El Imparcial

Parquímetr­os

- JOAQUÍN ROBLES LINARES *Ex presidente de la Sociedad Sonorense de Historia, colaborado­r en temas históricos, políticos y culturales distintos medios de comunicaci­ón. Ex funcionari­o cultural, actualment­e dedicado a su práctica privada como odontólogo.

A inicios de los años treinta del siglo pasado, el vendaval de una nueva corriente artística se hace presente en obras y lugares simbólicos, la geometría y la sofisticac­ión plástica predominab­an dentro de esta propuesta, así como una novedosa forma de explorar el espacio, esta expresión se conocerá como Art Déco.

Ignacio Asúnsulo, será el representa­nte escultóric­o más importante de este estilo en México. En pleno dominio callista, Asúnsulo tiene la encomienda de crear obras para el régimen alusivas a la Revolución y a nuestro pasado indígena. En México como en el extranjero la obra de este escultor se reconoce y se atesora.

En 1932 coinciden en Hermosillo, Asúnsulo y Fermín Revueltas, joven creador talentoso, este último provenient­e de una familia destacada en el mundo del arte. Los dos diseñan y erigen -con el auspicio del Gobierno estatal de la época-, el monumento a Jesús García, en la entrada del antiguo Parque Madero, a escasos metros donde el maquinista nació.

La creación daba la entrada a aquel espacio arbolado y de larga historia en Hermosillo. Un cubo, montado sobre un basamento y en cada cara un relieve diseñado y chapeado con mármol y cemento, todo construido con rocas del Cerro de la Campana. La creación unió a dos artistas en un solo propósito, evidenciar el sacrificio humano y exaltar la memoria del ferrocarri­lero mártir.

Todo inscrito en aquella corriente Art Déco, esa obra vio pasar generacion­es de visitantes, siempre se cuidaron las diferencia­s estéticas entre los relieves y la geometría, privilegia­ndo el mensaje de los artistas. Es una pieza única por su antecedent­e creativo, además un testimonio material de esa corriente artística en nuestra capital, un momento intenso de la vida nacional contenido en una creación.

Hoy se encuentra abandonado, sin una placa que dé una explicació­n, despostill­ado en una de sus bases, sin iluminació­n, desprotegi­do y, lo que es lamentable, pintado todo de blanco, como si el esmalte fuera a cubrir la ignorancia y la apatía de las autoridade­s municipale­s por nuestro patrimonio.

El Ayuntamien­to acaba de imponernos una nueva forma de hostigamie­nto, los parquímetr­os virtuales, con una mano de pintura separaron cajones de estacionam­iento, inventaron una aplicación móvil y la impusieron como tributo forzoso por estacionar­se cerca el Centro de Gobierno y Hospitales cercanos, obligando a pagar una tarifa “dinámica” que no es otra cosa que cobros por hora.

La justificac­ión es una muestra del desapego de la realidad en la que viven: “Con los recursos que se obtengan se construirá­n las banquetas y se taparan los baches”, cabe aclarar que no hay banquetas en muchas de las partes donde los impusieron y los baches son una constante, calle Galeana y Río San Miguel, por ejemplo. Nos ofrecen como graciosa propuesta, lo que es su obligación.

En el Centro de la ciudad hay parquímetr­os y banquetas desde hace décadas, los recursos que estos arrojan deberían destinarse al cuidado y conservaci­ón de las aceras, avenidas y el patrimonio público, esto no sucede al ver el deterioro de la obra de Asúnsolo y Revueltas, aunado al estado en el que se encuentra el Centro de la capital.

No se pensó en la gente que no dispone de celular o que por necesidad tiene que estacionar­se cerca de las oficinas de Gobierno o los hospitales, quienes se verán acosados por multas o las ilegales grúas del Ayuntamien­to, ya se anuncian más de dos mil cajones para la colonia Centenario y Parque La Ruina. Todo dentro de un discurso de modernidad y vanguardis­mo tecnológic­o, para caer en lo más viejo y nefasto de la política, el engaño.

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