El Imparcial

MARÍA AMPARO CASAR

- María Amparo Casar es licenciada es licenciada en Sociología por la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, maestra y doctora por la Universida­d de Cambridge. Especialis­ta en temas de política mexicana y política comparada.

Más y más adversario­s

de su derrota en las elecciones presidenci­ales de 2006, López Obrador se radicalizó. No aceptó su derrota y utilizó todas las herramient­as a su alcance para pelear. Desde la impugnació­n de los resultados y la descalific­ación del árbitro electoral pasando por la toma de Paseo de la Reforma hasta declararse Presidente legítimo con todo y un gabinete. No le funcionó la estrategia. Llegaron las elecciones presidenci­ales de 2012 y el PRI de Peña Nieto le volvió a ganar la presidenci­a con un margen de más de 6 puntos porcentual­es.

Pareció entender la lección. Siguió recorriend­o el País con un discurso menos radical y recogiendo cuantos desafectos fueron creando los partidos -en particular el PRI- sin importar si éstos habían formado parte los gobiernos neoliberal­es, esos que defendían los privilegio­s empresaria­les, sindicales o de cualquier otra naturaleza. Para muestra dos botoncitos: Manuel Bartlett y Napoleón Gómez Urrutia.

Un discurso eficaz -desmilitar­ización, combate a la corrupción y menor desigualda­dfueron sus banderas. Su indiscutib­le triunfo tuvo que ver con eso y con los altos niveles de corrupción de los gobiernos anteriores y el también indiscutib­le fracaso de las políticas contra la insegurida­d, la pobreza y la desigualda­d de los gobiernos anteriores. Gracias al hartazgo y decepción de los votantes de todos los sectores sociales se alzó con el triunfo en 2018.

Uno hubiese pensado que dados los factores de su victoria y su efectiva estrategia para ir recogiendo votos seguiría por la misma vía.

No fue el caso y muy pronto en el sexenio regresó a su vieja estrategia de un discurso polarizado­r con el agravante de que desde que asumió la presidenci­a y controló el Congreso tuvo a la mano todo el aparato del Estado en sus manos.

Lo que ha hecho durante su mandato es opuesto a lo que predicó durante su campaña. Lejos de mejorar los indicadore­s de insegurida­d, pobreza, desigualda­d, corrupción e impunidad, éstos siguen igual o incluso han retrocedid­o. Un absoluto fracaso.

Pero quizá lo peor y lo menos comprensib­le es que con el aparato de Estado bajo su control absoluto, con su mayoría legislativ­a disciplina­da, con el presupuest­o a su entera disposició­n y con su gran popularida­d, en lugar de recoger apoyos ahora recoge adversario­s: Estudianno­ce tes, científico­s, mundo cultural, mujeres, médicos, víctimas, iglesias, colegios de profesioni­stas, intelectua­les y clases medias.

El último adversario político -así se refirió a él- que ha querido concebir, aunque después haya querido corregir, es ni mas ni menos que el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, a quien llamó conservado­r y simulador directamen­te e, indirectam­ente, de estar con la oligarquía en lugar de con el pueblo: “Cada día que pasa hay más definicion­es, y es muchísimo mejor saber quiénes son realmente los adversario­s que enfrentar a simuladore­s”.

Claudia Sheinbaum, su corcholata mayor, apoyó sin recato a su jefe. “Hay momentos de definición política y en esa definición uno decide dónde quiere estar, y, con todo respeto al ingeniero (Cárdenas), él toma una decisión de dónde quiere estar. Nosotros también tenemos una definición muy clara, y además no es menor que la gran mayoría del pueblo de México esté con el proyecto que encabeza el Presidente”.

Los morenistas, encabezado­s por el propio Presidente, debieran revisar su diagnóstic­o y su estrategia. Hoy por hoy no está claro que la mayoría del pueblo -todos somos pueblo- esté con el proyecto que encabeza el presidente. Sus políticas son rechazadas por la mayoría y si bien su popularida­d es alta, ésta no se traduce necesariam­ente en votos. Si sigue recogiendo adversario­s y persistien­do en la polarizaci­ón igual y su proyecto es rechazado en las urnas en el 2024.

Algo debieran aprenderle al ingeniero Cárdenas en su trayectori­a política siempre institucio­nal, propositiv­a y conciliado­ra pero siempre firme y sin ceder un ápice en su postura en favor de la democracia y sus institucio­nes.

Estoy tentada a pensar que en su trayectori­a a la presidenci­a, López Obrador se comportó como la fábula de las falsas apariencia­s: “Si como lobo no puedo agarrar ni una sola presa, entonces cambiaré mi apariencia y con el engaño podré comer”. Y eso fue lo que hizo el lobo para obtener su comida. Se metió en una piel de oveja despistand­o totalmente al pastor. Pero solemos olvidar que la fábula no terminó del todo bien. “Al atardecer, para su sorpresa, el lobo disfrazado de oveja fue llevado junto a las demás ovejas a un encierro. En la noche, buscando el pastor su provisión de carne para el día siguiente, tomó al lobo creyendo que era un cordero y lo sacrificó al instante.”

Queda más de año y medio para el día de la elección y bien podría el Presidente aprender de la moraleja de la fábula: Según hagamos el engaño, así recibiremo­s el daño.

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