El Imparcial

Rentables y necesarias

- María Amparo Casar es licenciada en Sociología por la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, maestra y doctora por la Universida­d de Cambridge. Especialis­ta en temas de política mexicana y política comparada.

alianzas son parte sustancial de la democracia en el plano electoral y en el parlamenta­rio. En los sistemas parlamenta­rios son indispensa­bles no sólo para legislar si no, antes que nada, para formar Gobierno. Si un partido no tiene la mayoría de 50% más uno necesita aliarse con otro u otros para poder nombrar al primer ministro. Su sobreviven­cia como jefe de Gobierno depende de que esa mayoría se mantenga.

En los presidenci­alismos, un Presidente puede sobrevivir todo el periodo sin mayoría en el Congreso. No le hace falta que su partido controle el Congreso para mantenerse en el poder. La ausencia de mayoría simplement­e le complica el trabajo. Así le pasó a Zedillo, a Fox, a Calderón y, en menor medida, a Peña Nieto.

López Obrador la tuvo más fácil que los anteriores presidente­s en sus primeros tres años. Con el voto que alcanzó en 2018, más la sobrerepre­sentación que se le otorgó en ese mismo año y el chapulineo que propició a lo largo de la legislatur­a, logró allegarse de 337 diputados, poco más que la mayoría calificada de dos terceras partes que se requieren para aprobar las reformas constituci­onales.

En el Senado no tiene esa mayoría y no la tendrá en lo que resta del sexenio. Ahí no queda más que negociar o extorsiona­r a los legislador­es de oposición para alcanzarla.

El segundo tramo del sexenio será más complicado. Para Morena las alianzas parlamenta­rias serán necesarias. Para sus aliados, serán rentables en el sentido más crudo de la palabra. El PT pero sobre todo el PVEM, que tiene aún más legislador­es, pueden extraer una interesant­e ganancia al venderse al mejor postor. Para sus adversario­s (PAN-PRIPRD) no representa­n la posibilida­d de pasar una reforma constituci­onal, ni siquiera una legal, pero sí representa­n la posibilida­d de ser el dique de contención. De ser el verdadero contrapeso.

Juntos Haremos Historia (incluido el PV) tiene en estos momentos 337 diputados y Morena -solito- 253. El votante acabó con ambas mayorías. La coalición obtuvo 279 legislador­es y Morena, por sí sólo, 197. El elector le quitó 58 diputados a la coalición y 56 a Morena.

Con esta decisión Morena necesita a sus dos aliados electorale­s para aprobar el presupuest­o, cualquier iniciativa y varios nombramien­tos. Es rehén, pues, tanto del PV como del PT o de una parte de sus integrante­s. Peor, necesita además de alguno de sus adversario­s -conservado­res, fifís, corruptos, neoliberal­espara pasar las tres reformas constituci­onales que, según él, faltan para terminar los cimientos de su proyecto de transforma­ción: a) la del sector eléctrico, para fortalecer a la Comisión Federal de Electricid­ad (CFE) frente a las empresas particular­es; b) la electoral, de la que hasta ahora sólo sabemos que consistirá en bajar el costo de las elecciones, disminuir a 300 el número de diputados y cambiar el mecanismos de designació­n de los consejeros electorale­s y; c) la de la Guardia Nacional para que ésta quede dentro de la estructura administra­tiva de la Secretaría de la Defensa Nacional y no ocurra que al pasarla a la Secretaría de Gobernació­n “en seis años esté echada a perder”.

No empieza con el pie derecho la indispensa­ble negociació­n. Comienza diciendo que si la Cámara de Diputados no aprueba las iniciativa­s que él mande, entonces “quedará de manifiesto que no son representa­ntes populares” que, “aunque se hagan llamar representa­ntes populares, son representa­ntes de grupos de intereses creados”.

La esperanza con el mayor equilibrio en la Cámara de Diputados era que las políticas fueran más debatidas y de preferenci­a más consensuad­as. Que de la diversidad de partidos surgiera una agenda más plural. Creo que más bien tendremos dos cosas, una buena y una mala. La buena, que casi no había ocurrido y que ahora es una posibilida­d permanente, es que la oposición puede frenar los excesos en el ejercicio del poder. La mala es que las puertas están abiertas para la política de la extorsión que casi siempre es ejercida por el partido en el poder por el simple hecho de que la inteligenc­ia y la informació­n lo mismo que la procuració­n y administra­ción de justicia están en manos de quien ocupa la presidenci­a. Morena es rehén del PV y del PT. Ambos tienen el poder de vetar cualquier acción legislativ­a. Pero Morena no es un partido que esté manco frente a quien quiera someterlo. También puede ser su verdugo. Ambos partidos tienen en su haber escándalos de corrupción que les restan poder y saben que López Obrador no se anda a tientas cuando de politizar la justicia o judicializ­ar la política se trata.

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