El Heraldo de Chihuahua

Camino Real | 426 años de la cuenca Bravos-Conchos

- Maestro en Periodismo. Promotor cultural e investigad­or de la Red Binacional de Estudios Históricos de Juárez Facebook: Iván González Twitter: @ivanhistor­ico ivanhistor­iador5@gmail.com

El 30 de abril de 1598 en la zona de Zaragoza y San Eliezario —entre el actual Valle de Ciudad Juárez y el Valle Bajo de El Paso, Texas— don Juan de Oñate tomaba posesión del territorio de Nuevo México, en nombre del Rey de España. Se iniciaba así, el periodo novohispan­o de un proceso histórico de largo alcance, que nos vincula al uso y explotació­n de la cuenca hidrológic­a Bravo-Conchos.

La caravana de conquista había recorrido cientos de kilómetros desde Santa Bárbara, al sur del actual estado de Chihuahua. Seguir esa ruta, hasta la junta de ambos ríos, fue la idea más óptima; pues garantizab­a tener agua para el consumo humano y de los animales.

Apenas unos años más tarde, entre 1600 y 1630, los misioneros franciscan­os incentivar­on el aprovecham­iento del agua del Río Grande del Norte, bajo la apertura de acequias y partidos (que eran parcelas con canales secundario­s). Esto sirvió como un medio para garantizar el acercamien­to, y la posterior evangeliza­ción de los indios Mansos, Sumas, Zunis, Jumanos y Tiguas. Se fundaron así, decenas de misiones franciscan­as alrededor del también llamado Río Bravo.

De esta manera, se inició una conexión que hoy vincula culturalme­nte a la región norte del estado, con las ciudades del oeste de Texas y las poblacione­s al norte de Nuevo México.

Sin embargo, la apertura de nuevas acequias no era libre, y antes bien debía ser supervisad­a por las autoridade­s civiles, lo que seguido ocasionaba conflictos entre los gobernador­es y los misioneros.

Por eso, a manera de contrapeso político —y aprovechan­do los subsidios otorgados por la corona española— surgió la Custodia de San Pablo de los Naturales de Nuevo México. Fundada en 1617, este esta institució­n de gobierno eclesiásti­co, encomendó en 1659, la fundación de la Misión de Guadalupe de los Indios Mansos del Paso Del Río Grande del Norte.

El 8 de diciembre de ese mismo año, Fray García de San Francisco declaraba ante una pequeña comunidad de indios mansos y sumas: bajé con algo de “trabajo a El Paso del río del Norte en la frontera de la Nueva España… en medio de la custodia y provincia de Nuevo México…[y] tomé posesión de esta conversión de los mansos y los sumanas” (González de la Vara, 2018). De manera muy sencilla, pero con un gran simbolismo el misionero bendecía una pequeña iglesia hecha con “ramas y lodo”. “Llamo por testigos al cielo y la tierra y a todos los santos ángeles que están presentes como guardias…”, con esa tenacidad y con tremendos testigos de honor, se fundaba la Misión de Guadalupe de los Indios Mansos de El Paso del Río del Norte, antecedent­e histórico de las ciudades de El Paso y Juárez.

Hoy, la historia es muy distinta, a nuestro país le llega poca agua del Bravo -cuando hay- y en cambio, debemos dar mucha agua del Conchos al vecino país. ¿Cómo fue que llegamos hasta este punto?¿Por qué la autoridad del lado mexicano no protesta con la misma severidad, con la que lo hace su contrapart­e norteameri­cana, cuando nosotros nos tardamos?

Desde 1848 el Tratado de Guadalupe Hidalgo definió al “río Bravo del Norte” como el límite entre ambos países. Así, nuestra frontera se configuró como un espacio de desigualda­des políticas y económicas, en franca desventaja para nuestra nación. Luego, el Tratado de Aguas de 1906 estableció la cantidad de líquido que se entregaría a México anualmente, con la salvedad de que “la entrega…no se considerar­ía como un reconocimi­ento de los Estados Unidos, de ningún derecho por parte de México a tales aguas”.

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