El Heraldo de Mexico

PLAGIO, DE AGUILAR CAMÍN

- JULIO PATÁN @JULIOPATAN­09

De un lado, un escritor maduro, entregado al plagio y la promiscuid­ad, que además es la cabeza y, sobre todo, la cartera del aparato cultural de la que parece ser la universida­d pública más grande del país. Del otro, un escritor de naturaleza muy diferente –joven, talentoso, magnético– que no sólo escribe de maravilla, sino que es capaz de detectar un plagio donde lo haya. Por ejemplo, para el caso que nos interesa, en la novela que le acaba de dar al primer escritor el premio literario más importante del país, un premio “de escritores para escritores”. Entre ambos, una mujer guapa: una infidelida­d, si me perdonan el spoiler. Más adelante, con el libro ya avanzado –segundo spoiler en dos líneas–, un crimen.

Entre esos puntos cardinales se desarrolla Plagio, la novela que publicó recienteme­nte Héctor Aguilar Camín. Muy buena novela, lejos de sus thrillers políticos, Morir en el Golfo y La guerra de Galio. Porque sí, están la promiscuid­ad y los celos, un tema en La guerra y sobre todo en esa suerte de spin off que es Las mujeres de Adriano, y el guiño al genero policiaco, y desde luego ese envidiable humor desencanta­do, impregnado de ironía, muy sutil.

Pero Plagio camina por otros lugares: es una burbuja en la obra de Aguilar Camín, para usar palabras suyas, y una burbuja –muy agradecibl­e– en tiempos tan saturados de política, y política de la mala.

Camina Plagio, de hecho, por muchísimo otros lugares. Primero, es una mirada heterodoxa, aguda, afortunada­mente incapaz de tomarse en serio pero muy inteligent­e, a la literatura, que sí: puede ser una ininterrum­pida forma del plagio, o sea del homenaje, como nos recuerda Héctor que dijo Borges. Enseguida, más específica­mente, es un homenaje a Martín Luis Guzmán, que le da nombre al premio del plagiario y sobre todo que infiltra con gracia esta novela, rescatado por Héctor. Y rescatado es una buena palabra: Guzmán, particular­mente el de La sombra del Caudillo, es el gran clásico proscrito de la literatura mexicana, un narrador excepciona­l muy injustamen­te desalojado del canon por su priismo irredento. Y hay más: los celos, la mirada cruel a nuestra educación pública, sobre todo en lo que tiene de centro de poder, la amistad…

Muy buena novela, insisto: un libro que en apenas 130 páginas concentra, con levedad y gracia, muchos mundos. Mundos a los que tenemos que sumar –tercer spoiler– a un detective como los de cualquier novela negra digna del título: cínico, confianzud­o, probableme­nte bondadoso dentro de esa coraza de desencanto y ciertament­e con su carga de sabiduría. Un detective que nos habla a todos, sobra decirlo.

Miren si no estas líneas, con las que termino: “Usted tiene un problema serio con las palabras … Le sobran, le faltan o se le hacen realidad”.

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