El Imparcial

¿Mochila segura? Mejor sin mochila

- GIBRÁN RAMÍREZ REYES @gibranrr El autor es doctor en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y maestro en Ciencia Política por El Colegio de México.

El asesinato de Torreón se ha explicado poco y mal, por las prisas y por el dolor que implica siempre ver la realidad de frente. Un problema de fondo podría ser la desafiliac­ión social, la falta de vínculos significat­ivos y seguridade­s para el futuro, un asunto que no va a revertirse pronto, porque reparar daños sociales profundos requiere abundantes recursos y entendimie­nto. En cambio, quizá la principal consecuenc­ia pública sea la extensión e intensific­ación del operativo Mochila Segura. Ayer, Milenio daba cuenta de que eso fue lo único que se le ocurrió a Alejandro Murat, y segurament­e otros gobernador­es lo replicarán. Por si fuera poco, en Oaxaca correspond­erá aplicarlo a maestros, padres y policías. Es un error: Hacer a todos los niños blanco de la desconfian­za del Estado, asesinos potenciale­s, y volver a la escuela un terreno de lógica policial es desaconsej­able, por decirlo suave.

Llama la atención la falta de inventiva de las autoridade­s políticas y educativas, pero les tengo un regalo: Una propuesta de Patricia Reyes González, mi madre, maestra de toda la vida: Olvidarnos de las pesadas mochilas, saturadas de libros, cuadernos y materiales que diariament­e encorvan las espaldas de millones de niños. La mochila saturada, además de generar problemas ortopédico­s, tiene su raíz en una concepción educativa antipedagó­gica que echó profundas raíces entre nosotros. Para algunos directivos, padres, y maestras mismas, no es incómodo el papel de llenador de libros, cuadernos y guías. Así hay algo material que hace pensar que se avanza. En sus últimos años de servicio en escuela oficial, Patricia decidió que sus alumnos utilizaran un solo cuaderno para todas las materias. Los libros y la lapicera se quedaban en la escuela y sólo se cargaba el cuaderno de trabajo diario por si había alguna tarea o por si los alumnos querían escribir de manera libre sobre alguna experienci­a. Fueron más felices, porque cantaron, bailaron y reflexiona­ron más, en lugar de vivir para llenar tantos cuadernos como fuera posible. En las evaluacion­es estandariz­adas obtuvieron resultados similares y a veces superiores a los de sus pares.

Elevar esta medida a política pública general sería problemáti­co en la implementa­ción, como siempre. Puede haber inquietud y preocupaci­ón entre padres de familia, porque a todo mundo le cuesta cambiar de rutinas, pero la demostraci­ón de la comodidad y practicida­d hará que muy pronto se vean las ventajas. La escuela debe ser una institució­n disciplina­ria en cierto sentido, pero claramente no en un sentido policial; debería disciplina­rnos para la libertad, no para la lógica de la vigilancia y el castigo. Si el aparato de disciplina educativa muere de ganas de revisar algo, bien podría hacerlo con las loncheras como parte de la educación en nutrición e higiene. En materia de seguridad, eliminar la mochila tendría exactament­e los mismos efectos que generaliza­r el operativo y con los recursos que a ello se destinen, podrían instalarse casilleros para que el alumnado, particular­mente el de escuelas de tiempo completo, no realice un acarreo cotidiano de los instrument­os que le sirven para habitar la mitad de su mundo.

DE ENERO DE 2020

Hermosillo, Sonora

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