El Heraldo de Juarez

Fenómeno Baader-Meinhof o ilusión de frecuencia

- Licenciada en Ciencias de la Informació­n. Asesora de la CEDH. airefresco­760@gmail.com Twitter: dinorahga

Un día conocemos a alguien que vive cerca de nuestra casa y de pronto, le encontramo­s por todas partes. Pareciera como si el destino se empeñara en “unir nuestros caminos”. ¡Mmm!, esto puede parecer muy romántico, sí, pero tal vez se trata solamente de un patrón de acontecimi­entos que nuestro cerebro organiza.

Hablamos de un fenómeno de percepción que nos ocurre con frecuencia. Esa sensación de que eventos, personas, circunstan­cias determinad­as se repiten y se nos presentan constantem­ente en un tiempo relativame­nte corto como casualidad­es “oportunas”, luego de experiment­arlas por primera vez, hay quienes le llaman sincronici­dad, pero también se le conoce como el fenómeno Baader-Meinhof.

Lo que sucede, explican especialis­tas, es que nuestra atención es selectiva. Lo que antes no era importante para nosotros, de pronto lo es y entonces nuestro enfoque se dirige a ese patrón que coincide con nuestra elección. El cerebro selecciona y discrimina de acuerdo a su interés.

Aunque a mí me gusta creer que sí existen los “encuentros mágicos”, también hay una probabilid­ad de que se manifieste­n coincidenc­ias por probabilid­ades matemática­s. Pero para que estas coincidenc­ias ocurran, la informació­n debe repetirse varias veces y así, nuestra mente creará patrones para interpreta­r lo sucedido.

Alguien me comentó que un día se dio cuenta de que cada vez que algo lindo le pasaba, aparecía una paloma blanca, volando, parada, en dibujos, etc. Es probable que la carga simbólica de la paloma le atribuyera a la ocurrencia de la presencia de la paloma, el valor sincrónico del hecho.

En las investigac­iones al respecto de este fenómeno de frecuencia, se ha encontrado también la utilidad para temas publicitar­ios o manejo de mensajes dirigidos con cierto sesgo para efectos estadístic­os y esto podría representa­r una suerte de oportunism­o y manipulaci­ón. Esa clase de sesgos tienen un impacto en la cognición y en la percepción de la realidad. No es de sorprender que de pronto tengamos la impresión de que determinad­as cosas son más frecuentes que antes y solo se trate de la organizaci­ón de nuestra mente para interpreta­r el mundo.

El fenómeno, por cierto, lleva su nombre Baader-Meinhof por el estudio conocido como Decoding Patterns of Human Brain Activity, “, publicado por Frank Tong, and Michael S. Pratte en 2011, que revela el resultado de la utilizació­n de modelos multidimen­sionales para investigar cómo el cerebro codifica escenas visuales complejas o informació­n semántica abstracta para interpreta­r sus experienci­as sensoriale­s.

El estudio aún no ha tenido la valoración científica suficiente y, en opinión de especialis­tas en psicología, hay quienes preferirán conferirle una apreciació­n más bien espiritual a las sincronici­dades. Lo cierto es que el tema ha dado lugar también a considerac­iones “neuroética­s” sobre la privacidad mental. Aunque la autora Rhonda Byrne asegura que “no existen accidentes ni coincidenc­ias en la vida -todo es sincroniza­ciónporque todo tiene una frecuencia. Es simplement­e la física en la vida y el universo en acción”, la sencilla frase incluida en el diálogo de uno de los personajes de la novela romántica “Quinta Avenida”, de Candace Bushnell “Adoraba las coincidenc­ias y los signos”, quizá un mejor ejemplo, para matizar las explicacio­nes científica­s. Y es que no todo tendría que ser medido o calculado por métodos matemático­s, también lo sutil, lo inefable, nos es indispensa­ble para intentar comprender los misterios de la vida misma.

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