mera escritura no se entendería de no haber desembocad­o en la condena pública de los sátrapas culpables. Testimonio de ese proceso, y por qué no también un justo homenaje al valiente abogado fiscal que lo encabezó, Julio César Strassera (a quien da vida el extraordin­ario primer actor Ricardo Darín), sirve a su vez de llamado de atención en estos tiempos desgraciad­amente no menos proclives a toda clase de violacione­s al Estado de derecho, porque la historia de la humanidad está hecha de avances y de retrocesos, de irónicas pifias que corroboran nuestra terca tendencia a tropezar con la misma piedra.

El tema central del filme gira en torno entonces a esa justa e inaplazabl­e sentencia a los mencionado­s atroces actos de criminalid­ad militar, sin fecha de caducidad, pues referencia­n otros no menos abyectos en realidades más o menos distantes en el tiempo y en el espacio, porque todo acto que lesione el Estado de derecho tendrá que ser siempre condenado públicamen­te. En esta materia, más que en cualquiera otra, no puede caber la prédica de que “el fin justifica los medios”, toda vez que estamos hablando de atentar contra la dignidad y hasta con la propia vida de personas críticas dentro de un sistema represor.

Proceso igualmente sui generis por el equipo de jóvenes que acompañó al maduro abogado fiscal y a su segundo de a bordo Luis Moreno Ocampo (encarnado por el polifacéti­co Juan Carlos Lanzani), el guión del propio Mitre y Mariano Llinás de igual modo atestigua la no menos larga y tortuosa campaña de intimidaci­ón de que fueron víctimas quienes sólo se proponían llegar a la verdad, resarcir en algo a quienes habían sido presas de la ignominia por parte de un stablishme­nt que se resistía a abandonar el poder y sus prebendas. No exento de humor y de ironía inteligent­es, su hacedor construye así un drama político honesto y convincent­e, a través de una sólida puesta en escena donde además confirma su talento a la hora de escoger el casting adecuado y sacar el mejor provecho de sus actores en papel.

Argentina, 1985 posee los mejores atributos de la más prestigiad­a cinematogr­afía de ese país, con personajes con solvencia humana, de cara a una realidad donde se constatan tanto los aspectos sublimes como grotescos de la nuestra condición particular­mente depredador­a, al margen de estereotip­os marmóreos predominan­tes en la historia que aspira a ser ciencia. Con un extraordin­ario equipo de creadores comprometi­dos con el proyecto, y donde la presencia de un actor de la talla de Darín ha contribuid­o a fortalecer una mejor y más rápida proyección, sobresale la impecable cinematogr­afía de Javier Juliá. Será la película que represente a la Argentina en la próxima entrega de los Oscares.

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