Conmemoración
Hoy se cumple un aniversario más de la Revolución mexicana. Desde hace más de un siglo este movimiento ocupa una parte muy importante de la conversación nacional, en su nombre y origen se han creado: Ensayos, crónicas, música, novelas, películas, telenovelas, artes plásticas. Esto la convierte en el suceso histórico que más expresiones ha provocado.
La explicación de aquella Revolución ha sido tema de análisis, exaltación y también de descalificación. Desde hace décadas, los estudios serios y alejados de cualquier interés partidista empezaron a revisarla con otros métodos y afanes, empezaron a surgir otras interpretaciones que refrescan la apreciación de aquel acontecimiento.
Un ejemplo es la cantidad de estudios regionales sobre el tema que se han sumado al examen de aquel hecho, desde entonces nos vamos enterando cómo aquel suceso tuvo distintas dinámicas en las regiones o estados -incluyendo la misma capital de la República-, habría que subdividir todo este fenómeno en lugares y tiempos para poder tener un acercamiento más preciso.
Hay entidades que tuvieron una participación más intensa y otras en el que el movimiento no tuvo la misma profundidad. Sonora, Chihuahua y Coahuila, aparecen como estados con un protagonismo considerable, en estas regiones la actividad revolucionaria se aceleró a la muerte de Madero.
La Revolución como fenómeno social se alojó en la dermis política del mexicano, hasta hoy se sigue relatando y analizando con vehemencia, nutrió un discurso político exhaustivo y navegó con éxito prácticamente todo el siglo XX, a tal grado que el tema lo convirtieron en materia común todas las corrientes políticas, ya que a diferencia de otras revoluciones del siglo, esta no tuvo un solo líder sino muchos, no hubo una sola ideología sino varias, todas cobijadas en esa gran carpa que fue el nacionalismo revolucionario.
Algo que habría que destacar fue la política de asimilación política y social que se fue dando con los años. Lázaro Cárdenas -consciente de la necesidad de reconciliación-, dicta una Ley de Amnistía en 1937, aquellos participantes del bando perdedor que no estuvieron involucrados en hechos sangrientos -como el asesinato de Madero por ejemplo-, regresaron y se incorporaron a las distintas procedencias, incluyendo militares, algo que tampoco sucedió con las otras revoluciones.
Todo esto abona para que se dé un giro a partir de las últimas décadas del siglo XX, nuevos actores e ideas aparecieron, aquella legitimidad y discurso que la Revolución otorgaba se va abandonando por desgaste y también hartazgo, aparecen nuevos derroteros con un destino más moderno y seguro, la aspiración generalizada de gobiernos democráticos y republicanos.
La Revolución deja de ser materia de retórica partidista y exclusión política, queda ubicada en las áreas de investigación y estudio académico. Grandes proyectos ven la luz y nuevas interpretaciones se ponen a discusión, intensos debates se conquistan y análisis novedosos se propagan, se suman investigadores extranjeros y hay nuevas y renovadas revisiones del tema.
Sin embargo, en el alma política de muchos mexicanos queda aquel relato de buenos y malos. Desafortunadamente para el País y la Revolución, como hecho histórico, aquella costumbre vieja y superficial toma vuelo en este régimen, el cual empieza a reconstruir aquel discurso anacrónico y excluyente.
Asistimos a la exposición diaria de insultos provenientes del Presidente de la República, acusaciones absurdas como algo que él denomina: “Neoporfirismo”. Es ridículo que se traiga a este siglo tal apelativo, lo único que refleja es una muy pobre formación histórica de quien la expresa.
“Quizá la más grande lección de historia, es que nadie aprendió las lecciones de la historia”, Aldous Huxley, escritor inglés.