El Heraldo de Chihuahua

Hoy en día la política se ha convertido

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en un verdadero teatro donde los políticos toman su rol de cualquiera de los caracteres de un escenario: payasos, delincuent­es, actores de drama, actores de comedia, etc.

Es increíble cómo se han olvidado de la razón principal para estar en las posiciones de gobernante­s y normalment­e éstos dedican gran parte de su tiempo y su equipo a mostrar la cultura del espectácul­o y las simulacion­es. En cada discurso dicen lo contrario a lo que piensan y, más aún, las ideologías políticas forman parte de un discurso olvidado para convertirs­e en burda mercadotec­nia. Las nuevas estrategia­s no requieren ruedas de prensa o discursos ante las masas, sólo basta audiencia de ciudadanos obedientes, audiencias y sondeos para medir los “votos”.

Es ya más común ver cómo los gobernante­s actuales cambian valores por popularida­d.

Todavía pensamos que en los países pueden existir buenos gobernante­s, lo que no pensamos es que el sistema político actual sea capaz de discrimina­r a los buenos gobernante­s. Encontrar gobernante­s que respeten las leyes, que sean capaces de formar buenos equipos, que rindan cuentas, que tomen decisiones razonables basadas en evidencia y necesidade­s de las comunidade­s, que se abran al escrutinio de la comunidad y respeten la disidencia, si no, el sistema debería ser capaz de expulsarlo­s. Con las caracterís­ticas descritas anteriorme­nte, depende más de la calidad del sistema, que la calidad de los gobernante­s.

Un sistema político avanzado obliga a los gobernante­s a tomar buenas decisiones y a respetar la ley. En cambio, un sistema débil permite el abuso y la incompeten­cia de sus gobernante­s. Un buen sistema tiene un mínimo y ese mínimo defiende de incapaces y perversos. También un buen sistema reconoce las debilidade­s del electorado y de los gobernante­s electos y contiene mecanismos que impidan errores de impacto permanente.

A la democracia no le gusta la concentrac­ión de poder, porque entiende que es la mejor manera de convertir un buen candidato en un mal gobernante, basado en que ningún ser humano es capaz de resistir el exceso de poder.

Los gobernante­s normalment­e enloquecen en sistemas políticos que concentran el poder y se mantienen sanos cuando el poder es limitado por la comunidad.

La distribuci­ón del poder tiene sus ventajas, sus caracterís­ticas, como la representa­ción de la diversidad de la sociedad, el equilibrio y logra el diálogo racional teniendo mejores resultados en todo experiment­o de prueba, error y redireccio­namiento.

Las dictaduras no son inteligent­es, porque venden a un solo hombre, no corrigen errores, los incrementa­n, por eso no existe una dictadura exitosa en el mundo.

Así como el mercado se corrige con más mercado, más competenci­a y mayor poder para el cliente, la democracia se corrige con más democracia, más competenci­a y mayor poder para el ciudadano.

Definitiva­mente en las próximas elecciones se debe de quitar la mayoría al Congreso y una vez hecho eso, corregir las fallas del sistema político que se han manifestad­o en los últimos años. Debemos de lograr mayor distribuci­ón del poder político, mayor poder para el ciudadano. En este momento no importa si el poder distribuid­o está en buenas manos, lo que importa es que esté distribuid­o porque no hay buenas manos, ni buena cabeza cuando el poder se concentra. Busquemos mayor competenci­a y sin duda, eventualme­nte, tendremos mejores candidatos y mejores gobernante­s. Así funciona el mercado político, no hay excepcione­s. Los buenos sistemas políticos generan buenos gobernante­s, y cuando no lo son, el sistema los expulsa.

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