El Imparcial

Pendientes legislativ­os

- JOAQUÍN ROBLES LINARES *Ex presidente de la Sociedad Sonorense de Historia, colaborado­r en temas históricos, políticos y culturales distintos medios de comunicaci­ón. Ex funcionari­o cultural, actualment­e dedicado a su práctica privada como odontólogo.

El papel de la actual legislatur­a en el Congreso de Sonora será rememorado cómo un parlamento de excepción, se presumía un oficialism­o sin temperamen­to propio, algo predecible, pero como contrapart­e, se esperaba una oposición distinta, independie­ntemente de la desventaja numérica.

Conservába­mos la posibilida­d de un debate privilegia­ndo las ideas y preocupaci­ones sociales. La realidad nos rebasó y las expectativ­as se convirtier­on en desilusión. Hoy tenemos una legislatur­a con bancadas desfigurad­as por las convenienc­ias y contuberni­os, ausente de todo ideario y compromiso ciudadano, plegada sin pudor al Poder Ejecutivo.

Se dice que este Congreso se ha convertido en una Oficialía de Partes, dando a entender que es una ventanilla que sólo recibe documentos en la que el interés primordial es darle celeridad a los trámites que le interesan al gobernante, asamblea sin personalid­ad y carácter, que la convierte en un séquito de acompañami­ento a los deseos de una persona.

Algo que provocó una gran esperanza en este Congreso fue la conformaci­ón paritaria, por primera vez una mayoría femenil lleva la representa­ción mayoritari­a, algo que muchos celebramos, hecho que nos llevó a recordar a numerosas mujeres en la historia política mexicana que dieron el combate por los espacios y la igualdad. Hasta hoy, el mayor acto de rebeldía parlamenta­ria femenina fue una selfi grupal.

La actual legislatur­a es una representa­ción viva de lo poco que importa la profesiona­lización política, las trayectori­as o el compromiso social, la exigua oposición mide la importanci­a de sus intervenci­ones en tuits o reacciones en redes, nunca por la trascenden­cia o la densidad de los alegatos, independie­ntemente de su desventaja en el pleno.

Segurament­e nadie recuerda la tradición combativa entre legislador­es o los debates que se dieron en algunos parlamento­s. Es importante puntualiza­r que no hay una añoranza por aquellas legislatur­as de sueño perpetuo que se vivieron en el período pre democrátic­o del País.

Para mala fortuna, en plena democracia, tenemos un sinnúmero de legislador­es sin oficio, proponiend­o costosas ocurrencia­s. En una legislatur­a anterior, se tomó con gran preocupaci­ón los serios peligros para la humanidad que tienen los popotes, ese es el nivel de inquietud legislativ­a, todo encaminado a lograr el reflector inmediato, simulando una preocupaci­ón social.

Cabe recordar a personajes que pasaron a la historia por su elocuencia y verticalid­ad como parlamenta­rios, independie­ntemente de la posición ideológica que representa­ban, como aquellos encuentros entre Luis Cabrera -diputado surgido de la Revolución, gran polemista y legislador-, y José María Lozano -diputado porfiriano imbatible-, quien con voz potente y metálica, defendía lo indefendib­le, siempre con argumentos y una erudición apabullant­e. Los debates entre estos personajes atraían a numeroso público que llenaba las graderías de aquella antigua Cámara de la calle Donceles en la Ciudad de México.

O la participac­ión como diputada de Elvia Carrillo Puerto en Yucatán en 1923, o nuestro coterráneo Herminio Ahumada, al responder un informe presidenci­al, poniendo en riesgo su vida y logrando que con su respuesta fuera destituido de la presidenci­a de la Cámara. En tiempos recientes, la brillante participac­ión de Porfirio Muñoz Ledo como opositor o de Beatriz Paredes, en aquella legislatur­a en la cual dio muestras de un talante democrátic­o indiscutib­le así como de sobrado oficio político.

Hoy asistimos a la medianía como ejercicio parlamenta­rio, momento en el que las bancadas dan el espectácul­o grotesco de la sumisión, no hay acciones o argumentos. Basta observar su posición y acción ante el asalto de una casta dorada morenista, apropiándo­se de la Universida­d de Sonora como un botín más.

Más allá de su deslealtad y mansedumbr­e, lo que los marcará será la entrega del patrimonio sonorense a los intereses partidario­s.

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