`Ya es la hora del español'
Académicos critican las tiranías y llaman a abrazar el carácter mestizo del idioma
Inspirado en los versos del poeta español Luis Cernuda (1902-1963), Sergio Ramírez profirió: “Si yo soy nicaragüense, lo soy a la manera de quien no puede ser otra cosa”.
“Nicaragüense de mi lengua, que es la lengua en boca de todos, desde la que no hay exilio posible; porque la lengua me lleva a todas partes, me quita cárceles y destierros, y me libera”, enunció ayer el ganador del Premio Cervantes 2017.
“La mía es una lengua sin fronteras. La lengua que nadie puede quitarme y de la que nadie puede desterrarme. La lengua que es mi patria”.
Tales fueron las palabras del autor de Castigo divino y Un baile de máscaras durante la ceremonia inaugural del 9 Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), celebrado este año en Cádiz, España, nación en la que Ramírez permanece exiliado debido a la persecución emprendida contra él y otros opositores al régimen de Daniel Ortega.
“Las armas han cobrado siempre su precio a las letras que pugnan por la libertad, porque el oficio de escribir es libre por naturaleza, y el poder, cuando quiere ser absoluto, mal disimula su inquina contra la imaginación, que es libre y es crítica del poder, contradictoria y rebelde a las servidumbres por naturaleza”, remarcó el nicaragüense delante de su compatriota Gioconda Belli, también desterrada y despojada de su nacionalidad.
Este acento en la resistencia desde la lengua resaltaría en medio de un acto dedicado a la celebración de la diversidad y el mestizaje, que es parte del lema del encuentro en esta edición: “Lengua española, mestizaje e interculturalidad. Historia y futuro”, convocando a más de 300 participantes en un programa académico y cultural vigente hasta el jueves.
Para el director del Instituto Cervantes, el poeta Luis García Montero, si bien dicho término, mestizaje, puede resultar incómodo para algunos teóricos que consideran que esconde en su interior una ofensa a lo indígena, existe una valoración positiva que puede reconocerse.
“Me atrevo a asumir otra conciencia del mestizaje que tiene lugar en nuestra historia: un modo de reconocer los procesos y abordar nuestra propia identidad como un sentido de pertenencia abierto, vecinal; un modo de conformar el yo que puede vincularse con la vida en común sin considerar al otro como una amenaza”, apuntó García Montero.
“Éste es el sentido que hoy predomina en nuestra lengua. Cuando se hace referencia al mestizaje se suele resaltar el enriquecimiento que supone para la sociedad; es en la mezcla donde nos reconocemos, donde está nuestra identidad”, refrendó, por su parte, la escritora Soledad Puértolas, miembro de número de la Real Academia Española (RAE).
El mestizaje, terminaría por añadir el director de la RAE, Santiago Muñoz Machado, fue la consecuencia de la convivencia, el desplazamiento o la absorción. Imposible que una palabra como colonialismo tenga cabida en una gala de este tipo, presidida por los Reyes de España.
“Puede que en casos concretos se situara en los límites del etnocidio, como han defendido algunos políticos y antropólogos que hubieran deseado la petrificación histórica de las creencias y formas de vida de las comunidades originarias”, añadió el académico al micrófono.
“Pero la valoración dominante del fenómeno es la que estima que las relaciones interculturales y el mestizaje hicieron surgir comunidades más capacitadas para organizarse y ser felices”.
De ahí que quienes inauguraron el Congreso aplaudieran sobremanera la realización del mismo en Cádiz —luego de que la convulsa situación política en Perú impidiera hacerlo en Arequipa, como originalmente se tenía planeado—, al ser una región que históricamente fungió como puerta de entrada del hispanismo hacia América.
Más que la mera exportación de hombres y mujeres que llevaron consigo su forma de vida y su lengua a la América colonial, desde Cádiz y su Constitución de 1812 fluirían los ideales del liberalismo por todo el mundo hispánico, permeando el derecho público y la arquitectura institucional de los nuevos Estados, sostuvo, también presente, el Ministro de Asuntos Exteriores español, José Manuel Albares.
A decir suyo, fue todo un reto organizar un evento de esta envergadura en un plazo de tiempo tan ajustado, apenas tres meses desde que se determinó cambiar de sede. Decisión que significó el regreso del CILE —celebrado por primera vez en Zacatecas, México, en 1997— a España, donde ya se había realizado en 2001, en Valladolid.
Acaso la ventaja fue todo el trabajo hecho previamente en Arequipa para definir el programa, que se mantiene prácticamente íntegro, con temas tan diversos como el de los indigenismos en el diccionario, la adopción del cajón peruano por el flamenco, la construcción de un diccionario gastronómico panhispánico o las hablas andaluzas en el español de América.
Incluso presentarán una edición especial de Los ríos profundos, novela del escritor y antropólogo peruano José María Arguedas, que representa como pocos la convivencia de culturas y el mestizaje. Así lo expuso el titular de la RAE, quien definió como herencia de ésta y las academias hermanas el encargo de preservar la unidad y enriquecer la lengua.
“(Así como) mantenerla lejos de la dominación de los imperantes que no respeten esas conquistas irreversibles, y pretendan arrebatar al pueblo sus derechos exclusivos sobre la creación y la transformación del lenguaje”, subrayó Muñoz Machado. “Ésta es la hora del español”, remarcaría a su vez el Rey Felipe VI, refiriéndose al CILE como el acontecimiento más relevante del idioma. “No dejemos pasar la oportunidad que la historia nos pone por delante; el Siglo 21 debe ser el siglo del español. Hagámoslo posible”.