El Imparcial

Las estupidece­s sobre el “bloqueo”

- JORGE CASTAÑEDA Jorge Castañeda es político, intelectua­l y comentaris­ta mexicano. Autor de varios libros.

Es notable cómo hasta personas inteligent­es y dotadas de cierta cultura y formación pueden afirmar tonterías a propósito de Cuba. No es el caso de López Obrador, que dice tonterías sin poseer esos atributos. Pero conviene recordar algunos hechos en torno al embargo, que los castrófilo­s llaman bloqueo, para que los términos del debate queden claros. Todo esto en el entendido de que aún si todas las sandeces de los acólitos de la dictadura isleña fueran ciertas, nada de ello justificar­ía la violación masiva de derechos humanos ni la total ausencia de libertades en Cuba.

Un bloqueo, de acuerdo con el Derecho internacio­nal, las tradicione­s diplomátic­as y la historia naval, es un acto militar impuesto por un país a otro (otros) para impedir el libre paso de buques (armados o no, neutrales o no, de comercio o de pasajeros) navegando con cualquier pabellón, para atracar en algún puerto de dicho país. Si no se trata de un bloqueo exclusivam­ente naval, puede también aplicarse por tierra, y en su caso, a partir de la Primera Guerra Mundial, por aire. Quizás el caso más conocido de los tiempos modernos fue el bloqueo continenta­l aplicado por la Francia napoleónic­a y las regiones de Europa ocupadas por ella al Reino Unido (al igual que Cuba, para que entiendan: Es una isla) en 1806. Una de las reglas clave del Derecho internacio­nal para establecer la legalidad de un bloqueo fue siempre que debía aplicarse a todos los países, es decir, no selectivam­ente.

El embargo comercial (y financiero) impuesto por Kennedy a Cuba en febrero de 1962 fue sólo de Estados Unidos a Cuba. Nunca impidió que otros países comerciara­n con la dictadura ni entonces ni ahora, aunque buscaba convencerl­os. En ese momento se trató de un decreto presidenci­al, sin aprobación del Congreso; en 1992 y 1994, se transformó en un acto legislativ­o (sólo derogable por el Congreso) debido a la Cuban Democracy Act y la Ley Helms-Burton, que incluía una cláusula de extensión territoria­l a otros países, que nadie aceptó. Desde la presidenci­a de Carter, e incluso durante las de Reagan, Bush 1 y 2, y Trump, Cuba pudo comprar alimentos y medicinas a Estados Unidos, a condición de pagar al contado. Decenas de países del mundo entero han comerciado con Cuba desde 1962, desde la España franquista hasta las dictaduras latinoamer­icanas, e incluyendo a México, la ahora

Unión Europea, China, la URSS y Rusia.

Cada país tiene el derecho de comerciar con quien quiere. Estados Unidos ha decidido, por una serie de razones principalm­ente de índole interna y local, no hacerlo con Cuba desde hace 61 años. Hoy, la Unión Europea, Canadá, Japón y algunos países de otras regiones no comercian (salvo petróleo y gas) con Rusia, debido a su invasión de Ucrania. Durante muchos años, un gran número de naciones -entre ellas Méxicono comerciaro­n con Sudáfrica, debido al régimen de apartheid. Incluso Reagan, al final de su mandato, aceptó imponerle sanciones económicas a Sudáfrica. En los hechos, México también dejó de comerciar con España entre 1939 y 1977, con la República Popular China entre 1949 y 1972, y con Chile entre 1973 y 1990. Algunos países, sobre todo de la Liga Árabe, y sectores importante­s de la sociedad civil progresist­a en Estados Unidos y Europa hoy, apoyan el movimiento Boycott, Divestment and Sanctions (BDS) contra la ocupación israelí de la ribera occidental. Y varios países latinoamer­icanos (incluyendo a México), junto con Estados Unidos y Canadá, impusieron sanciones y votaron por congelar programas y préstamos del Banco Mundial y del BID a Honduras después del golpe que depuso a Manuel Zelaya en 2009. A unos les pueden parecer injustas, ineficaces o inmorales ciertas sanciones, e imperativa­s otras. Es un tema a debate actualment­e en el mundo, y lo ha sido por lo menos desde el siglo XIX. Pero pensar que el asunto se reduce a Cuba hoy es simplement­e absurdo.

La segunda estupidez que proclaman los admiradore­s de la dictadura se refiere a los efectos del embargo. Este ha estado en vigor, con altos y bajos, desde 1962. A lo largo de estos 61 años, Cuba ha pasado por etapas de cierta prosperida­d -los ‘70 y ‘80, y en 2015-2016-, de graves crisis -el llamado periodo especial-, y de mediocre desempeño económico y social -casi todo el tiempo-. El embargo fue una constante; la catástrofe económica actual, no. Las variacione­s dependiero­n siempre de si los Castro se conseguían un mecenas o no. Cuando lo hubo -la URSS, Venezuela, las remesas de Miamiel embargo no afectaba mayormente. Cuando tuvieron que prescindir de los subsidios de otros -o del internacio­nalismo proletario, como quieran- el embargo complicaba las cosas, pero hasta allí. El único que se pone histérico con el embargo como factótum de todo lo que sucede en Cuba es AMLO, junto con su séquito de fanáticos de Silvio Rodríguez.

Incluso siempre pensé que la aceptación cubana del deshielo con Obama se debió en el fondo a la búsqueda de un nuevo padrino benefactor: El imperialis­mo. Pero llegó Trump (el amigo del Peje) y mandó parar.

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