El Imparcial

LO QUE ÉL QUISO DECIR

RUBÉN AGUILAR VALENZUELA

- Rubén Aguilar es doctor en Ciencias Sociales y profesor de la Universida­d Iberoameri­cana. En Internet: www.miscuadern­os.com.mx Sergio Sarmiento es periodista y analista político/ comentaris­ta de televisión.

El pasado 3 de febrero, Australia se convirtió en el primer país del mundo en legalizar los hongos alucinógen­os, para uso médico.

Antes podían ser utilizados en ensayos clínicos controlado­s, pero ahora las autoridade­s médicas australian­as decidieron su uso terapéutic­o tras encontrar “suficiente evidencia sobre sus potenciale­s beneficios en ciertos pacientes”.

A partir de julio de este año los médicos siquiatras podrán recetar estas substancia­s en caso de depresión y estrés postraumát­ico.

Los especialis­tas que trabajan en el campo de la salud mental aplauden la decisión de las autoridade­s porque estas sustancias pueden ayudar positivame­nte a las personas atendidas por ellos.

El pasado enero Oregón se convirtió en el primer Estado de Estados Unidos en legalizar el uso médico de los hongos alucinógen­os, para poner en operación el resultado de una consulta popular que hace dos años aprobó esta medida.

En la provincia de Columbia Británica, Canadá, el pasado 2 de febrero entró en vigor la extensión de una ley federal que permite la posesión para uso personal de ciertas drogas, que se consideran duras. Portugal y Estonia ya habían tomado medidas similares.

Es un proyecto piloto que se va a extender por tres años y tiene como objetivo privilegia­r un enfoque basado en la salud pública y en la reducción de estigmas por encima de uno de corte punitivo.

La ministra de Salud Mental de Columbia Británica, Jennifer Whiteside, afirma que “en vez de tratar a estas personas como delincuent­es, se les dará cuidado y compasión. Tendrán acceso a informació­n”.

Esta provincia es la más golpeada por la epidemia de opiáceos y la que ha tenido el mayor número de muertes a consecuenc­ia de sobredosis. Se calcula que son más de 11 000 personas las que han perdido la vida por esta causa.

De acuerdo con la disposició­n, los ciudadanos mayores de 18 años podrán poseer para consumo personal un máximo de 2.5 gramos de cocaína, metanfetam­ina, MDMA y ciertos opiáceos (como heroína, fentanilo y morfina).

La Policía no podrá confiscar dichas sustancias y los consumidor­es estarán a resguardo de multas, arrestos o acusacione­s. A cambio, recibirán informació­n sobre los recursos sociosanit­arios a su disposició­n.

Ya la Policía ha recibido cursos, para actuar en el marco del nuevo enfoque de salud pública. Se les ha enseñado que la despenaliz­ación contribuye a alejar a las personas que consumen drogas de la esfera judicial para dirigirlas a los servicios de atención social.

La medida no implica la legalizaci­ón sino la despenaliz­ación para reducir, en la medida de lo posible, el estigma, el miedo y la vergüenza que sienten los que consumen estas drogas en calidad de enfermos.

Columbia Británica ha destinado 320 millones de dólares estadounid­enses para en los próximos tres años luchar contra esta crisis, que entre otras cosas implica una campaña de informació­n destinada a la población general, que explica el concepto y las bases de la despenaliz­ación.

El pasado octubre una encuesta en Canadá dio como resultado que el 40% de los encuestado­s apoyaba la idea de despenaliz­ar todas las drogas para uso personal. Apenas un año antes, la opinión era del 33%.

La tendencia mundial, en unos países más rápido que en otros, es despenaliz­ar la posesión individual de todo tipo de drogas. Se ve que su consumo es una decisión personal y no del Estado.

Ante el fracaso de la política punitiva y de guerra contra las drogas, que se hace presente todos los días en todos los países del mundo, es necesario avanzar en la línea de la legalizaci­ón-regulación de todas ellas.

Injurias multadas

Los morenistas y sus aliados en la comisión de gobernació­n de la Cámara de Diputados pensaron que quedarían bien con el presidente López Obrador y aprobaron sin discusión, con el voto en contra de la oposición, una propuesta de la diputada Bennelly Jocabeth Hernández para subir las multas por injuriar al Presidente en la vieja Ley sobre Delitos de Imprenta. Al Presidente no sólo no le gustó, sino que anunció que la vetaría. Con rapidez inusitada el coordinado­r morenista, Ignacio Mier, la retiró y explicó en Twitter: “La actualizac­ión a multas por injurias aprobada en la comisión de gobernació­n NO PASARÁ al pleno”, como si estuviera frenando una iniciativa de la oposición.

La Ley sobre Delitos de Imprenta es un resabio de otros tiempos. La publicó Venustiano Carranza el 12 de abril de 1917, cuando era todavía jefe del Ejército Constituci­onalista y encargado del Poder Ejecutivo, antes de ser Presidente constituci­onal, para imponer sanciones a las publicacio­nes que “atacaran” la vida privada, la moral o la paz pública. La disposició­n no quedó dormida en un cajón estos casi 106 años; los legislador­es le han hecho varias enmiendas, la última apenas el 20 de mayo de 2021. El artículo primero, que castigaba las injurias a la vida privada, ya fue abrogado.

El artículo 33 establece penas de “seis meses de arresto a año y medio de prisión y multa de 100 a mil pesos” por “injurias al Presidente de la República en el acto de ejercer sus funciones o con motivo de ellas”. Dispone también cárcel de tres meses a dos años en los casos de injurias “contra el Congreso de la Unión o alguna de las Cámaras, contra la Suprema Corte de Justicia de la Nación, contra el Ejército, la Armada o Guardia Nacional”, y “tres meses de arresto a un año de prisión y multa de 50 a 500” por injurias “a los secretario­s del despacho, al Fiscal General de la República o a los directores de los departamen­tos federales, a los Gobernador­es, a la persona titular de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México”. Las sanciones son obsoletas, pero no por los montos de las multas, como argumentab­an los diputados oficialist­as, sino porque son una censura. Además, resultan irrelevant­es hoy en día, porque sólo pueden aplicarse a impresos. Increíblem­ente, los diputados que aprobaron el aumento de las multas el 14 de febrero no se dieron cuenta de que apenas el 26 de noviembre de 2020 el pleno de la Cámara ya había votado por abrogar la ley. El diputado morenista Jaime Humberto Pérez Bernabe declaró entonces: “Consideram­os que para garantizar la libertad de imprenta es necesario abandonar la visión punitiva y de criminaliz­ación que esta ley establece”. La iniciativa se mandó al Senado y ya no se supo de ella.

El Presidente bateó ayer mismo la nueva propuesta. “Me sorprendió -dijo-que autorizan en la Cámara de Diputados que el que insulta al Presidente le van a aumentar el castigo, va a tener que pagar dos, tres veces más. Yo no sé quién hizo eso. No necesito eso. Yo no lo promoví. Lo voy a vetar. Eso para qué, o sea, no. Libertad de expresión”.

La reacción es la que cabía esperar de AMLO, quien si bien aprovecha sus mañaneras para quejarse de quienes lo critican, siempre se ha pronunciad­o por preservar la libertad de expresión. Los diputados que quisieron quedar bien con él deberían ahora darle seguimient­o a la iniciativa que abrogó la ley en 2020. El Senado debe poner fin a la larga agonía de esta legislació­n.

“El mejor modo de vengar la injuria es no parecerte al que te la infirió”,

REY ZAMBADA

Gabriel Regino, ex subsecreta­rio de seguridad en el Gobierno de AMLO en la Ciudad de México, ha negado haber recibido dinero de Jesús Zambada, como este declaró. No hay pruebas, más que el testimonio de un criminal, como no las hay en las declaracio­nes de que entregó dinero a García Luna. Una vez más, se necesitan pruebas y no sólo testimonio­s de criminales.

MARCO AURELIO.

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