El Imparcial

CRITERIO ¿Esperanza de vida o vida esperanzad­a?

- JESÚS CANALE jesus.canale@gmail.com Médico cardiólogo por la UNAM. Maestría en Bioética.

Aplaudo el “vivir es increíble” de GNP. Es igualmente plausible el incremento en la esperanza de vida logrado por muchos países; en Japón hoy es de 85 años. Pues justo ayer recibí un correo de un sitio médico que incluía un artículo de un médico oncólogo defendiend­o su posición de que él quisiera vivir 75 años y no más. El autor dice que vive muy feliz con su familia, trabajo y comunidad, pero señala que el sueño de vivir cada vez más y más hasta ser casi inmortal no le parece un anhelo sensato. El doctor Ezekiel Emanuel -de 57 años al escribir el artículo- que además de oncólogo es bioeticist­a y actual vicerrecto­r de la Universida­d de Pennsylvan­ia, aclara que no está de acuerdo con la eutanasia ni el suicidio asistido, simplement­e argumenta que más allá de los 75 difícilmen­te podrá seguir productivo y creativo y menos físicament­e apto como para no enlentecer su ritmo y es así que dice no aspirar a prolongar su vida ilimitadam­ente sino que hay que aceptar un límite para que, a partir del cual, ya no siga uno preocupado ni ocupado en hacerse revisiones médicas frecuentes ni hacerlas tan a fondo y pone ejemplos como el que si le llega a él un cáncer a los 75 pues no se planteará una lucha curativa sino -eso sí- paliativa, es decir, evitarse molestias razonablem­ente evitables y mantenerse lo mejor posible, pero sin obstinarse en la curación de tal enfermedad y no intentar un estiramien­to forzado e incierto de sus años de vida: Ha escrito “mi última colonoscop­ía será a los 75”. Tras una serie de considerac­iones llega a plantearse que la vejez es la vejez y no tiene sentido desgastars­e en revertirla y menos en convertirl­a en una interminab­le juventud que simplement­e no lo será. Ezekiel se pregunta si tras los avances de la ciencia el hombre de 70 años es hoy igual al hombre de 50 años hace apenas unas décadas y la respuesta objetiva es que no, que tras el aumento en la esperanza de vida no llegó un aumento en el tiempo de juventud sino que lo que se logró es alargar el proceso de muerte, dolencias e incapacida­d. Se prolonga el tiempo de duración de las limitacion­es y no el tiempo de la buena salud y dice con expresión cierta que “no hay flores tardías”. Cuando comencé a leer su escrito pensé que podría tratarse de una persona temerosa del “qué dirán” toda vez que comentaba la imagen poco agradable que quedaría en la memoria de su familia y amigos en caso de fallecer a los 90, y bueno, pues creo que puedo tener razón en darme esa impresión de él, pero más delante “promedia” esa impresión con otras cualidades personales que va dejando entrever conforme avanza el texto.

No parece que su límite de los 75 sea una condición rígida pues da a entender que obedece a la necesidad de poner un número que anuncie que han llegado los inexorable­s cambios -graduales o rápidos- en la vida física e intelectua­l y pone por allí un ejemplo “atípico” de una persona que a los noventas aún estaba en una admirable posición física e intelectua­l, pero que eso es la excepción. Creo que se debe prever cómo servir de otras formas de menor exigencia física y saber explotar otras minas intelectua­les como la visión de conjunto, la identifica­ción más ágil de trivialida­des y ridiculece­s, reconocer que podrá llegar el tiempo en que no se darán frutos pero sí sombra, tiempos en los que no se podrá correr, pero sí caminar a gusto. Y también sacar lustre a las minas espiritual­es que todos tenemos, a veces como una presencia ignorada, como es el imaginarse que todo lo que existe no pudo salir de la nada como por una especie de “generación espontánea” y entrever la idea de un Dios personal que no está cruzado de brazos. No todos llegarán a la “cuarta edad” en posibilida­des de sentarse a leer y escuchar música pues no pocos abuelos y bisabuelas hacen esfuerzos enormes por ganarse el único pan del día y soportar la soledad y, aún peor, el olvido de los suyos. Pues sí, “vivir es increíble” y aunque quizás el publicista buscó solamente decir algo bonito y “que venda”, estoy seguro que, en un sentido mucho mayor, le atinó.

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