Tica
bargo, sigue aletargado. El régimen político desincentiva la verdad. Políticos, burócratas, militares y apparátchik se la pasan cuidando sus huesos. No sólo sus chambas sino literalmente sus huesos porque la KGB está espiando a todos. La realidad, sin embargo, se impone. Los niveles de radiación extremos son captados en los países de Europa Occidental. La URSS ya no puede ocultar la verdad.
Por muchas razones, las democracias liberales son regímenes políticos superiores a los autoritarios. Una de ellas es que existen múltiples fuentes de información y, por tanto, resulta difícil esconder la verdad. La oposición política tiene incentivos para dar a conocer los errores del Gobierno en funciones. Los medios de comunicación se la pasan buscando historias para poner en entredicho a los poderosos. Las organizaciones de la sociedad civil generan información alternativa para contrastarla con las versiones oficiales del Gobierno. En un país democrático-liberal, una tragedia como la de Chernóbil pudo haberse resuelto más rápido, con menos costos humanos, económicos y ambientales, e, incluso, pudo haberse evitado.
No digo más acerca de la serie Chernóbil. Recomiendo que la vean. Pero sigo en el tema de las mentiras y la política. A menudo me pregunto si tal o cual político de verdad se cree la sarta de patrañas que suelta. Una de las características actuales de nuestra época es la creciente presencia de políticos populistas que mienten sin rubor. Trump, Putin, Erdogan, Bolsonaro, Modi, Duterte, Netanyahu, Salvini, Maduro y Orbán, por nombrar los más conspicuos.
Y, sí claro, eso nos lleva a nuestro Presidente. López Obrador es un experto en inventar realidades alternativas, es decir, en mentir y lograr que la gente se lo crea. En 2006, sin presentar ni una sola prueba contundente, fabricó la historia de un gran fraude electoral. Más de un tercio de los mexicanos se lo creyó.
Ahora que ya es Presidente, y tiene que enfrentar un panorama económico adverso, afirma que la economía va requetebién de acuerdo a otros datos que él posee. La pregunta es si miente cínicamente sabiendo que está diciendo una falsedad o si realmente se lo cree. Ojalá sea lo primero porque, si es lo segundo, estamos en un gran problema.