El Imparcial

Humor dominical

- CATÓN DE POLÍTICA Y COSAS PEORES Licenciado en Derecho y en Lengua y Literatura españolas/cronista de Saltillo.

Todos los que estaban aquella noche en la casa de mala nota -maturranga­s, proxenetas y lenonesque­daron estupefact­os al ver entrar en el local a un señor muy serio vestido de boy scout, con mochila, bastón, sombrero y demás accesorios escultista­s. El recién llegado notó el pasmo de la concurrenc­ia y explicó pesaroso: “¡Vieran ustedes lo que tengo que inventar para que mi esposa me deje salir los viernes en la noche!”. No hay hombre más dispuesto a pedir perdón por sus pecados que un crudo. Al filo del mediodía despertó Astatrasio Garrajarra después de haberse corrido una parranda de órdago la noche anterior. Se sorprendió al ver que todas las cosas habían amanecido pintadas de morado y que alguien había puesto en el mundo un altavoz que magnificab­a todos los sonidos. Lo primero que hizo el desdichado después de recuperar algo de su ser fue revisar sus bolsillos y su cartera. Unos y otra los halló vacíos. En eso irrumpió su esposa en la recámara. Le dijo al temulento hecha una furia: “¡Ya todo el barrio sabe que anoche te gastaste 10 mil pesos bebiendo y fol... con una mujer pública!”. “¡Fantástico! -se alegró Garrajarra-. ¡Pensé que había perdido ese dinero!”. Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, le dijo a la criadita de la casa: “Te regalo este negligé, Sisa. La otra noche me lo puse y no le gustó nada a mi marido”. “Regáleselo a alguien más, señito -sugirió la fámula-. Yo también me lo puse hace unas noches y tampoco le gustó”. Los amigos de don Chinguetas lo invitaron a una reunión de hombres solos donde se exhibiría una película porno. Él rechazó la invitación. Manifestó: “No me gustan las películas pornográfi­cas. Odio ver a un cab... que en 5 minutos tiene más sexo, y más variado, que el que he tenido yo en toda mi desgraciad­a vida”. El novio que esa mañana se iba a casar llevó aparte al padre Arsilio y le ofreció en voz baja: “Le daré mil pesos de limosna, señor cura, si quita usted de mis promesas matrimonia­les esa de la fidelidad”. La linda chica invitó a Babalucas a visitarla en su departamen­to. Le dijo: “Siéntate un momentito, Baba. Voy a bajar las luces, a poner en el estéreo música romántica, a quitarme la ropa y ponerme un negligé, a preparar la cama y a servir unas copas de champaña”. Contestó el badulaque: “Mejor vendré otro día. Hoy estás muy ocupada”. Impericio, joven varón sin ciencia de la vida, casó con Pirulina, muchacha sabidora. Al empezar la noche de las bodas él le dijo: “No esperes mucha experienci­a de mi parte”. Repuso Pirulina: “Y de la mía no esperes mucha virginidad”. “¿Es la embajada de Laos?”. “Sí”. “Por favor mándeme uno de vainilla”. (Un chiste más como ese y mis cuatro lectores quedarán reducidos a dos). La tía de Pepito tenía ya 5 años de casada y no había podido encargar familia. Una mañana llegó exultante de felicidad y anunció hecha unas campanilla­s: “¡Estoy embarazada, gracias al Señor!”. “¿A cuál señor?” -preguntó Pepito muy interesado. “Dos cosas me gustan de ti -le dijo la linda chica a su galán-. Tu franqueza y tu sentido del humor”. Replicó él: “También dos cosas me gustan de ti”. Quiso saber ella: “¿Cuáles son?”. Precisó el galán: “Estás sentada arriba de ellas”. Don Chinguetas y doña Macalota se fueron a la cama enojados, pues habían tenido una más de sus frecuentes riñas conyugales. Ni siquiera se dieron las buenas noches antes de apagar la luz. Poco después, en la penumbra y el silencio de la habitación, ella puso su mano en la entrepiern­a de su marido. La sintió él y le dijo: “¿No que estás enojada?”. Replicó doña Macalota: “Contigo sí, pero con ella no”. FIN.

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