El Heraldo de Chihuahua

El proceso electoral de 2024

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se adelantó y esto no es necesariam­ente bueno para la ciudadanía, pues la "contaminac­ión" electorera ocupa espacios grandes en la vida pública del país, y lo está haciendo desde una oscura polarizaci­ón que nos enfrenta y divide.

Se avizora un proceso en el que la propuesta se verá opacada por la discusión estéril y el ataque personal, en donde la elección parecerá una cuestión de selecciona­r al o la "menos peor".

Y que no se malentiend­a, no considero que haya mala oferta de perfiles, pero el punto de partida de este momento electoral ha sido el juicio moralista, ese que ha hecho que pensemos que los políticos deben ser perfectos, por lo que las campañas políticas se han convertido en espacios de exhibición de errores y los peores ángulos de los contendien­tes.

Históricam­ente, ante la incapacida­d que los políticos tienen para desarrolla­r campañas sanas, hemos terminado proceso tras proceso con una sensación de hartazgo; los mexicanos definitiva­mente no estamos diseñados para el pesimismo.

El cansancio postelecto­ral origina el comienzo de gobiernos en condicione­s de apatía social, esto alimenta inevitable­mente la falta de participac­ión ciudadana y los malos ejercicios gubernamen­tales.

En vista de que los políticos no cambian sus dinámicas politiquer­as, la alternativ­a es que los ciudadanos cambiemos la forma de transitar los tiempos electorale­s.

Pareciera que tenemos que hacer lo que los políticos no y quizás así es, pues al final la conducción política del país nos correspond­e y es a nuestras familias a quienes afecta la manera en que se haga. Pero, ¿cómo debemos abordar la situación?

No hay manual definido, de haberlo, hace años lo estaríamos siguiendo con tal de evitar lo nefasta que se torna la política en estos tiempos, pero sí podemos establecer requerimie­ntos que se deban cumplir para que los políticos tengan acceso a nosotros; sin duda, lo que los candidatos buscan es acceso, pues de ello depende la que hacer lo que los políticos no y quizás así es, pues al final la conducción política del país nos correspond­e y es a nuestras familias a quienes afecta la manera en que se haga. Pero, ¿cómo debemos abordar la situación?

Pareciera que tenemos

persuasión y los votos.

Debemos valorar nuestra posición de ciudadanos, que tenemos capacidad de cuestionar, validar, exigir y finalmente, votar. Ante el escenario intenso debemos prestar atención profunda a elementos que nos ayuden a discernir si el evento, dicho, propuesta o debate que se presenta soluciona alguna problemáti­ca de nuestras comunidade­s, si nos ayuda a resaltar lo mejor de los mexicanos, si nos presenta un escenario que nos una y nos fortalezca y si hace a la ciudadanía parte de las decisiones que se tomen después de la elección.

Es impensable que el clima electoral se desarrolle sin alternativ­as de solución, que además nos divida y nos mantenga al margen de los procesos de la vida pública del país.

Consideran­do la participac­ión, el bien público y la unidad nacional como ejes de nuestro análisis, podremos buscar que nuestras decisiones mejoren la realidad.

Mejorar esta realidad está en manos de los partidos, dándoles oportunida­d a gente nueva con capacidad de hacer que las cosas cambien; el reciclaje de políticos hace mucho que dejó de funcionar.

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