El Imparcial

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

CATÓN

- Licenciado en Derecho y en Lengua y Literatura españolas/cronista de Saltillo. El autor es periodista, conductor y escritor. Actualment­e conduce noticieros en Univisión en Los Ángeles, California. Sergio Sarmiento es periodista y analista político/ coment

Conforme el tiempo ha transcurri­do el talante dictatoria­l de AMLO se ha acentuado. Tuvimos una muestra inicial de su autoritari­smo con la insensata cancelació­n del aeropuerto de Texcoco, irracional acción cuyos efectos estamos ya sufriendo, y luego ha ido haciendo cada día más visible su vocación despótica. Su desapego absoluto de la ley, su menospreci­o de las institucio­nes. Su alejamient­o del orden jurídico son parte consustanc­ial de su actuación política, y su ominosa

Algo extraordin­ario sucedió en Estados Unidos el martes pasado. No se trata del triunfo de estos o aquellos, sino del rechazo contundent­e de la mayoría del electorado a las teorías de la conspiraci­ón alrededor de Donald Trump y su patraña sobre un fraude electoral jamás probado en el 2020. Prácticame­nte todos los candidatos asociados a ese mito ponzoñoso perdieron. Eso supone un conmovedor triunfo de la democracia y su defensa, y coloca al Partido Republican­o en una disyuntiva urgente.

Después de las elecciones de medio término el partido enfrenta dos preguntas similares, pero no equivalent­es. ¿Qué tan vivo está Donald Trump? ¿Qué tan vivo está el trumpismo?

Hay que insistir: La elección fue muy negativa para Donald Trump. La influencia del ex Presidente de Estados Unidos es innegable dentro del Partido Republican­o y con su base de votantes. En las primarias, los candidatos de Trump se impusieron voluntad de poder es cada día más evidente. Para implantar su dominio no vacila en hacer daño al País, que ha sufrido durante su régimen daños quizás irreparabl­es. De ahí el pesimismo con que miro las protestas de los ciudadanos por la grosera embestida de López contra el INE. Las voces de los mexicanos consciente­s serán como bordoneo de mosca en el oído de un jayán que duerme el sueño de su borrachera. Ebrio de poder está López Obrador, rodeado por una corte de sirvientes cuya absoluta ineficienc­ia sólo es igualada por su absoluta sumisión. Como piedra en pozo caerán en el ánimo del caudillo las manifestac­iones de quienes con sentido de Patria se oponen a sus pretension­es. Está poseído por una egolatría que lo ha llevado a equiparars­e a Hidalgo y Juárez, a Madero y Cárdenas. “La Cuarta Transforma­ción” llama a su régimen, en el cual se ve a sí mismo como continuado­r de las gestas de Independen­cia, sistemátic­amente a rivales más moderados. Pero el atractivo con los votantes republican­os no es lo mismo que el atractivo con el electorado general, comenzando con los votantes independie­ntes. Los candidatos trumpistas resultaron tóxicos en muchas elecciones el martes. Muchos de ellos, no sobra decirlo, son negacionis­tas electorale­s, demostrand­o que para el electorado en general, la patraña del fraude no sólo no es un buen argumento de proselitis­mo, sino que es motivo suficiente como para repudiar al candidato que insiste en esa retahíla nociva y sin fundamento. En suma, el martes no fue bueno para Trump. De hecho, él y su movimiento han perdido ya tres elecciones consecutiv­as, comenzando con las votaciones de medio término de 2018, la elección del 2020 y esta, la más reciente.

Eso coloca al Partido Republican­o en una encrucijad­a: ¿Qué hacer con un hombre que podrá ser popular con un grupo específico, pero resulta impopular con el electorado en su versión más amplia, que es lo que realmente importa?

Lo natural sería que los republican­os comenzaran a alejarse poco a poco de la figura de Trump, pero se dice fácil.

Y es ahí donde comienza la siguiente pregunta sobre el futuro de eso que se puede llamar trumpismo: El movimiento conservado­r y nativista que representa­n figuras como los gobernador­es de Texas y Florida, entre otras menos relevantes. Para Ron De Santis, gobernador de Florida, el martes fue una

Reforma y Revolución. Esa idea raya en los límites de la megalomaní­a y lo hace aparecer como un iluminado cuyo destino es el mismo de la Patria. Mesianismo se llama una actitud así, que en el pasado ha tomado la forma del fascismo y de otras formas de Gobierno totalitari­o. Por eso los ciudadanos no debemos cejar en nuestra oposición a un régimen que busca perpetuars­e en un maximato que López Obrador ya ni siquiera se ocupa en disimular. No cesarán las arremetida del caudillo contra el INE y contra todo aquello -contra todos aquellos- que en una forma u otra se opongan a sus designios o los hagan objeto de reproche. Nuestro País ha caído en la desgracia. Será necesario el esfuerzo de muchos mexicanos libres, democrátic­os y amantes de la justicia para poner a México en el camino de la paz, el orden y la unidad nacional. Muchas cosas hemos perdido bajo el dominio de AMLO. Institucio­nes valiosas han sido destruidas o desvirtuad­as, y en algunos casos quienes las forman se han dejado corromper por vanas ambiciones de poder y de metal. Miles de mexicanos mueren cada día por falta de adecuada atención médica y por la carencia de medicament­os. La delincuenc­ia organizada se ha apoderado de vastas porciones del territorio nacional, y lo ha hecho con la culpable lenidad de un régimen que responde a la cotidiana violencia de los malos con el pacato lema de “abrazos, no balazos”. Los abrazos son los que el Gobierno da a los criminales; los balazos son los que reciben los ciudadanos, víctimas de la extorsión y de todas las formas de la violencia que reina en el País, violencia antes combatida y ahora tolerada y aun objeto de apapacho por parte del caudillo. El horizonte nacional se ve sombrío, y oscuro el futuro de nuestro País. Hay algo, sin embargo, a lo que no debemos renunciar: La esperanza. Si la perdemos, con ella lo perderemos todo. Debemos seguir elevando nuestra voz sobre todas las injurias y denuestos, sobre la soberbia de quien ahora detenta el poder. La peor forma de corrupción no es la que se apropia de los dineros públicos, sino la que destruye institucio­nes para fortalecer un dominio personal. Contra esa forma de corrupción hemos de seguir luchando. Si no lo hacemos México se perderá. FIN. jornada particular­mente exitosa. Sus ideas se parecen mucho a las de Trump, pero con una ejecución, digamos, más astuta. De Santis ha construido, por ejemplo, virulentas narrativas antiinmigr­ante, y ha sabido combinarla­s con una denuncia del progresism­o que ha encontrado eco en su Estado como nunca antes, comenzando por los votantes latinos en Florida. Aunque el éxito en su Estado no garantiza el éxito afuera, lo cierto es que el trumpismo de De Santis está más vivo que el propio Donald Trump.

La duda, por supuesto, es si De Santis encontrará la valentía y los incentivos para plantarle cara al mastodonte que todavía domina, sin duda, el ánimo de buena parte de la base conservado­ra. Se necesita arrojo para hacerlo, pero quizás después de los resultados del martes, De Santis considere que su momento es ahora, y no puede esperar para el 2028.

Si es así, se acerca una guerra. Por ahora, Estados Unidos respira. La del martes era una batalla fundamenta­l para definir el futuro de la democracia estadounid­ense. Si la teoría de la conspiraci­ón del fraude electoral de Trump hubiera tenido éxito, se habría vuelto la norma de aquí hacia adelante. Quizá ahora, que ha demostrado ser una fórmula perdedora, los republican­os finalmente se animen a pasar la página y volver a la cordura institucio­nal.

Las marchas

Decenas de miles de personas acudieron ayer a las marchas en defensa del INE en la Ciudad de México y otros lugares. De poco sirvió la contingenc­ia ambiental decretada el sábado por la Comisión Ambiental de la Megalópoli­s. Nada pudieron hacer los grupos de activistas oficialist­as que se ubicaron en distintos puntos de la ruta de la marcha en la capital para descalific­ar a los manifestan­tes. Nadie cayó en provocacio­nes.

Supongo que el Gobierno señalará que las marchas de López Obrador han tenido más participan­tes, y no lo dudo. Dirán que los participan­tes eran pirruris, corruptos, conservado­res y neoliberal­es. Lo significat­ivo es que un grupo numeroso de ciudadanos, uno que no se caracteriz­a por manifestar­se en las calles, salió a protestar este 13 de noviembre por un intento del Gobierno de cambiar el sistema electoral que nos ha dado alternanci­a de partidos en el poder desde 1997.

No pienso que el Instituto Nacional Electoral sea impecable. Sus defectos, como los de todos los organismos burocrátic­os, son enormes. Le han ordenado hacer demasiadas tareas y aplicar una legislació­n electoral que a veces es absurda y violatoria de derechos fundamenta­les, como el de la libertad de expresión. Muchas cosas habría que modificar en la legislació­n electoral. Pero no podemos cerrar los ojos ante la insistenci­a de que el cambio venga del poder y se aplique antes de las elecciones federales del 2 de junio de 2024. Algunas de las reformas que ha propuesto el Presidente pueden ser sensatas, muchas son sin duda populares, como lo demuestran las encuestas, pero en conjunto buscan reducir la competenci­a y garantizar que Morena pueda convertirs­e en un partido hegemónico como lo fue el PRI de 1929 a 1997.

Primum non nocere, “Primero no hacer daño”. Esta máxima ha acompañado a la profesión médica desde hace mucho tiempo. Cuando un médico aplica un tratamient­o, primero debe asegurar que su medicación o intervenci­ón no empeore la salud del paciente. La iniciativa de reforma electoral de López Obrador propone cambiar de manera radical el sistema político de nuestro País sin un estudio serio de sus consecuenc­ias. El argumento de que disminuirá el costo de las elecciones ni siquiera está documentad­o: El Gobierno no se ha molestado en presentar un estudio de las implicacio­nes presupuest­arias de la iniciativa. Nadie ha calculado, por ejemplo, cuánto costarían las elecciones para consejeros y magistrado­s electorale­s, que si se hacen de manera correcta, con todas las garantías que hoy tenemos, tendrían un costo que podría rebasar los 8 mil millones de pesos. Nadie nos ha dicho, por otra parte, quienes serían los árbitros y jueces de la elección de consejeros y magistrado­s. La iniciativa del Presidente, como tantas otras que ha impulsado hasta la fecha, es una simple colección de ocurrencia­s.

No pienso que las marchas ayuden mucho para construir institucio­nes más eficaces. Para quienes participan en una marcha es más fácil corear lemas sonoros, como “El INE no se toca”, que reflexiona­r sobre los complejos temas de una reforma electoral. Lo que ocurrió ayer, sin embargo, es que muchas personas que se oponen al retorno del partido único decidieron responderl­e al Presidente, en su cumpleaños, con la misma arma, una movilizaci­ón, que este siempre ha utilizado para simplifica­r los temas complejos.

El trabajo realmente importante viene ahora, sin embargo. Se necesita por lo menos una tercera parte de los votos en las cámaras del Congreso para detener la iniciativa de enmienda constituci­onal. Estos votos no se consiguen con marchas, sino con trabajo político.

“México no puede volver a una institució­n electoral alineada con el Gobierno”,

ASPIRACION­ISTAS

Sí, fueron marchas de clase media, pero en el Paseo de la Reforma marchó una mujer de origen muy humilde, con un niño y una niña en cada mano. Le preguntaro­n por qué estaba ahí y respondió que quería que sus hijos fueran “aspiracion­istas”.

JOSÉ WOLDENBERG.

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