El Heraldo de Mexico

VIGENCIA DE ALFONSO GARCÍA ROBLES

Hoy en día, el hemisferio sur está formalment­e libre de armas nucleares y la sucesión de tratados que han dado pie a eso tienen su origen en el de Tlatelolco

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Han pasado 41 años de que el embajador emérito Alfonso García Robles, recibiese el Premio Nobel de la Paz en Oslo, Noruega. La razón central para ello, de acuerdo con el Comité del Premio fue "por su trabajo por el desarme y el establecim­iento de regiones libres de armas nucleares".

Es conocido el hecho de que don Alfonso trabajó arduamente al frente de la delegación de México ante las Naciones Unidas, desde 1964 hasta lograr en 1967 la firma del llamado Tratado de Tlatelolco que desnuclear­iza militarmen­te a América Latina. Importante es de destacar que la instrucció­n que recibió del entonces presidente Adolfo López Mateos fue resultado directo de la "crisis de los misiles" de 1962 y el ingente riesgo de una conflagrac­ión nuclear, con nuestro país en la frontera inmediata de la amenaza.

Lograr el consenso latinoamer­icano podría haber sido una tarea relativame­nte accesible, pero tan importante o más, fue el obtener el compromiso de los cinco miembros permanente­s del Consejo de Seguridad de la ONU, lo que dio un peso global al Tratado.

Esa acción dio paso a un esfuerzo sostenido en diversos foros de Naciones Unidas orientado al desarme, tanto nuclear como de armas químicas y bacterioló­gicas. Pero hoy en día, el hemisferio sur está libre de armas nucleares y la sucesión de tratados que han dado pie a eso, tienen su origen en el de Tlatelolco y en los trabajos que el embajador García Robles y la delegación que él encabezaba, tanto en Nueva York como en Ginebra, realizaron durante años.

El embajador fue miembro de carrera del Servicio Exterior Mexicano y en esa tesitura participó de los trabajos que dieron lugar al establecim­iento de la ONU en 1945. García Robles fue también autor de las "observacio­nes de México a la Conferenci­a de Dumbarton Oaks" de 1944. Los comentario­s pronunciad­os por México, en la Conferenci­a de Chapultepe­c en 1945, fueron determinan­tes para que la arquitectu­ra de la ONU, finalmente suscrita meses después en San Francisco, fuera una más balanceada.

A lo largo de su carrera, el embajador emérito también fue canciller por más de un año al final del gobierno de Luis Echeverría y coautor de la Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados.

El pasado 7 de septiembre, en la sede de la Asociación del Servicio Exterior Mexicano se rindió homenaje a su memoria, a su trayectori­a y a la vigencia de su legado. El subsecreta­rio para Asuntos Multilater­ales y Derechos Humanos, embajador Joel Hernández García, en representa­ción de la canciller Alicia Bárcena detalló la huella de don Alfonso en la continuida­d de las labores de desarme en diversos aspectos, ahora a cargo de nuevas generacion­es de diplomátic­os mexicanos. Destacó en la memoria su trato atento y firme, su compromiso de trabajo y la discreción necesaria para lograr avanzar sus posiciones de negociació­n a sus contrapart­es, espíritu que permeó entre sus colaborado­res y colaborado­ras y que, en buena medida, identifica a nuestra diplomacia profesiona­l.

Resguardar su memoria es forma evidente de mantener vigente el trabajo de un grupo diverso de diplomátic­os y diplomátic­as mexicanos de carrera que nos representa­n con dignidad.

• EL EMBAJADOR FUE MIEMBRO DE CARRERA DEL SERVICIO EXTERIOR MEXICANO Y EN ESA TESITURA PARTICIPÓ EN LOS TRABAJOS QUE DIERON LUGAR AL ESTABLECIM­IENTO DE LA ORGANIZACI­ÓN DE LAS NACIONES UNIDAS, EN 1945

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