LA SOLUCIÓN ESTÁ EN EL INTERIOR
Todos las conocemos. Hay personas ligeras como el vapor y otras densas como el hielo. Su fluidez o falta de ella es perceptible en su presencia, sus gestos, su movimiento corporal, lo que expresa y lo que hace, pero nada la transmite con más vehemencia que su energía.
Hoy quiero compartir un principio que hará de nuestra vida algo mucho más disfrutable si somos conscientes de cómo y cuándo nos afecta. Durante muchos años di clases sobre comunicación no verbal. En aquel entonces no se hablaba sobre uno de los factores que más incide tanto en la comunicación como en la salud, el desempeño y las relaciones: La energía. Dicha fuerza es una constante en nuestra vida, la encontramos afuera, adentro, arriba o abajo; nunca desaparece ni es estática. En el presente el tema me apasiona tanto que incluso publiqué un libro al respecto. Pero, “¿esto qué tiene que ver con mi vida?”, te preguntarás querido lector y querida lectora.
Veamos: La energía no se mueve de manera caprichosa, obedece a un principio universal con dos direcciones: O se expande o se contrae. Un claro ejemplo son el agua y el hielo. Las moléculas del agua tienen una frecuencia vibratoria determinada que depende de la temperatura. Al enfriar el agua dicha frecuencia baja, por lo que las moléculas se contraen, se condensan y ésta se vuelve más densa. El agua se convierte en algo más rígido y sólido, ¿cierto? En cambio con el calor se eleva la frecuencia y las moléculas vibran con más rapidez, por lo que se expande hasta convertirse en vapor. El elemento se vuelve más ligero y flexible. Es un principio de contracción y expansión.