`Está lúcido, perfectamente'
Detenida junto con sus amigos por Xipe Tótec, con Xiuhtecuhtli y Tláloc –deidades del fuego y de la lluvia– combatiendo a lo lejos, Érika se maldice al pensar algo como: “¡Por qué diantres no sabemos más de los dioses aztecas!”.
“Era algo de lo que casi nadie hablaba, en la escuela menos. ¿Por qué –se decía– si estaban en México, si ésos habían sido los dioses de sus antepasados, de sus tatarabuelitos o bisabuelitos, de sus remotísimos ancestros?”, cuestiona la adolescente salida del imaginario de José Agustín (Acapulco, 1944).
Una laguna que, al menos durante los últimos 30 años, algunos profesores de literatura han ido paliando al recetar a los jóvenes aquella aventura fantástica con tintes de terror en clave “joseagustiniana” que terminaría por abrirle el camino de la lectura a tantos: La panza del Tepozteco (Alfaguara, 1992).
La ya clásica historia de la excursión a al Tepozteco por seis adolescentes y una niña, chilangos todos, “en sus delirantes aventuras subterráneas y su encuentro con el antiguo panteón de las deidades del mundo náhuatl prehispánico”, escribe Fernanda Melchor en una edición conmemorativa por las tres décadas del título, ya en librerías, y que su autor ha tomado con gran gusto.
“Él dijo, cuando se enteró (de la nueva edición), que qué felicidad, pues es un libro que él había escrito sin ninguna gran intención, como creyendo que a lo mejor sería un trabajo ahora sí que de encargo, que quizá no pasaría con sus demás obras a pertenecer a su estilo o a su canon que tanto lo caracteriza”, cuenta en entrevista Agustín Ramírez, “Tino”, ilustrador e hijo del autor acapulqueño.
“No esperaba que le redituara tantas ventas, para empezar; yo creo que nunca se imaginó eso, y que aguantara 30 años”, agrega sobre uno de los libros mejor vendidos de su padre, especialmente en Morelos, donde muchos maestros lo siguen recomendando.
Así, encargado por algún profesor, es precisamente como tantos han llegado a esta novela que el también autor de La tumba o La contracultura en México escribió a convocatoria de Alfaguara con motivo de los 500 años del “descubrimiento de América”, para una colección juvenil que además incluyó a Juan Villoro, Bárbara Jacobs y Francisco Hinojosa, quien ahora prologa la edición conmemorativa.
“Lo recuerdo como si me estuviera volviendo a suceder justo ahora: de pronto, aquel libro que teníamos que leer (La panza del Tepozteco) era un libro que podíamos haber elegido leer”, narra, por su parte, el escritor Emiliano Monge, quien lo leyó un semestre en que él y un compañero reprobaron siete de
La panza del Tepozteco,
ocho asignaturas, aprobando únicamente la de literatura.
“Y es que por las páginas del libro de José Agustín no sólo paseaban unos cabrones que podíamos haber sido nosotros, mis amigos y yo, sino que ellos –el gordo Tor, Yanira, Érika, Alaín, Selene, Indra y Homero– se hundían en la pendiente de una historia que también podría habernos sucedido a nosotros: la de un viaje que de repente se convierte en una exploración vital que luego, de golpe, se transforma en una experiencia mística”.
Además de Monge y Melchor, también Altonio Malpica y Ana Romero aportan testimonios de su lectura en la nueva edición.
CORREGIDA Y AUMENTADA
En la dedicatoria de La panza del Tepozteco, José Agustín legó: “A Tino recién salido de estos territorios”, dirigido a su hijo, quien no hacía tanto había acampado en las entrañas de la montaña con sus amigos.
“Algo de eso debió disparar el gatillo creativo de mi padre, y la novela comenzó a crecer en su esquizogénesis de personajes místicos y niños revoltosos”, escribe en su aporte a los textos conmemorativos de la nueva edición el propio Tino, quien fue invitado en aquel tiempo por su padre a realizar algunas ilustraciones.
“Yo lo considero un gesto de respaldo, de camaradería, de darme un impulso, tratarme de meter al mundo editorial, que viera yo lo que se siente ver unos dibujos ya impresos en unos libros”, estima el ilustrador, quien ahora recibió la invitación de Alfaguara a darle un retoque a tales ilustraciones y a incluir algunas nuevas.
“Cuando me invitaron dije: ‘No, pues bueno, obviamente podría hacer algo mucho mejor’”, señala quien tenía apenas unos 16 años cuando dejó impresa su primer interpretación gráfica.
Además, la nueva edición incluye testimonios de sus hermanos, Andrés y Jesús Ramírez Bermúdez.
El resultado, por lo pronto, ha hecho feliz al padre. “Está muy contento, creo, igual que yo. Revisa su libro felizmente, lo veo releyéndolo; lo caché por ahí riéndose de lo que escribió”, comparte Tino. “Y sí, le gustaron las ilustraciones y todo; me felicitó, y no es algo que yo le dé chance de hacer muy seguido”.
La nueva edición de La panza del Tepozteco, de José Agustín, incluye imágenes que el fotoperiodista español Kim Manresa hiciera en abril de este año al escritor acapulqueño, quien hace tiempo que se alejó de los reflectores y el espacio público.
“Kim tuvo una buena sesión ahí con mi padre, entonces decidimos incluirla también”, apunta Agustín Ramírez, “Tino”.
En las imágenes se puede ver el estudio del escritor en su casa de Cuautla, Morelos; el mural que pintara su hermano, Augusto Ramírez “Guti”, y al propio José
Agustín acompañado por su compañera de vida y madre de sus tres hijos, Margarita Bermúdez, con quien el año próximo cumplirá 60 años de matrimonio.
“Son una pareja a prueba de fuego”, califica Tino.
Sobre todo, salta a la vista el buen estado del escritor, una de las figuras clave de la literatura mexicana.
“Digamos que está bien, sí, mejor que peor. No está escribiendo, ya está retirado, podemos decir que jubilado”, refrenda Tino. “Creo que con todo derecho, aunque él hubiera querido seguir escribiendo. Dejó varios libros inconclusos; yo tuve acceso a leer lo poco o lo mucho que llevaba avanzado en algunos proyectos, y eran excelentes”.
Un retiro más bien involuntario a partir de una desafortunada caída en 2009 que le produjo una lesión craneal; “la verdad es que ya no pudo continuar con el trabajo de ser escritor, que es un trabajo extenuante y demandante, más para él que escribía de noche”, sostiene Tino.
“Pero por suerte para mí y la familia, tenemos el gusto de tenerlo todavía aquí y descansando, bastante feliz (...) De alguna manera, entre todos en esta familia se ha podido mantener a mi jefe de la mejor forma que se puede, creo yo. Y él sí, está lúcido, está perfectamente”.