Inteligencia artificial: Falacia de infalibilidad
Un tópico establecido es que el Derecho va a la zaga de la realidad de los hechos. Lo cual, a mi parecer, no siempre es un defecto. Por el contrario, entenderlo así, es una ventaja que permite el análisis de los acontecimientos para determinar su relevancia jurídica y generar una regulación acorde a tales hechos. Con este punto de partida, me permito hacer frente a aquellas ideas –por demás, equivocadas– según las cuales, el Derecho parece ser una disciplina que vive de resabios y que está anquilosada en los fulgores del pasado. Craso error de quienes piensan así y desafortunadamente abundan. Esto viene a cuenta con un tema de actualidad: la Inteligencia Artificial. En un texto del profesor surcoreano Byung-Chul Han, Infocracia. La digitalización
y la crisis de la democracia, he encontrado algunas advertencias, de las que me ocupo aprovechando la generosidad y apertura de El Heraldo
Creemos haber encontrado una especie de panacea tecnológica, capaz de responder por nosotros y de realizar tareas, incluso, con mayor eficacia de la que podríamos obtener por sí solos. Idealizar la Inteligencia Artificial o la demagogia de las redes sociales, sin dejar de reconocer que son una gran herramienta, nos llevaría a extremos como divinizar el algoritmo, deificar al Gran Hermano orwelliano, y a totemizar cualquier artilugio, como un verdadero señor de las moscas, según William Golding.
Los procesos digitales son el gran almacén de datos cuyo procesamiento algorítmico ofrece soluciones. La racionalidad digital no es suficiente, necesitamos racionalidad discursiva, la cual, nos aporta un potencial abanico de soluciones plausibles y no únicas.
Mientras la racionalidad digital aparentemente es infalible, lo que implica conocimiento estancado por acumulación del que no puede esperarse cuestionamientos, la racionalidad discursiva, eminentemente humana, es falible y es cuestionable. ¿La masificación provocada por las redes sociales realmente son incluyentes? Una mirada fácil supondría que cualquiera tiene el derecho de asistir al debate. Pero nos permite observar que, en realidad, eso no conforma una verdadera esfera de lo público, ni provoca una real acción comunicativa, como lo establecen Hanna Arendt y Jürgen Habermas. La discusión actual de los problemas que tiene la sociedad se ha banalizado en un discurso irracional. Parecería cada vez más que quienes hablan siempre solo quisieran ser escuchados sin permitir hablar a los demás para no ser exhibidos en sus errores.
Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación