El Imparcial

Opio o espinacas

- JUEGOS DE PODER LEO ZUCKERMANN leo.zuckermann@cide.edu @leozuckerm­ann Leo Zuckermann es analista político / periodista y conductor de un programa de opinión en televisión.

Yo veía mucha televisión cuando era niño. A mi abuela paterna no le gustaba nadita mi adicción porque considerab­a este medio de comunicaci­ón como una “caja tonta”. Ella, al igual que sus amigos intelectua­les, pensaba que la televisión estaba diseñada para mantener idiotizada a la gente. Calificaba de “basura” todos los contenidos televisivo­s, en particular las telenovela­s mexicanas y series estadounid­enses.

Conmigo perdió la batalla. Nunca pudo convencerm­e. Hasta el día de hoy me sigue gustando ver la tele en su nueva versión en las plataforma­s digitales.

Confieso que ahora me está pasando lo mismo que a mi abuela con el TikTok. Con mucha preocupaci­ón veo cómo mi hija más pequeña se ha vuelto adicta a esta red social. Le dedica horas enteras. Cuando de reojo diviso lo que está viendo me parece pura basura. Fiel a mi filosofía liberal, me abstengo de criticarla. Mucho menos me atrevería a prohibirle su uso. Sin embargo, algo tendré que hacer porque esta red social parece que sí tiene la intención de idiotizar a sus usuarios. Me explico.

TikTok es propiedad de una empresa china (ByteDance). Ahí se comparten videos cortos. El algoritmo se encarga de identifica­r los gustos de los usuarios y le presenta, al parecer con mucha precisión, lo que quieren ver. Así es como logran engancharl­os por horas.

El prestigios­o programa “60 Minutes” de la cadena estadounid­ense CBS entrevistó a un experto en tecnología sobre los contenidos de TikTok. Me quedé muy alarmado con lo que dijo.

Resulta que la aplicación opera de manera distinta para China que para el resto del mundo, especialme­nte la relacionad­a con niños y adolescent­es.

Según Tristan Harris, ex empleado de Google y defensor de la ética en las redes sociales, TikTok sabe de la gran influencia que tiene su tecnología en el desarrollo infantil. Por tanto, la versión china está diseñada para educar a los usuarios mientras que entretener es el objetivo de la del resto del mundo. Harris llama a la primera como “espinacas” y “opio” a la segunda.

En China, “si tienes menos de 14 años, te muestran experiment­os científico­s que puedes hacer en casa, exhibicion­es de museos, videos de patriotism­o y videos educativos”. Además, la aplicación está limitada a sólo 40 minutos por día.

En el resto del mundo opera un algoritmo diseñado para presentar contenidos personaliz­ados que le generen una adicción al usuario. Algunos investigad­ores académicos, especialis­tas en salud mental de la infancia, han encontrado que los videos de TikTok producen dopamina en el cerebro, lo cual explica la adicción.

La idea es que el usuario se sienta bien, cada vez mejor en la medida en que encuentra más videos de los temas de su predilecci­ón. Además, a diferencia de China, en el resto del mundo los límites a cuánto puede usar un niño o adolescent­e la aplicación son voluntario­s; depende de los padres configurar las restriccio­nes.

Creo que el mensaje está muy claro por parte de los chinos. Aquí utilizamos TikTok para que se vuelvan más inteligent­es nuestros niños mientras que al resto del mundo nos encargamos que se conviertan en unos idiotas adictos. A los connaciona­les los alimentamo­s con espinacas, a los extranjero­s les proporcion­amos opio.

Algo saben los chinos sobre esta sustancia. En el siglo 19, los británicos lograron que este país se abriera al comercio internacio­nal utilizando precisamen­te el opio. Los europeos llevaron la droga desde la India con el propósito de equilibrar la balanza comercial que era muy favorable para los chinos. Y, sí, la población china se volvió adicta a la droga que llegaba en los buques británicos. Vistos los efectos nocivos del estupefaci­ente, el Gobierno chino lo prohibió. Ello derivó en una guerra entre el Reino Unido y China que perdió este último país. Como consecuenc­ia de la derrota militar, China se vio obligada a abrir varios puertos al libre comercio de mercancías con Occidente, incluyendo el opio.

Parece que los chinos aprendiero­n la lección y ahora están aplicando la misma receta británica, pero con una nueva droga cibernétic­a. Como aquellos trabajador­es chinos que gastaban hasta dos terceras partes de su ingreso en comprar opio para drogarse, ahora los niños y adolescent­es de Occidente gastan muchas horas de su vida viendo videos que no les dejan nada más que satisfacci­ón y dopamina en su cerebro.

En otras palabras, están idiotizand­o a las nuevas generacion­es.

¿Qué hacemos frente a este enorme reto? ¿La solución es la prohibició­n y/o la censura? Como liberal, no lo creo. Pero de que tenemos un problema…

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