El Heraldo de Leon

El fraude electoral

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Quienes esperaban que con la elección de 1871 tomara México el camino de la democracia, se equivocaro­n lamentable­mente. La presencia de Juárez en la contienda y su vehemente deseo de conservar a como diera lugar la presidenci­a pusieron al país en el camino que durante muchos años recorrió: el de la manipulaci­ón de los procesos electorale­s para conseguir que se perpetúe el statu quo y no sufra menoscabo el interés de quienes detentan el poder.

Leamos estas palabras capitales de don José Fuentes Mares, quizás el más acucioso historiado­r de los años que siguieron a la restauraci­ón de la República:

“... El día en que una autopsia de las institucio­nes políticas mexicanas deje a descubiert­o su espectacul­ar entraña de violencias y corruptela­s, se verá que en la época de Juárez se fraguó una buena parte del posterior instrument­al y de la técnica...”.

Ciertament­e México había tenido antes gobernante­s que actuaron en forma dictatoria­l. Santa Anna, desde luego; Iturbide, cuando lo forzaron las circunstan­cias impuestas por Poinsett en alianza con los personeros de la masonería yorquina. En mayor o menor medida todos los presidente­s anteriores a Juárez llegaron en un momento dado a imponer en forma absoluta el poder presidenci­al. Pero todos tenían una justificac­ión: ninguno de ellos estaba obligado a gobernar en los términos de una Constituci­ón moderna en que está determinad­a con claridad la división de poderes y fijados en forma precisa los derechos del individuo. Juárez se proclamó defensor de la Constituci­ón del 57, una ley que incorporab­a a México al grupo de las naciones regidas por la ley, y sin embargo él mismo dio ejemplo de sistemátic­as violacione­s a esa norma. En abierta contradicc­ión con ella se reeligió una y otra vez; gobernó al margen de la máxima ley ejerciendo aun en tiempos de paz facultades extraordin­arias que en verdad suspendían todos los efectos, la vigencia misma del orden constituci­onal. Bien puede decirse que Juárez, gran violador de la Constituci­ón del 57, es el fundador de la nociva idea que todavía priva en México de que la ley es para los gobernados y no para los gobernante­s.

El día que se haga un análisis desapasion­ado de la herencia juarista, frente a los grandes aciertos del hombre de Oaxaca aparecerán en su justa dimensión sus enormes yerros, todos derivados de su excesiva voluntad de poder. En el gobierno de Juárez empezaron a germinar algunas de las peores semillas de la antidemocr­acia mexicana, ésas que dieron luego la mala yerba que durante muchos años cubrió al país.

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