Información y memoria
Siempre que me invitan a participar en conversaciones públicas referentes a la dinámica del involucramiento cívico frente a las labores de rescate nacional, aludo a la crítica importancia de comenzar a crear lo que llamo conciencia política colectiva. Para que esta conciencia exista, se requiere contar indispensablemente con dos elementos: La información y la memoria. Si no sabemos qué sucede, tampoco podremos entender por qué sucede. Si no recordamos lo que ha pasado, qué se prometió, dónde se falló o dónde se incumplió, seguiremos tropezándonos con las mismas piedras y las curvas de aprendizaje continuarán siendo eternas. Lamento que este ejercicio, de procurar la información y de preservar la memoria, no sea adecuadamente asistido por los medios de comunicación. Sería de gran ayuda para una población tan vulnerable como la mexicana, poder contar con referencias creíbles pues así, siempre se tendría presente el rumbo a donde se supone deberíamos de ir. En realidad lo que sucede es que con tanta nota “que vende”, perdemos el foco, la atención, nos distraemos. Un enero, el Presidente, el Gobernador o el alcalde promete tal o cual cosa (desempeño económico, crecimiento, inversiones, obras, resultados) y para octubre -cuando nada de eso ha sucedido- nadie nos recuerda lo que apenas se dijo unos meses atrás. Parece que la atención sólo nos da para lo que vaya cruzándonos en el día a día. Esta historia se ha repetido por años, de ahí que no sea coincidencia que hayamos llegado a nuestra situación actual como País: Hemos batallado mucho con nuestra conciencia política colectiva.
Habiendo establecido esta referencia como base, hablaré de un asunto que puede ayudar frente a la inseguridad pública, nuestro gran dolor de cabeza. El pasado 7 de diciembre, con una semana en el puesto, el Presidente de la República dijo que en su administración, la Plataforma México (PM) sería pieza clave en la estrategia para combatir al crimen. Con independencia de que dicha estrategia haya cambiando tanto, de un año a hoy (acuérdense: Conciencia y memoria), el uso de dicho sistema es fundamental. El programa surgió en la era de Calderón, como una herramienta central que, para ponerlo en términos sencillos, fue concebida como un cerebro central que recopilaría toda la información sobre delitos y delincuentes. Imagínense: Un multihomicida perseguido en Quintana Roo, huye y se reubica en Sonora; un día lo detienen en un alcoholímetro y su información aparece gracias a PM. El mecanismo fue útil, pero cuando se vive en un sistema donde impera la corrupción y la incapacidad, se puede contar con tecnología envidiapor los alemanes… pero las cosas no van a cambiar: Mientras que PM era alimentada con información valiosa y necesaria, los García Luna boys hacían y deshacían. Terminó ese sexenio y ya para la mitad del de Peña Nieto, se debilitó considerablemente a PM. Se dejó de alimentar con información y se perdió también el debido seguimiento de soporte técnico. Miles y miles de millones de pesos invertidos en algo de esa magnitud, para dejarlo tirado (de nuevo: Información y memoria).
Llegó el huracán electoral del 2018 y como dije, a la semana de estar en el puesto, el nuevo Presidente dijo algo lleno de sensatez: Hay que privilegiar el uso de PM. Pero ¡oh sorpresa!, nos volvimos a topar con dos cuestiones importantes que impiden que las cosas funcionen como deben: Corrupción e ignorancia. En la administración anterior, por ley, cada una de las 32 entidades federativas se equipó con dispositivos biométricos (lo esencial: Huellas dactilares) para envío de registros a PM, pues también hubo presupuesto para equipar a “todas” las instituciones. Sucedió que cada entidad también contrató por su cuenta con el proveedor a modo, para equiparse. Esto trajo como consecuencia que si bien PM podía captar la información biométrica de todos los estados, sí había incompatibilidad para que un Estado pudiera descargar y procesar correctamente la información subida por otro, pues sus softwares hablaban “idiomas distintos”. Carretadas de dinero invertidas, pero imposibilidad de utilizar algo debidamente… y el uso del registro biométrico es prioritario, pues el delincuente puede cambiarse el nombre o el rostro, pero difícilmente las huellas.
Hoy, por una razón completamente desconocida para mí, esto sigue en el limbo, a seis meses de que entró la actual administración. Sería delicado que nuestro paisano desconozca este obstáculo, pues se ha llevado a gente muy inteligente y con mucha experiencia en temas de seguridad, pero esta cuestión sigue pendiente. Una alternativa viable es equiparse con un elemento intermediario (middleware) entre PM y los estados, que genere que toda la información biométrica acumulada “hable un lenguaje común”. En México no estamos tan atrasados, pues se cuenta con esta tecnología informática (que, como todo lo que vale, cuesta), pero me informan -los técnicos que sí entienden de estoque la “austeridad republicana” se pasó de austera, pues prefiere gastar dinero en ya sabemos qué. Seis meses después, PM sigue sin operar como debería. Recuerden: Información y memoria.