DE POLÍTICA Y COSAS PEORES
CATÓN
Conforme el tiempo ha transcurrido el talante dictatorial de AMLO se ha acentuado. Tuvimos una muestra inicial de su autoritarismo con la insensata cancelación del aeropuerto de Texcoco, irracional acción cuyos efectos estamos ya sufriendo, y luego ha ido haciendo cada día más visible su vocación despótica. Su desapego absoluto de la ley, su menosprecio de las instituciones. Su alejamiento del orden jurídico son parte consustancial de su actuación política, y su ominosa
Algo extraordinario sucedió en Estados Unidos el martes pasado. No se trata del triunfo de estos o aquellos, sino del rechazo contundente de la mayoría del electorado a las teorías de la conspiración alrededor de Donald Trump y su patraña sobre un fraude electoral jamás probado en el 2020. Prácticamente todos los candidatos asociados a ese mito ponzoñoso perdieron. Eso supone un conmovedor triunfo de la democracia y su defensa, y coloca al Partido Republicano en una disyuntiva urgente.
Después de las elecciones de medio término el partido enfrenta dos preguntas similares, pero no equivalentes. ¿Qué tan vivo está Donald Trump? ¿Qué tan vivo está el trumpismo?
Hay que insistir: La elección fue muy negativa para Donald Trump. La influencia del ex Presidente de Estados Unidos es innegable dentro del Partido Republicano y con su base de votantes. En las primarias, los candidatos de Trump se impusieron voluntad de poder es cada día más evidente. Para implantar su dominio no vacila en hacer daño al País, que ha sufrido durante su régimen daños quizás irreparables. De ahí el pesimismo con que miro las protestas de los ciudadanos por la grosera embestida de López contra el INE. Las voces de los mexicanos conscientes serán como bordoneo de mosca en el oído de un jayán que duerme el sueño de su borrachera. Ebrio de poder está López Obrador, rodeado por una corte de sirvientes cuya absoluta ineficiencia sólo es igualada por su absoluta sumisión. Como piedra en pozo caerán en el ánimo del caudillo las manifestaciones de quienes con sentido de Patria se oponen a sus pretensiones. Está poseído por una egolatría que lo ha llevado a equipararse a Hidalgo y Juárez, a Madero y Cárdenas. “La Cuarta Transformación” llama a su régimen, en el cual se ve a sí mismo como continuador de las gestas de Independencia, sistemáticamente a rivales más moderados. Pero el atractivo con los votantes republicanos no es lo mismo que el atractivo con el electorado general, comenzando con los votantes independientes. Los candidatos trumpistas resultaron tóxicos en muchas elecciones el martes. Muchos de ellos, no sobra decirlo, son negacionistas electorales, demostrando que para el electorado en general, la patraña del fraude no sólo no es un buen argumento de proselitismo, sino que es motivo suficiente como para repudiar al candidato que insiste en esa retahíla nociva y sin fundamento. En suma, el martes no fue bueno para Trump. De hecho, él y su movimiento han perdido ya tres elecciones consecutivas, comenzando con las votaciones de medio término de 2018, la elección del 2020 y esta, la más reciente.
Eso coloca al Partido Republicano en una encrucijada: ¿Qué hacer con un hombre que podrá ser popular con un grupo específico, pero resulta impopular con el electorado en su versión más amplia, que es lo que realmente importa?
Lo natural sería que los republicanos comenzaran a alejarse poco a poco de la figura de Trump, pero se dice fácil.
Y es ahí donde comienza la siguiente pregunta sobre el futuro de eso que se puede llamar trumpismo: El movimiento conservador y nativista que representan figuras como los gobernadores de Texas y Florida, entre otras menos relevantes. Para Ron De Santis, gobernador de Florida, el martes fue una
Reforma y Revolución. Esa idea raya en los límites de la megalomanía y lo hace aparecer como un iluminado cuyo destino es el mismo de la Patria. Mesianismo se llama una actitud así, que en el pasado ha tomado la forma del fascismo y de otras formas de Gobierno totalitario. Por eso los ciudadanos no debemos cejar en nuestra oposición a un régimen que busca perpetuarse en un maximato que López Obrador ya ni siquiera se ocupa en disimular. No cesarán las arremetida del caudillo contra el INE y contra todo aquello -contra todos aquellos- que en una forma u otra se opongan a sus designios o los hagan objeto de reproche. Nuestro País ha caído en la desgracia. Será necesario el esfuerzo de muchos mexicanos libres, democráticos y amantes de la justicia para poner a México en el camino de la paz, el orden y la unidad nacional. Muchas cosas hemos perdido bajo el dominio de AMLO. Instituciones valiosas han sido destruidas o desvirtuadas, y en algunos casos quienes las forman se han dejado corromper por vanas ambiciones de poder y de metal. Miles de mexicanos mueren cada día por falta de adecuada atención médica y por la carencia de medicamentos. La delincuencia organizada se ha apoderado de vastas porciones del territorio nacional, y lo ha hecho con la culpable lenidad de un régimen que responde a la cotidiana violencia de los malos con el pacato lema de “abrazos, no balazos”. Los abrazos son los que el Gobierno da a los criminales; los balazos son los que reciben los ciudadanos, víctimas de la extorsión y de todas las formas de la violencia que reina en el País, violencia antes combatida y ahora tolerada y aun objeto de apapacho por parte del caudillo. El horizonte nacional se ve sombrío, y oscuro el futuro de nuestro País. Hay algo, sin embargo, a lo que no debemos renunciar: La esperanza. Si la perdemos, con ella lo perderemos todo. Debemos seguir elevando nuestra voz sobre todas las injurias y denuestos, sobre la soberbia de quien ahora detenta el poder. La peor forma de corrupción no es la que se apropia de los dineros públicos, sino la que destruye instituciones para fortalecer un dominio personal. Contra esa forma de corrupción hemos de seguir luchando. Si no lo hacemos México se perderá. FIN. jornada particularmente exitosa. Sus ideas se parecen mucho a las de Trump, pero con una ejecución, digamos, más astuta. De Santis ha construido, por ejemplo, virulentas narrativas antiinmigrante, y ha sabido combinarlas con una denuncia del progresismo que ha encontrado eco en su Estado como nunca antes, comenzando por los votantes latinos en Florida. Aunque el éxito en su Estado no garantiza el éxito afuera, lo cierto es que el trumpismo de De Santis está más vivo que el propio Donald Trump.
La duda, por supuesto, es si De Santis encontrará la valentía y los incentivos para plantarle cara al mastodonte que todavía domina, sin duda, el ánimo de buena parte de la base conservadora. Se necesita arrojo para hacerlo, pero quizás después de los resultados del martes, De Santis considere que su momento es ahora, y no puede esperar para el 2028.
Si es así, se acerca una guerra. Por ahora, Estados Unidos respira. La del martes era una batalla fundamental para definir el futuro de la democracia estadounidense. Si la teoría de la conspiración del fraude electoral de Trump hubiera tenido éxito, se habría vuelto la norma de aquí hacia adelante. Quizá ahora, que ha demostrado ser una fórmula perdedora, los republicanos finalmente se animen a pasar la página y volver a la cordura institucional.
Las marchas
Decenas de miles de personas acudieron ayer a las marchas en defensa del INE en la Ciudad de México y otros lugares. De poco sirvió la contingencia ambiental decretada el sábado por la Comisión Ambiental de la Megalópolis. Nada pudieron hacer los grupos de activistas oficialistas que se ubicaron en distintos puntos de la ruta de la marcha en la capital para descalificar a los manifestantes. Nadie cayó en provocaciones.
Supongo que el Gobierno señalará que las marchas de López Obrador han tenido más participantes, y no lo dudo. Dirán que los participantes eran pirruris, corruptos, conservadores y neoliberales. Lo significativo es que un grupo numeroso de ciudadanos, uno que no se caracteriza por manifestarse en las calles, salió a protestar este 13 de noviembre por un intento del Gobierno de cambiar el sistema electoral que nos ha dado alternancia de partidos en el poder desde 1997.
No pienso que el Instituto Nacional Electoral sea impecable. Sus defectos, como los de todos los organismos burocráticos, son enormes. Le han ordenado hacer demasiadas tareas y aplicar una legislación electoral que a veces es absurda y violatoria de derechos fundamentales, como el de la libertad de expresión. Muchas cosas habría que modificar en la legislación electoral. Pero no podemos cerrar los ojos ante la insistencia de que el cambio venga del poder y se aplique antes de las elecciones federales del 2 de junio de 2024. Algunas de las reformas que ha propuesto el Presidente pueden ser sensatas, muchas son sin duda populares, como lo demuestran las encuestas, pero en conjunto buscan reducir la competencia y garantizar que Morena pueda convertirse en un partido hegemónico como lo fue el PRI de 1929 a 1997.
Primum non nocere, “Primero no hacer daño”. Esta máxima ha acompañado a la profesión médica desde hace mucho tiempo. Cuando un médico aplica un tratamiento, primero debe asegurar que su medicación o intervención no empeore la salud del paciente. La iniciativa de reforma electoral de López Obrador propone cambiar de manera radical el sistema político de nuestro País sin un estudio serio de sus consecuencias. El argumento de que disminuirá el costo de las elecciones ni siquiera está documentado: El Gobierno no se ha molestado en presentar un estudio de las implicaciones presupuestarias de la iniciativa. Nadie ha calculado, por ejemplo, cuánto costarían las elecciones para consejeros y magistrados electorales, que si se hacen de manera correcta, con todas las garantías que hoy tenemos, tendrían un costo que podría rebasar los 8 mil millones de pesos. Nadie nos ha dicho, por otra parte, quienes serían los árbitros y jueces de la elección de consejeros y magistrados. La iniciativa del Presidente, como tantas otras que ha impulsado hasta la fecha, es una simple colección de ocurrencias.
No pienso que las marchas ayuden mucho para construir instituciones más eficaces. Para quienes participan en una marcha es más fácil corear lemas sonoros, como “El INE no se toca”, que reflexionar sobre los complejos temas de una reforma electoral. Lo que ocurrió ayer, sin embargo, es que muchas personas que se oponen al retorno del partido único decidieron responderle al Presidente, en su cumpleaños, con la misma arma, una movilización, que este siempre ha utilizado para simplificar los temas complejos.
El trabajo realmente importante viene ahora, sin embargo. Se necesita por lo menos una tercera parte de los votos en las cámaras del Congreso para detener la iniciativa de enmienda constitucional. Estos votos no se consiguen con marchas, sino con trabajo político.
“México no puede volver a una institución electoral alineada con el Gobierno”,
ASPIRACIONISTAS
Sí, fueron marchas de clase media, pero en el Paseo de la Reforma marchó una mujer de origen muy humilde, con un niño y una niña en cada mano. Le preguntaron por qué estaba ahí y respondió que quería que sus hijos fueran “aspiracionistas”.
JOSÉ WOLDENBERG.