MAESTRO DEL GELATO
ADÉNTRATE EN EL MUNDO DE JOSÉ IGNACIO C. REMÍREZ, CUYA HERENCIA FAMILIAR EN EL MUNDO DEL CHOCOLATE Y LA REPOSTERÍA LE LLEVÓ A FUNDAR LA ROMANA, UN EMBLEMA DE GELATOS Y SORBETES NATURALES
En una esquinita de la Extremadura Insurgentes el tiempo parece detenerse. En medio de la vorágine de la ciudad, La Romana (Esquina Empresa, Cádiz Norte 11) sorprende por los sabores y colores de sus gelatos y sorbetes, los cuales invitan a descubrir el arte milenario del helado.
Este pequeño oasis de creatividad no sería posible sin la visión y pasión de José Ignacio C. Remírez, el alma detrás de cada receta y, cuya vida misma es un lienzo pintado con los tonos vibrantes del chocolate y los pasteles que adornaban su niñez. Hijo de un chocolatero y una repostera, José encontró en los sabores y aromas de la cocina familiar un lenguaje propio, una forma de expresión que lo llevaría a trascender fronteras y tradiciones.
“El tema dulce lo traigo desde chico, porque mi papá era chocolatero y mi mamá repostera, pero eso sí el tema de la escuela, la verdad es que nunca fue mi fuerte. Era un niño muy inquieto, muy preguntón, no podía estar sentado. Entonces, empecé a trabajar con mi mamá cuando tenía como 12 años en los veranos; naturalmente me empezó a gustar ese tema y ya más grande decidí que no iba a estudiar y agarré el camino de lo dulce. Así surgió La Romana en 2016, vendiéndole a restaurantes y banquetes. Fue hasta 2018 que comencé a darle la cara al público”, recuerda José quien en septiembre partirá a Los Ángeles, California, para participar en las semifinales del Gelato Festival World Masters.
Desde sus primeros pasos en el taller de repostería de su madre, hasta las aulas de las más prestigiosas escuelas de heladería en La Plata y Rímini, la trayectoria de José es un testimonio de curiosidad y espíritu inquieto que nunca se conformó con lo establecido.
PASO A PASO
La llegada de la pandemia representó un desafío y, a la vez, una oportunidad para redefinir la relación entre La Romana y su comunidad. Lo que comenzó con una ventanita abierta se transformó en un punto de encuentro
para amantes del helado de todas partes, atraídos por la promesa de sabores auténticos y naturales, sin aditivos ni colorantes artificiales. “Fue complicado porque en la pandemia era sólo una ventanita, y pues bueno, a ver quién pasaba por aquí y se le antojaba un heladito”, recuerda. Hoy, en su espacio, aunque pequeño, cada helado es un tributo a la simplicidad, un recordatorio de que los mejores momentos de la vida se componen de ingredientes puros y recuerdos compartidos.
HELADOS CON ALMA
El compromiso de José con la calidad y la autenticidad se refleja en cada aspecto de La Romana, desde la selección de ingredientes hasta la innovación en sus recetas. Su formación en el extranjero, En Carpigiani Gelato University en La Plata, Argentina, y posteriormente en Rímini en cursos más avanzados en Italia; esto no sólo le proporcionó las herramientas técnicas para perfeccionar su oficio, sino que reafirmó su convicción en el poder transformador del helado como medio para conectar culturas, historias y personas.
LUJO EN LO SIMPLE
Así, La Romana destaca por su compromiso con los ingredientes naturales, rechazando colorantes y aditivos, lo que se refleja en sus productos de colores más suaves, pero llenos de sabor auténtico.
Este enfoque se basa en la convicción de que la verdadera belleza y el sabor de un helado reside en su simplicidad y en la calidad de sus componentes.
Esto quedó demostrado en su participación en el concurso de Carpigiani, donde su sorbete de aceite de oliva, albahaca y limón sorprendió por su sencillez y exquisitez, ganándose el aprecio de los jueces y reafirmando su filosofía de que tanto en los gelatos como en la vida, menos, es más.
12 AÑOS TENÍA CUANDO COMENZÓ A TRABAJAR.
2016 LA ROMANA INICIA A DAR SERVICIO A RESTAURANTES.
2018 AÑO EN EL QUE LA ROMANA ABRIÓ AL PÚBLICO.