El Imparcial

Sin compradore­s; regresa avión presidenci­al

- CATÓN Licenciado en Derecho y en Lengua y Literatura españolas/cronista de Saltillo.

“Vendo piano en 2 mil pesos. Lo menos lo menos mil”. Así decía un letrero en la ventana de una casa de mi ciudad, Saltillo, hace muchos, muchos años. No le salieron compradore­s al avión presidenci­al que López Obrador puso a la venta, y hubo que traerlo de regreso a México después del alto costo que se ha pagado por su guarda y mantenimie­nto en el país vecino. De nueva cuenta la austeridad republican­a nos ha salido cara. La verdad, a mí me pareció acertada la decisión del Presidente de viajar en vuelos comerciale­s, pese a todos los inconvenie­ntes que eso trae consigo, pero no cabe duda de que el tal avión se ha convertido en un quebradero de cabeza. Quizá deberán ponerle un letrero que diga “Réntame” o “Se vende bara. Tomo camioneta en cuenta”. El dueño de la cantina del lugar le dijo al forastero que bebía en la barra: “Tenga cuidado con el tipo que está afuera. A los clientes que pierden el sentido se los lleva al bosque en su carretilla y ahí los sodomiza”. De seguro el fuereño no hizo caso de la advertenci­a del tabernero, el caso es que de tanto beber quedó inconscien­te, y cuando despertó se vio a bordo de la funesta carretilla. “¡Epa, amigo! -le reclamó al sujeto-. ¿A dónde me lleva?”. Le contestó el de la carretilla: “No lo llevo. Lo traigo”. Doña Macalota reunió en su casa a sus vecinas. Las señoras se admiraron al ver la calidad del mobiliario y la decoración. Explicó la anfitriona: “Es que Chinguetas mi marido y yo tenemos un método de ahorro muy eficaz. Cada vez que hacemos el amor depositamo­s mil pesos en una caja, y cuando juntamos una cierta cantidad la empleamos en amoblar y decorar la casa”. Comentó una de las señoras: “Con razón puedes comprar tantas cosas tan bonitas”. “Últimament­e ya no -declaró doña Macalota-. Mi esposo ha perdido casi totalmente su capacidad de ahorro”. Aquel señor es padre de 15 hijos. Quienes lo conocen lo apodan “La bamba”. Siempre está arriba y arriba. Un viajero entró a comer en una pequeña fonda del camino. Le preguntó al dueño dónde estaba el baño. “Se lo voy a deber -dijo el sujeto usando una expresión muy de restorán-, pero puede usted ir al corral”. Así lo hizo el visitante. Al regresar le dijo al de la fonda: “Me llamó la atención que cuando estaba yo haciendo lo que fui a hacer el burro que está en el corral se soltó rebuznando”. “No estaba rebuznando -le aclaró el hombre-. Se estaba carcajeand­o”. Lord Highrump les mostró a sus amigos los trofeos que había cazado. “Este león lo cacé en Kenia; este tigre en la India; este oso en Alaska.”. Los amigos se espantaron al ver entre las cabezas de los animales la de un hombre. “¿Y éste?” -se atrevió a preguntar uno. “Ah, ése -contestó lord Highrump, despectivo-. Ése lo cacé aquí mismo, en la recámara de mi mujer”. Uno de los de la partida de póquer de los jueves comentó: “Los medicament­os tienen siempre efectos secundario­s”. “Eso es cierto -confirmó otro-. Desde que empecé a tomar viagra a mi esposa le volvieron esos dolores de cabeza que ya se le habían quitado”. El explorador cara pálida y su guía piel roja atravesaba­n a caballo la pradera de Wyoming. De pronto el indio echó pie a tierra, pegó el oído a la tierra y manifestó: “Búfalo haber pasado por aquí. macho. Caliente”. El explorador blanco le preguntó, asombrado: “¿Cómo sabes todo eso?”. Explicó el piel roja: “Cachete pegajoso”. La señorita Himenia le preguntó a su amiguita Celiberia: “¿Qué haces cuando se te reseca la garganta?”. Respondió Celiberia aludiendo a un popular caramelo: “Chupo un Salvavidas”. Dijo la señorita Himenia: “Bueno, pero tú tienes la ventaja de vivir cerca de la playa”. (No le entendí). FIN.

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