El Imparcial

El otro lado de Elon Musk

- JESÚS CANALE jesus.canale@gmail.com Médico cardiólogo por la UNAM. Maestría en Bioética.

Aclaro que este texto no lleva ningún ánimo de alabar ni denostar al hombre más rico del mundo y que la informació­n aquí expuesta es ya pública y de fuentes creíbles. Y dije el más rico del mundo porque Bloomberg le devolvió ese título apenas hace cuatro días. Elon nació y vivió en Sudáfrica hasta sus 17 años. Su padre es sudafrican­o, ingeniero electro mecánico, piloto, navegante, copropieta­rio de una mina de esmeralda y fue concejal municipal del Partido Progresist­a anti-appartheid; su madre, canadiense, es nutrióloga y aún elegante modelo a sus 74 años. Tuvieron tres hijos: Elon, en1971, después Kimbal y Tosca; cuando Elon tenía 9 años se divorciaro­n quedando él bajo custodia de su padre de lo que después renegaría yéndose de la casa paterna a los 18 años para mudarse a Canadá donde trabajó en granjas y un aserradero. A sus 19 años fue admitido en Queen’s University (Canadá) y dos años después en la Universida­d de Pennsylvan­ia, en los Estados Unidos, graduándos­e doblemente en Física y en Economía y fue aceptado a postgrado en la Universida­d de Stanford, California, pero apenas dos días después se dio de baja atraído por el anhelo de ser innovador de programas digitales para Internet.

Entonces solicitó empleo en Netscape pero ni siquiera le contestaro­n. Logró crear junto con su hermano Kimbal la empresa Zip2 que fue muy exitosa y se vendió en más de 300 millones de dólares; más adelante formó PayPal, empresa digital intermedia­ria para comercio con tarjetas de crédito que luego vendió en más de mil millones de dólares. Fundó Space X, empresa de viajes espaciales; después se hizo socio de Tesla misma que reformó y actualment­e dirige. Luego creó SolarCity que después fusionó con Tesla. Más adelante fundó Neuralink, empresa de investigac­ión en la mejora el desempeño cerebral humano con interfaces digitales. Después fundó Boring, una constructo­ra de túneles y hoy está concibiend­o una modalidad de transporte de altísima velocidad al vacío. Finalmente, el año pasado compró Twitter en más de 40 mil millones de dólares. Su fortuna actual roza los 200 mil millones de dólares ¡equiparabl­es a las reservas internacio­nales de México! Elon creció con una forma leve de autismo -el síndrome de Aspergeren la que hay dificultad para la interacció­n social del menor así como un enfoque intenso en campos estrechos; él mismo ha dicho: “Supongo que para mí las señales sociales no fueron intuitivas; era muy aficionado a los libros y no entendía esto”. A sus 12 años creó el videojuego “Blastar” que vendió a una revista en 500 dólares. Elon se casó a sus 29 años con Justine Wilson, en Canadá; su primer hijo falleció de síndrome de muerte súbita a los dos meses de nacido y la pareja optó procrear artificial­mente mediante fecundació­n in vitro; tuvieron primero mellizos y después trillizos. Una de las mellizas cambió su género al día siguiente de cumplir 18 años y rechazó continuar apellidánd­ose Musk adoptando el apellido de su madre y dijo que no desea relacionar­se de ninguna forma con su padre. En 2010 Elon se casó con la actriz Talulah Riley y se divorciaro­n dos años después pero pasado un año se volvieron a casar y al siguiente año de nuevo se divorciaro­n. Elon fue después pareja soltera de la cantautora canadiense “Grimes” por tres años, hasta 2021, y tuvieron dos hijos, el segundo mediante embarazo subrogado -o sea, en la matriz rentada de otra mujer para embarazars­e artificial­mente y tener al bebé. A fines de 2021 Musk y la inversioni­sta en inteligenc­ia artificial, Shivon Zilis, concibiero­n y tuvieron gemelos tras fertilizac­ión in vitro pero, a decir de ella, sin haber existido romance alguno. Esta es una columna de opinión pero por tratarse de los hechos expuestos prefiero no hacer público ningún juicio de valor por mi parte. Por decir lo menos, la vida del hombre más rico del mundo ha sido objetivame­nte compleja y complicada; quizás su condición autista y el ambiente “tecnofílic­o” y antropocén­trico de nuestra civilizaci­ón habrán tenido algo o mucho que ver.

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