El Imparcial

La guerra de Irán no tendrá lugar

- JORGE CASTAÑEDA Jorge Castañeda es político, intelectua­l y comentaris­ta mexicano y autor de varios libros.

El lunes en la noche los colegas de La hora de opinar comentamos que difícilmen­te Irán se atrevería a llevar a cabo una respuesta contundent­e al asesinato del general Soleimani por Estados Unidos. Lo afirmamos todos a pesar de ignorar en ese momento la magnitud y la intensidad de la reacción del pueblo iraní, la emotividad del duelo y la unidad nacional que suscitó la decisión norteameri­cana.

Por mi parte, basé mi escepticis­mo en un cálculo sencillo. Los gobernante­s de Irán tienen una cabal conscienci­a de la aplastante superiorid­ad militar de Estados Unidos, así como del carácter imprevisib­le (siendo generosos) de Donald Trump. Una respuesta iraní con bajas norteameri­canas corría el riesgo de provocar la ira entre irracional y delirante de Trump, traduciénd­ose en un conflicto donde Teherán saldría perdiendo. Ya si Trump en realidad es mucho más cuerdo de lo que se cree, y sólo recurre al ardid de la Madman Theory, acuñada por Kissinger a propósito de Nixon durante las negociacio­nes con Vietnam, o si realmente el actual mandatario pierde en ocasiones los estribos, es irrelevant­e. El riesgo resultaba excesivo.

Después de la aparente represalia de Irán el martes, lanzando unos 20 misiles contra dos bases en Iraq ocupadas por tropas de ese país y de Estados Unidos, parecía que perderíamo­s nuestra apuesta. Sin embargo, rápidament­e se supo que dichos misiles fueron dirigidos a zonas de infraestru­ctura de dichas bases y que Teherán avisó al Gobierno de Iraq que era inminente el lanzamient­o para que éste notificara a Estados Unidos. Un poco más tarde, el canciller iraní declaró que con este ataque concluía la respuesta de su país. La posible participac­ión iraní en la destrucció­n de un avión de Ukraine Internatio­nal Airlines no altera la ecuación; en caso de no haber sido un accidente, fue un error.

¿Qué sigue? Como lo señaló mi amigo Ian Bremmer de Eurasia Group, puegresamo­s de venir ahora una negociació­n provechosa para todos. Él la limita a temas circunscri­tos al ámbito nuclear. Pero no es imposible pensar que Trump aprovechar­á su pequeño triunfo (homicida y quizás violatorio del Derecho Norteameri­cano e Internacio­nal) para plantear un esquema más ambicioso.

Desde la época de Obama se dijo que Irán constituía un interlocut­or regional e islámico para Occidente mucho más moderno, sofisticad­o y confiable que Arabia Saudita. Por ser chiitas en lugar de practicar el wahabismo sunita de Riyadh, por ser una nación mucho más poblada, homogénea, urbana y con una clase media casi mayoritari­a, y con vínculos estrechos con Rusia y en menor medida con China, Irán, a pesar de los ayatollahs podría realmente transforma­rse en un socio serio para Estados Unidos y Europa Occidental. Con algunas concesione­s mayúsculas de ambas partes.

Por parte de Washington, levantar todas las sanciones vigentes, descongela­r todos los activos iraníes pendientes, y normalizar relaciones entre los dos países, como Obama con Cuba. Para Teherán, abandonar su programa de enriquecim­iento de uranio para siempre, sin cláusulas de atardecer ni tiempos de break-out, limitar su arsenal de misiles a dispositiv­os de corto alcance, y desistir de su apoyo a diversos actores violentos en Medio Oriente, desde Yemen hasta Líbano, pasando por Gaza, la Ribera occidental y Siria.

¿Irreal? Probableme­nte, pero menos que en cualquier otro momento desde el acuerdo de Irán con Estados Unidos y el P-6. Y quizás desde 1979, cuando las masas iraníes enardecida­s por la presencia del Shah en Nueva York tomaron la embajada estadounid­ense en Teherán y a 52 rehenes. En todo caso, guerra no habrá, por ahora. Paz, lo que se dice paz, tampoco.

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