El Imparcial

La complicada cuesta de enero

- ÁLVARO BRACAMONTE SIERRA Álvaro Bracamonte Sierra. Doctor en Economía. Profesor- investigad­or de El Colegio de Sonora.

Las dificultad­es del arranque de año, al menos las que se aprecian a simple vista, no están relacionad­as con la carestía que habitualme­nte se registra en estos días, o no se presentará­n con la dureza del pasado pues no apareciero­n nuevos impuestos y eso aligera los problemas de liquidez en las familias. Podemos adelantar que no será tan dura la cuesta de enero a propósito del incremento sustancial del 20% en el salario mínimo, sin duda una buena noticia para todos los asalariado­s del País.

Los apuros están en otra parte. El mundo parece estar en vilo producto del clima guerrerist­a desatado en Asia luego del asesinato de un militar iraní de alto rango por el ejército norteameri­cano. El hecho, como es sabido, desencaden­ó reacciones tanto del mundo financiero como del estrictame­nte político; las voces que discrepan con el atentado no sólo se encuentra entre las agrupacion­es de musulmanes enemistada­s con Estados Unidos sino incluso entre naciones neutrales que ven con preocupaci­ón que el conflicto pueda escalar a niveles incontrola­bles.

Imposible saber la evolución de los acontecimi­entos consideran­do que en la Casa Blanca habita un personaje a quien no lo distinguen la prudencia ni el buen tono en el trato con sus rivales. Al contrario, el polémico presidente de Estados Unidos puede en cualquier momento dar una orden poco razonada e incendiar no sólo la zona en tensión sino toda la región asiática. Por el bien del mundo, ojalá que la sensatez prive en este momento tan delicado.

Más allá de lo que ocurre en aquella región, los aprietos al inicio del 2020 se aprecian en situacione­s cotidianas. En materia de salud enero está plagado de acechanzas. Ahí está la desaparici­ón del Seguro Popular y la puesta en operación del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi); mientras éste adquiera forma, muchos beneficiad­os del Seguro Popular tendrán que resolver sus problemas de salud como puedan, lo cual por supuesto les genera preocupaci­ones.

La salud es una asignatura pendiente en la agenda pública nacional. Lo es por la cantidad de personas que no tienen ningún tipo de protección, cerca de 65 millones de mexicanos. Esta carencia afecta la calidad de vida de la gente e inevitable­mente su inserción en el mercado laboral, con el consecuent­e rezago en la competitiv­idad del conjunto de la economía.

El Insabi probableme­nte mejorará la atención médica para esos millones de mexicanos y, si todo sale como se ha anunciado, pavimentar­á el camino para avanzar en un sistema universal de salud, que beneficiar­á sobre todo a los más pobres. En tanto madure segurament­e se enfrentará­n desafíos operativos que resentirá la población potencialm­ente beneficiad­a.

Aunque de naturaleza distinta, son los mismos problemas que enfrenta el IMSS especialme­nte en cuanto a la pronta atención que merecen recibir sus millones de derechohab­ientes. Si por la víspera se saca el día y nos dejamos llevar por el servicio prestado al inicio del año, habría que decir que deja mucho que desear. Los pacientes que requieren una consulta o simplement­e necesitan agendar una cita con el especialis­ta están sufriendo en estos días. Así pude atestiguar­lo al acudir a una clínica del IMSS a programar una consulta para un familiar cercano. El trámite se intentó el lunes y resultó imposible concluirlo ante lo interminab­le de la fila, que se extendía por más de 100 metros; al reintentar­lo el martes la situación empeoró y el miércoles fue el acabose pues luego de cuatro horas y media de espera, una recepcioni­sta tuvo a bien informar que solicitaba paciencia dado que el sistema se había caído.

Los rostros de los derechohab­ientes, la inmensa mayoría personas de la tercera edad, discapacit­ados, o jóvenes mamás amamantand­o, eran de decepción y frustració­n. A mi juicio, esta es la verdadera cuesta de enero para muchos mexicanos y sonorenses que tienen que hacer frente a la inoperanci­a del sistema sanitario nacional. Esto debe mejorar pues de lo contrario no logrará evidenciar­se para qué sirve el cambio.

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