Temprano por la mañana mientras tomaba café
(como es mi costumbre) comencé a revisar las noticias por internet, cuando me percaté que tenía que pagar por el artículo que quería leer.
No quería comprarlo, pero era tal mi interés que invertí tiempo (sin éxito) para descargarlo de otras maneras hasta que finalmente alguien me lo pasó. Hay personas que prostituyen su cuerpo para sobrevivir, ahora uno se “prostituye” de otras maneras para informarse y acceder al conocimiento, que a veces cuesta más que una buena comida diaria. Pareciera que hemos llegado a la premisa de elegir: comer o pensar. Leer cuesta, más aún en estos tiempos de inflación donde no sólo aumentaron los precios de la canasta básica, sino también del conocimiento y los buenos textos en línea. El artículo abordaba la “pospobreza” y “pospobres” de nosotros, que ya ni para darse el lujo de invertir un artículo académico podemos por elegir satisfacer otras necesidades. “Pos” es el prefijo de moda que define lo que sucede en nuestra época y fija una ruptura con la modernidad, respecto a las formas establecidas desde hace siglos. Busca otras formas de expresión y pensamiento, critica al racionalismo y el positivismo por considerarlos anticuados y se centra en el culto al individuo. En esta era se busca lo inmediato, lo fácil, nada permanece y se valora más la forma que el contenido. En tiempos del “pos”, la modernidad se convirtió en posmodernidad; la democracia en posdemocracia; la verdad en posverdad; el humanismo, en poshumanismo y con el artículo que me “pasaron” ahora resulta que la pobreza, en pospobreza. Escribía Adam Smith que la economía habría de producir bienestar a todos, incluídos los pobres, pero sabemos que no es así. Con las condiciones actuales, sobre todo con el “pseudogobierno” que tenemos, ya no se piensa en que las cosas ocurrirán en un futuro, sino que sucederán: no estarán posiblemente más personas en pobreza extrema, simplemente lo estarán. La posverdad afecta al mundo de la política principalmente. El diccionario Oxford indica que se produce cuando los hechos objetivos dejan de tener influencia por apelar a las emociones y las creencias personales. Las mentiras o la información tergiversadas y los “otros” (como diría AMLO), prevalecen. Los políticas se inventan historias, las cuentan con tal pasión que la gente termina creyéndolas.
La dosis hace el veneno, ese es el principio de toxicología que el químico Paracelso expresó hace 500 años, para referirse a cualquier sustancia que solo perjudicará si se administra en dosis elevadas. La relación entre la democracia y la verdad siempre ha sido conflictiva. La política para funcionar requiere de ciertas dosis de mentiras en pro de un bien superior, pero administrada en cantidades excesivas puede matar. La posdemocracia es una suma de posverdad más democracia; la “pobre” democracia se ha desvinculado de la verdad y esto se ha convertido en regla general. Poquito veneno no mata, pero ahora se pasaron y no cuidaron las dosis. Las mañaneras de AMLO es un show (si usted tiene pensamiento crítico) para darse cuenta de la posverdad y la posdemocracia. El que controla la semántica, controla la realidad. El contrato social que tanto defendió Russeau para una convivencia sana, ahora cambia y la mentira se vuelve un obstáculo para convivir. “Pos, pos, pos” es el prefijo, “posmejor” nos ponemos las pilas y combatimos con pensamiento crítico, los males que nos aquejan. Espero pronto no tener que hacer malabares para conseguir conocimiento y dejar de ser un poco más ignorante.
Las mentiras o la información tergiversadas y los “otros” (como diría AMLO), prevalecen