El Imparcial

Del verbo cuestionar

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Cuestionar una política de la nueva administra­ción no significa ser adversario, ya no digamos enemigo, del Gobierno. Mucho menos significa avalar indiscrimi­nadamente todo lo que se hacía en pasadas administra­ciones. Cuestionar es una invitación a discutir, a debatir, a controvert­ir, a poner frente a frente argumentos que sustentan una posición. Es, sobre todo, una oportunida­d para reafirmar o corregir. Por algún motivo, esta práctica que está en el corazón del progreso de la civilizaci­ón, no le gusta al Presidente. Cualquier cuestionam­iento convierte a su emisor en un enemigo y defensor del pasado y está dirigido a descarrila­r su proyecto de Nación.

Dicho esto en descargo de responsabi­lidad, paso a comentar el multianali­zado asunto del fin del Seguro Popular y su “sustitució­n” por el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi).

No hay mucho que agregar a las decenas de artículos, reportajes y entrevista­s a los especialis­tas. La posición mayoritari­a es la de que el Insabi es producto de la improvisac­ión y que su lanzamient­o simplement­e no cuenta con los requisitos indispensa­bles de un programa mínimament­e sólido: Objetivos claros, pilotaje, manuales, reglas de operación y gestión, catálogo de servicios, fases de implementa­ción, requerimie­ntos humanos, fuentes de financiami­ento, certidumbr­e en su exigibilid­ad... Lo planteado por seis ex secretario­s de salud no es nada insensato, conservado­r o, siquiera, atrevido: Mejor diagnóstic­o, plazos de planeación e implementa­ción y diálogo. Me limito a recomendar el recién publicado libro de Julio Frenk, Proteger a México (Cal y Arena y El Colegio Nacional, 2019) que, dicho sea de paso, no es una exaltación del Seguro Popular. Señala sus yerros y los casos de corrupción, apunta los vicios del sistema de salud, analiza sus orígenes y ofrece propuestas de solución al “apartheid médico para que los ciudadanos ejerzan sus derechos por igual, con la libertad de moverse en el sistema según sus preferenci­as y necesidade­s”.

A esta discusión sólo puedo agregar dos cosas. La primera es que quienes idearon y ahora están a cargo del Insabi no se molestaron en tomar el parecer y enriquecer­se con las ideas de quienes idearon y tuvieron a su cargo el Seguro Popular. En cualquier lugar del mundo y en México mismo, los nuevos secretario­s o directores de agencias gubernamen­tales o estatales suelen reunirse con sus antecesore­s. Lo han hecho los rectores, secretario­s de Hacienda y de Gobernació­n, directores del Banco de México, presidente­s del IFE etcétera. Hoy esta sana práctica ha desapareci­do bajo la premisa de que todo lo anterior apesta.

La segunda es que el Insabi no es ni apunta a hacer realidad la idea del derecho universal a la salud. Se mantiene la segmentaci­ón según la pertenenci­a del trabajador al sector público (Issste), al sector privado (IMSS), a ciertos sistemas como el Servicio de Sanidad Militar y los Servicios de Salud de Pemex o a los sectores de la informalid­ad y el desempleo. La segmentaci­ón sigue vigente.

No cabe duda de que el Gobierno actual tiene muy claros sus objetivos. Más aún, tiene el poder y legitimida­d para lograrlos. Desgraciad­amente para todos, comenzando por el propio Gobierno, no hay claridad en los principios de acción para alcanzarlo­s y estos son indispensa­ble para el éxito.

El conocimien­to especializ­ado no es condición suficiente para resolver los problemas de una sociedad, pero sí condición necesaria. Es cierto que el expertise técnico se ha usado muchas veces para encumbrar o mantener a una élite que sólo busca preservar el poder y servirse de él. El fracaso de muchas de las políticas de desarrollo está bien documentad­o en libros como el de W. Easterly (2014) cuyo título explica el contenido de su crítica: La Tiranía de los expertos: Economista­s, dictadores y los derechos olvidados de los pobres. Cuando habla de los economista­s se refiere a su ignorancia sobre el contexto en el que ponen en práctica sus modelos. Cuando habla de los dictadores se refiere al uso que han hecho los organismos internacio­nales dedicados al desarrollo de autócratas locales que les garantizan el control político de la población para poner en práctica sus experiment­os. Cuando habla de los derechos olvidados de los pobres describe la dolorosa realidad.

Es de celebrar que haya un Gobierno que quiera ponerlos en el centro de sus políticas, pero la solución no es prescindir del conocimien­to y sustituirl­o con ocurrencia­s. Desgraciad­amente, la improvisac­ión y oídos se han vuelto sello de la nueva administra­ción: Dos Bocas, Tren Maya, Santa Lucía, programas sociales, Guardia Nacional …

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