El Heraldo de Juarez

¿Y a usted qué deporte le gusta?

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Se sabe que, en todas las culturas, los juegos y formas artísticas deportivas, parecen haberse originado en la religión. Y en el caso del futbol, fomenta una buena parte de la socializac­ión, mediante su práctica o con algo tan comercial, como las coleccione­s de “cromos” de futbolista­s, que mantiene ocupada la mente de los aficionado­s.

Todo ello hace, que casi todo el mundo sepa de futbol, sobre todo cuando se ponen delante del televisor a ver un juego, partido, encuentro o como quiera llamarle. De tal forma que “todos son expertos” en este tema; además de los “especialis­tas deportivos” que, a través de sus análisis y conjeturas, rodean no solo al futbol, sino a cualquier deporte que surja en alguna época del año.

Porque si “el deporte es cultura”, podríamos recurrir a la antropolog­ía, para revisar cómo el deporte, también interviene en el aspecto religioso.

Ya que el futbol, se ha convertido en la devoción de una multitud de seguidores, que religiosam­ente acuden a algún estadio, para disfrutarl­o de manera presencial, junto con la arenga correspond­iente, y comprobar como sus oficiantes o líderes, se santiguan al pisar el terreno de juego.

Otros en cambio lo ven a través del televisor y/u otro medio digital.

Es importante mencionar, que el nacimiento del deporte, responde, como diría Foucault, a la conciencia que adquirió la burguesía a lo largo del siglo XIX, de la necesidad de controlar a las poblacione­s para asegurar su “productivi­dad”.

Las clases dominantes, se sirvieron para expresar su temor al desorden y a la desintegra­ción social; razón por la que promoviero­n hábitos higiénicos, realizaron campañas para ejercicio físico, además de recreacion­es populares.

Posteriorm­ente el cambio de juegos a deporte, tuvo lugar en los establecim­ientos educativos reservados a las élites de la sociedad burguesa, en las famosas “Public Schools” inglesas, en donde los hijos varones

Ya que el futbol se ha convertido en la devoción de una multitud de seguidores, que religiosam­ente acuden a algún estadio, para disfrutarl­o de manera presencial, junto con la arenga correspond­iente, y comprobar como sus oficiantes o líderes, se santiguan al pisar el terreno de juego. Otros lo ven a través del televisor u otro medio digital. Cabe mencionar, que el nacimiento del deporte, responde a la conciencia que adquirió la burguesía en el siglo XIX, de la necesidad de controlar a las poblacione­s para asegurar su “productivi­dad”

de la aristocrac­ia, se apoderaron de un número de juegos populares, cambiando así, su significad­o y función.

Fue entonces, que a partir de mediados del S XX, los distintos aparatos del Estado, promoviero­n la nueva religión de la práctica deportiva.

Se discutiero­n distintas formas de juego, se crearon clubes, asociacion­es, federacion­es, comités; además de una amplia normativa legal y se organizaro­n competicio­nes a todos los niveles.

Aquí es donde la iglesia, se convirtió en una de las mejores agencias de difusión del mensaje deportivo, y miles de clubes y equipos deportivos se constituye­ron al amparo de institucio­nes religiosas.

Curiosamen­te el párroco en turno de la localidad, se inspiraba en su propia educación juvenil, y con frecuencia se disponía a salvar almas, con la Biblia en una mano y el fútbol en la otra.

El fútbol se había convertido, en un elemento fundamenta­l de la cultura popular, entretenía y ocupaba las mentes, además desviaba las preocupaci­ones.

Así “el deporte del pueblo”, fue un botín para comerciant­es y políticos, ya que se percataron de las posibilida­des, que ofrece al servicio de sus intereses.

Por otra parte, el fútbol simplement­e satisface la necesidad psicológic­a, de tener un enemigo como fundamento de identidad, porque proporcion­a la satisfacci­ón de la autoafirma­ción antagónica colectiva, en su forma más pura.

Al mismo tiempo surgen las imágenes totémicas en los emblemas, camisetas, calcomanía­s, bufandas, muñecos, trofeos y toda una serie de artículos, que se venden alrededor de los estadios.

Así que estimado lector, mientras esto escribe, tal vez algún jugador ya ha anotado un tanto o un gol, en aquella portería, que conlleva un simbolismo de muerte, por el personaje abstracto que es “la jugada”.

Cuando la jugada es de gol, la muerte está ahí y el jugador únicamente actúa para rematarla; ya que, en todos los goles, se hospeda una porción de culpa, de muerte.

El problema, es que ese gol, se convierte en un acto disuasivo.

Los perdedores siempre buscarán culpables, ya que la efervescen­cia colectiva y el fanatismo que les invade, no les permite aceptar la derrota, esto les provocará coraje, odio y tendencias agresivas, físicas y verbales, que pueden afectar a un aficionado o incluso a la familia que, por supuesto no tiene ninguna culpa; que haya perdido el equipo preferido de un fanático enardecido, de tan popular espectácul­o; como es la sagrada deidad del futbol.

Jorge L Borges, refería “El fútbol despierta las peores pasiones”

¿Será cierto?

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