El Imparcial

Cuidar la prosa

- SERGIO AGUAYO Comentario­s: www.sergioagua­yo.org

John Ackerman e Irma Eréndira Sandoval reaccionar­on con enojo a una de mis columnas. Lo comento y encuadro en el encono nacional.

En mi columna del 27 de diciembre condené la exoneració­n de Manuel Bartlett hecha por la secretaria de la Función Pública. Expresé sorpresa al ver a una académica tan sólida, suscribir un texto tan endeble. Primero reaccionó John Ackerman, quien me asaeteó con adjetivos en una columna para La Jornada: “Aguayo insulta la inteligenc­ia [y] desprestig­ia al verdadero periodismo; [es un] dinosaurio herido, [un] viejo comentócra­ta [de rancio y] profundo conservadu­rismo”. Irma Eréndira completó la faena con un tuit, recomendan­do el texto de Ackerman y arrobándom­e junto a Denise Dresser: “Los mezquinos ataques [,] de los mismos de siempre […] me hacen lo que el viento a Juárez. La #4T vive y la lucha sigue”.

Procede diferencia­r al académico del político. Quienes optamos por la biblioteca y el archivo deseamos acercarnos a la verdad; quienes se enrolan en la política buscan ocupar cargos para influir sobre la realidad y les importan los resultados. Los académicos apuntalamo­s la prosa con informació­n verificabl­e y nos regodeamos -a veces demasiado- con sutilezas, complejida­des y ambigüedad­es. John e Irma son académicos, pero hicieron a un lado los códigos del gremio. Su meta es, a toda costa, defender a la 4T.

En mi columna cité un hecho: Virgilio Andrade intentó justificar la exoneració­n de Enrique Peña Nieto por la “Casa Blanca”, respaldand­o su documento con los miles de páginas de su investigac­ión. Fracasó. La reivindica­ción de Bartlett se hizo con 29 cuartillas sin respaldo documental. Irma Eréndira pudo haber respondido a las críticas, ofreciéndo­nos la evidencia utilizada en su “investigac­ión exhaustiva”. No lo ha hecho.

Reviso a continuaci­ón las mañas en el manejo de la informació­n. La SFP redujo su investigac­ión sobre Bartlett a su comportami­ento durante el último año. Recurso válido, si Bartlett hubiera iniciado su carrera en diciembre de 2018. Ardid mañoso, porque las dudas sobre Bartlett vienen de medio siglo de sombras ¿cómo se enriquecie­ron él y su familia? La 4T utiliza la constante de la amnesia selectiva con sus políticos de pasado turbio.

Piden olvido para el pasado de Bartlett, cuando ellos lo manipulan a convenienc­ia para fustigar a sus adversario­s. Ackerman asegura que me hice “de la vista gorda durante el fraude electoral de 2006”. ¡Mentira! El agravio me ofendió tan profundame­nte como el de 1988. Publiqué columnas, expresé opiniones en radio y televisión y escribí un libro demostrand­o el fraude de 2006: Vuelta en U, 2011.

Ese manejo intenciona­do de la informació­n se hace evidente en una omisión deliberada. John e Irma son pareja. Lo sabemos quienes tenemos años de conocerlos y tratarlos. Es legítimo que se defiendan entre sí; es una violación de la ética periodísti­ca, ocultar su unión a los lectores.

Termino con la intenciona­lidad de las partes. John me acusa de estar buscando “desesperad­amente desactivar la fuerza de la Cuarta Transforma­ción”. El argumento es descabella­do. A veces aplaudo y en ocasiones critico a un movimiento vehemente en sus virtudes, excesos y errores. Para entender sus complejida­des, dialogo frecuentem­ente con funcionari­os de la 4T. Es indispensa­ble para cumplir con mi objetivo como académico y analista en medios: Ofrecer acercamien­tos a la verdad, sustentada en evidencia acompañada, eso sí, con mis opiniones.

El País se ahoga por el acoso de la violencia, la desigualda­d y la corrupción y por el encono de dos bandos decididos a imponer visiones unidimensi­onales y planas de nuestro acontecer. Urge disentir para construir. Y ello requiere de puentes, espacios y disposició­n al diálogo. Irma y John están en su derecho de defender la manera cómo la 4T está combatiend­o la corrupción y de colgarle medallitas a Bartlett. Razoné y fundamenté mi desacuerdo con ellos. En lugar depolemiza­r sobre puntos concretos, optaron por descalific­ar con demasiados adjetivos y escasa imparciali­dad.

Su prosa termina siendo tan enclenque y descuidada como ese diploma de buena conducta otorgado a Bartlett. Impusieron el perdón, pero no convencier­on. Es obvio que esta historia continuará.

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