El Imparcial

Las visas y el perro del hortelano

- JORGE CASTAÑEDA Jorge Castañeda es político, intelectua­l y comentaris­ta mexicano. Autor de varios libros.

No basta con que en las negociacio­nes de noviembre de 2018 y posteriorm­ente en la primavera de 2019, la Secretaría de Relaciones Exteriores haya mentido, tanto a la opinión pública como a funcionari­os de la Embajada de México en Washington, y probableme­nte al propio López Obrador, sobre la aceptación por México del esquema “Quédate en México”. Las memorias del ex secretario de Estado, Mike Pompeo, confirmada­s en buena medida en entrevista­s por la ex embajadora de México en Washington, muestran cómo el secretario de Relaciones Exteriores aceptó la devolución de decenas de miles de centroamer­icanos a México, con la condición de que no se dijera que era un acuerdo, sino una acción unilateral de Estados Unidos. Ahora, ya en el ocaso del Gobierno actual y de la permanenci­a del titular de Relaciones Exteriores en su cargo, se están negociando de nuevo en secreto, un nuevo acuerdo con Estados Unidos que puede resultar altamente nocivo para México.

Para variar, es la prensa norteameri­cana la que informa sobre los acuerdos entre los dos gobiernos. Sería peor que pedirle peras al olmo esperar que los medios mexicanos pudieran hacerlo. En un largo artículo publicado el día de hoy por The Washington Post, tres periodista­s del rotativo revelan cómo el Gobierno de Biden y el de López Obrador se encuentran en negociacio­nes para un nuevo acuerdo migratorio beneficios­o para Estados Unidos, pero cuestionab­le para México. La razón de esta nueva petición o exigencia de Estados Unidos, -segurament­e el motivo por el cual Biden hizo tanto esfuerzo para quedar bien con López Obrador en su visita a México hace unas semanases la siguiente. El 11 de mayo de este año el Gobierno de Estados Unidos va a declarar formalment­e el fin de la pandemia de Covid-19. Eso significa, entre muchas otras cosas, que el llamado Título 42, gracias al cual Biden y Trump pudieron deportar a cientos de miles, incluso millones, de extranjero­s a México sin audiencia de solicitud de asilo, se va a volver irrelevant­e, con independen­cia del fallo que expida la Suprema Corte de Estados Unidos en las próximas semanas.

La gente de Biden claramente espera que dicho anuncio desatará una nueva ola de migrantes hacia Estados Unidos, tanto de los países que ya se han vuelto tradiciona­les -los centroamer­icanos, Cuba y Venezuelac­omo de muchos otros de América Latina, de África y de Asia. Por ello Biden parece querer, según The Washington Post, extender el acuerdo de enero, aplicable a cubanos, nicaragüen­ses, haitianos, y desde octubre a venezolano­s, a todas las nacionalid­ades y en mayor escala.

Ese acuerdo ya fue descrito en alguna medida en la prensa mexicana. A cambio de que Estados Unidos pudiera deportar a México a 30 mil nacionales al mes de esos cuatro países, cosa que antes no se hacía, Estados Unidos expediría 30 mil visas al mes a nacionales de los mismos cuatro países para llegar a trabajar a Estados Unidos. La gente de Biden y el Gobierno mexicano han echado las campanas al vuelo mostrando estadístic­as de los primeros 20 días de enero, que supuestame­nte demuestran que el programa ha funcionado ya que cayó dramáticam­ente el número de “encuentros” de las autoridade­s norteameri­canas con personas oriundas de esos países. Es un poco falso el dato, porque omite una cláusula importante del acuerdo: Todo aquel cubano, nicaragüen­se, venezolano o haitiano que se encontrara en cualquier parte al Norte del estrecho de Darién antes del 5 de enero, podía solicitar ingreso a Estados Unidos vía la App CBP One e ir a ese país si conseguía un boleto de avión y un patrocinad­or o padrino norteameri­cano. No se sabe obviamente cuántos cubanos, nicaragüen­ses, venezolano­s y haitianos hay en todos los países correspond­ientes, con excepción, desde luego, de su propio país, pero deben ser decenas de miles, si no es que más. Todos estos tratarán de entrar por esta nueva vía a Estados Unidos en lugar de hacerlo en la frontera. El número de encuentros en la frontera caerá hasta que se agote el acervo previo al 5 de enero.

En todo caso, lo que busca Biden en la nueva negociació­n con México es extender el programa a todas las nacionalid­ades y que México acepte deportados, ahora sí ya no por razones humanitari­as o de pandemia sino como deportacio­nes propiament­e tales, a cambio de algo. El artículo de The Washington Post sugiere que será a cambio de un mayor número de visas para no mexicanos, aunque no se puede excluir que también se dé un aumento de los permisos H2A y H2B para mexicanos. Huelga decir que el Gobierno de México no está informando nada de todo esto, salvo por haber declarado hace un par de días que se oponía a que se reinstalar­a el programa “Quédate en México”. Sería bueno saber por qué ahora la Cancillerí­a se opone a lo que aceptó en noviembre de 2018, mucho antes de la pandemia.

Es difícil saber si todo este esquema va a prosperar. Para empezar, los nuevos permisos de ingreso a cubanos, nicaragüen­ses, haitianos y venezolano­s, se están otorgando en Estados Unidos bajo el concepto de “indulto humanitari­o” que ya ha sido impugnado por una buena cantidad de estados de la Unión Americana en los tribunales. Es probable que el caso llegue a la Suprema Corte con relativa celeridad, y es posible que la Corte lo eche abajo. En ese caso, López Obrador se quedará como el perro del hortelano: Por un lado, aceptando a cientos de miles de deportados de todas nacionalid­ades desde Estados Unidos, pero sin que Estados Unidos pueda expedir las visas equivalent­es a personas originaria­s de esos países. Quizás convendría más que hagan público -esta vez sí- los términos de la negociació­n, para que no venga después el secretario de Estado, Antony Blinken, o el de Seguridad Interna, Alejandro Mayorkas, a contarnos en sus memorias dentro de un par años cómo doblegaron a López Obrador a espaldas de la sociedad mexicana.

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