A Dios lo que es de Dios
Cuidado. Algo grave está pasando y más vale poner los reflectores, tratándose como se trata, de uno de los pilares fundamentales de la Nación mexicana.
La laicidad como característica nodal del Estado mexicano, cruza por una zona de peligro. Un conjunto de sucesos, escenas y modificaciones legales recientes -que habían pasado desapercibidasconfiguran un escenario en el que la relación de las iglesias con el Gobierno de la República apunta a rebasar los límites que establece, claramente, nuestra Constitución.
Los periodistas Luis Guillermo Hernández y Maru Jiménez Cáliz dieron a conocer, esta semana, que el Gobierno federal se alista para utilizar la amplia estructura de las iglesias y desarrollar con ellas tareas y estrategias para reconstruir el tejido social que ha quedado roto tras largos años de violencia y descomposición.
Los periodistas dieron a conocer que el proyecto político-social tiene por lo menos tres meses discutiéndose en la Secretaría de Gobernación en sesiones oficiales en las que han participado líderes religiosos y funcionarios gubernamentales de la nueva subsecretaría de Desarrollo Democrático, Participación Social y Asuntos Religiosos.
Dentro de estos encuentros se invitó a los jerarcas religiosos a participar y dar su opinión, a través de Mesas Sectoriales de Trabajo, para la elaboración el Plan Nacional de Desarrollo con el que el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador guiará sus tareas de Gobierno a lo largo del sexenio. Este solo hecho debería concitar las más serias preocupaciones. Se han cruzado territorios de actuación que deben estar perfectamente delimitados y separados uno del otro, tal como lo indica la Carta Magna y el legado histórico del presidente Juárez, el Presidente que más admira, según ha dicho, el actual mandatario.
En la guía impresa que se distribuyó a los representantes eclesiásticos para poder exponer sus puntos de vista, se menciona un “nuevo enfoque” que pretende tener la Dirección General de Asociaciones Religiosas de Segob. Se les invitó a participar en el plan para contribuir a la “... gobernabilidad, prevención social y reconstrucción del tejido social en los ámbitos familiar, comunitario, laboral y ciudadano”.
Los periodistas Hernández y Jiménez también dieron a conocer que en mayo el Presidente publicó un decreto, con modificaciones al reglamento interno de la Secretaría de Gobernación, con el que “... se eliminó el principal obstáculo que impedía formalizar la participación de las Iglesias en su proyecto social y político”.
Desde luego que los propósitos son más que loables y, sin duda, hay un sentido de urgencia para restablecer los equilibrios perdidos y los ejes morales, cívicos y políticos en los que debe estar sustentada una vida democrática y armónica como la que este país merece pero, lo que corresponde al Estado es lograrlo de la mano de los instrumentos que le son propios: La educación laica, el fomento cívico y ciudadano, la restauración del Estado de Derecho, la justicia, la administración responsable y eficiente de los recursos, etcétera, etcétera, etcétera.
No se trata sólo -que ya es mucho- de las múltiples expresiones del presidente López Obrador, en las que alude a cuestiones religiosas, bíblicas y a encuentros cercanos de diferentes tipos con jerarcas religiosos. Escenas como la de Tijuana, con líderes religiosos al lado y en el uso de la palabra en lo que se entendería como un acto republicano, ilustran también de lo que estamos hablando.
En sintonía con el actual panorama y en franca violación a prohibiciones constitucionales, el IFT acaba de otorgar una concesión -con unanimidad del plenoa una A.C. con cuyo nombre revela su naturaleza. “La Visión de Dios” obtuvo una concesión por 30 años y mostró el camino por el cual podrían otras organizaciones religiosas, no registradas en Gobernación, obtener espacios del espectro radioeléctrico, cosa prohibida por la Constitución.
En suma, lo que vemos hoy, va que vuela a un trastocamiento de los ejes fundamentales del Estado laico mexicano. Si prospera lo que apenas se asoma, estaríamos ante una regresión imperdonable y trágica.