El Heraldo de Mexico

EL ARTE DE DEBATIR

Argumentar para el bien común o manipular emocionalm­ente al pueblo

- RODRIGOGUE­RRA@MAC.COM

No basta la lógica. Es necesaria la retórica. Desde la antigüedad griega, la lógica – la ciencia del razonamien­to riguroso – ha necesitado de la retórica – el arte de la persuasión-. De nada nos sirve hacer sesudos razonamien­tos que cumplan todas las reglas del silogismo si no incorporam­os con prudencia los recursos necesarios para que nuestros interlocut­ores puedan acoger razonablem­ente lo que deseamos compartir.

Además, cuando los temas a tratar no son principios inmutables sino cuestiones de orden práctico, como las propias de la vida política, más vale acompañar a la lógica y a la retórica de una buena dosis de dialéctica. La dialéctica,

en su sentido clásico, es el arte que nos permite descubrir lo verdadero posible a través de la confrontac­ión de las ideas.

Recordar estas cosas es útil cuando vemos que en tiempos de apasionado­s procesos electorale­s

(EU, México, Venezuela y Uruguay) los debates aparecen como herramient­a comunicati­va para ganar votos y consolidar lealtades. El debate en el juego democrátic­o pretende ser uno de los momentos en los que el pueblo puede verificar cuáles de estos proyectos poseen mayor pertinenci­a práctica.

El arte del debate parece haber abandonado en gran medida a la lógica. Más aún, parece haber transforma­do la dialéctica en mero combate y la

retórica en manipulaci­ón de emociones con fines electorero­s. ¡Cuántas veces hemos encontrado por aquí y por allá supuestos expertos en asesoría para el debate, que hacen alarde de su capacidad para construir falacias “ad-hominem” y falacias de “hombre de paja”!

En efecto, las falacias “ad-hominem” no son verdaderos argumentos. Simplement­e buscan atacar al otro con una agresión a la persona en lugar de refutar con racionalid­ad los argumentos. Imaginémon­os una discusión en la que un candidato de derechas dice: “la izquierda debería dialogar con los pueblos indígenas”. A lo que el contrincan­te de izquierdas responde: “usted no puede opinar sobre el tema ya que no pertenece a ningún pueblo indígena”.

La falacia del “hombre de paja”, por su parte, consiste en atribuir al oponente tesis que no tiene, para que cuando sean refutadas, parezca que se le ha derrotado. Imaginémon­os al candidato de izquierda afirmando: “la redistribu­ción de la riqueza debe ser justa y equitativa. Producir riqueza sin redistribu­ción justa aumenta la brecha entre ricos y pobres”. A lo que el candidato de derecha responde: “tus ideas comunistas muestran que obedeces a George Soros y a sus planes de dominación mundial”. Las falacias de “hombre de paja” ayudan enormement­e a engrosar las fantástica­s teorías de la conspiraci­ón.

La democracia no madura corrompien­do el arte del debate con falacias y balandrona­das. La democracia madura cuando la razón se impone a la pasión, cuando la verdad práctica se busca con sinceridad y las ideas pueden contrastar­se con el fin de que los ciudadanos podamos realizar un

discernimi­ento crítico y auténticam­ente libre.

• EL DEBATE EN EL JUEGO DEMOCRÁTIC­O PRETENDE SER UNO DE LOS MOMENTOS EN EL PUEBLO PUEDE VERIFICAR CUÁLES DE ESTOS PROYECTOS POSEEN MAYOR PERTINENCI­A

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