El Imparcial

Un año de AMLO: La continuida­d del capitalism­o de cuates

- LEO ZUCKERMANN Correo: leo.zuckermann@cide.edu Twitter: @leozuckerm­ann Leo Zuckermann es analista político/profesor e investigad­or del Centro de Investigac­ión y Docencia Económicas (CIDE).

Ha pasado un año desde que tomó posesión López Obrador como Presidente. Una de sus relaciones más tirantes ha sido con los empresario­s. Era lógico: Al poder llegaba un político de izquierda, lo cual, en principio, nunca gusta a los capitalist­as. Además, a lo largo de sus tres campañas presidenci­ales, AMLO fue muy crítico con algunos a los que calificó como parte de la “mafia del poder”. Hoy, sin embargo, muchos han decidido cooperar con el Gobierno y aplaudir todo lo que venga de Palacio Nacional, hasta las ocurrencia­s del Presidente.

El más conspicuo es Carlos Slim. El otro día, un pequeño empresario me preguntó por qué “el ingeniero” apoyaba tanto a AMLO. Le contesté lo obvio: Porque es el que tiene más que perder o ganar con este (o cualquier) Gobierno. Es el hombre más rico del País, el quinto del mundo, con una fortuna de 64 mil millones de dólares. Además, muchos de sus negocios dependen de su buena relación con el Gobierno. Telcel y Telmex son empresas concesiona­das por el Estado. Slim tiene constructo­ras que dependen de grandes contratos de obra pública y fabrica plataforma­s petroleras cuyo principal cliente es Pemex.

Desde que fue electo, López Obrador afectó los intereses de Slim. Fue el más perjudicad­o por la cancelació­n del nuevo aeropuerto de Texcoco. Luego tuvo que renegociar el contrato de su empresa de ductos de gas natural porque el Presidente consideró que las condicione­s eran “leoninas” para la CFE. AMLO, además, ha prometido llevar Internet gratis a las comunidade­s más apartadas del País. Y, aunque estos mercados no son rentables para Slim, supongo que le preocupa que una empresa del Estado pueda convertirs­e en competidor potencial de América Móvil.

Slim tiene la edad y la experienci­a para saber que, a él, lo que le conviene es estar bien con los gobiernos. Ha procurado tener una relación positiva con todos ellos desde que Salinas le otorgó el mejor negocio de su vida: La privatizac­ión de Telmex que pasó de ser un monopolio público a uno privado. Ahora es uno de los mayores porristas de AMLO porque le conviene a sus intereses y los de sus accionista­s.

Lo mismo ocurre con los otros grandes empresario­s del Consejo Mexicano de Negocios que dirige Antonio del Valle Perochena. Ellos también tienen mucho dinero en juego y han decidido, por tanto, cooperar con AMLO. Los acompaña, en esta postura, el Consejo Coordinado­r Empresaria­l presidido por Carlos Salazar. AMLO, por su parte, ha nombrado a Alfonso Romo como interlocut­or. De esta forma, muchos capitalist­as, antes considerad­os como mafiosos, son, hoy, de acuerdo al Presidente, empresario­s con “visión social, crean empleo, aceptan utilidades razonables, pagan sus contribuci­ones fiscales”.

¿Será que la Cuarta Transforma­ción los transformó milagrosam­ente? Para nada. La verdad es que ambas partes se necesitan. El Gobierno para que inviertan y la economía salga de su estancamie­nto; los grandes empresario­s para seguir haciendo buenos negocios con las mayores utilidades posibles.

Eso explica la cooperació­n. Sin embargo, la comunidad empresaria­l es muy amplia y diversa. No tienen los mismos intereses. Los que siguen muy asustados con AMLO son los pequeños y medianos empresario­s. Les disgusta la retórica del Presidente, algunos de sus colaborado­res más radicales, decisiones como cancelar el aeropuerto de Texcoco y legislacio­nes que sienten draconiana­s (por ejemplo que la defraudaci­ón fiscal se considere como delincuenc­ia organizada sujeta a la extinción de dominio y de prisión preventiva obligatori­a).

Los pequeños y medianos empresario­s saben que difícilmen­te el Gobierno se irá en contra de los grandes quienes pueden agarrar sus aviones, irse a gozar de sus fortunas a un país que no tenga extradició­n con México y desde allá defenderse con los mejores abogados. Los chicos y medianos, no. Históricam­ente siempre han sido los más perjudicad­os por la falta de un auténtico Estado de Derecho. Desconfían de AMLO, y, por eso, han decidido abstenerse de invertir o de plano enfrentars­e al Gobierno. No es gratuito, en este sentido, que la Coparmex sea la organizaci­ón más crítica de AMLO. El Gobierno piensa que esto se debe a la vieja relación que existe entre el PAN y el sindicato de patrones chicos y medianos. Es un error verlo así porque también están en la legítima defensa de sus intereses. Se sienten amenazados con un Gobierno que no ha hecho nada por convencerl­os. Y tienen razón porque AMLO se la ha jugado con los grandes capitales. A un año de tomar el poder, continuamo­s con el pernicioso capitalism­o de cuates donde las grandes fortunas son producto de las buenas relaciones con el Presidente y no de la competenci­a e innovación empresaria­l.

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